Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
01 Abr 13
Lucas 24,35-48
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice:
—Paz a vosotros.
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo:
— ¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
— ¿Tenéis ahí algo que comer?
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo:
—Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:
—Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.
El relato se sitúa en un lugar de Jerusalén que el autor no precisa, en la tarde-noche del domingo de Resurrección. Dos discípulos acaban de llegar de Emaús y están contando a los once y a sus acompañantes que han visto a Jesús. Hay dos ideas que me llaman la atención en este texto de San Lucas: “miedo y sorpresa” y “testigos”.
Todos hemos tenido y tenemos miedos. Podemos enumerar un conjunto de razones y factores que provocan dudas y vacilaciones en la conciencia del hombre moderno que desea creer y son dudas de siempre, vividas por hombres y mujeres de todos los tiempos.
. A cada rato nos vemos ante cosas que nos sorprenden, por lo que nos es fácil entender el miedo y la sorpresa que sintieron los discípulos al encontrarse con Jesús. Están asustados y sorprendidos, pero también llenos de alegría.
El miedo de los discípulos es expresión de la dificultad que todos tenemos para creer. Nos resulta fácil pensar en la resurrección de forma puramente simbólica, como si fuese un sueño, un recuerdo o una reflexión; pero los evangelios nos dicen que es mucho más que una simple narración de un suceso. Jesús resucitado está, al mismo tiempo, en el mundo y más allá del mundo; es el mismo que fue crucificado, pero tiene una Vida nueva.
El texto se empeña en que tomemos conciencia de lo difícil que fue para los discípulos reconocer a Jesús, lo mismo que para nosotros no es tan sencillo descubrirlo.
El evangelio de San Lucas nos plantea la cuestión fundamental de todo cristiano: ¿Creemos de verdad que Cristo resucitó, o nos acostumbramos a vivir nuestra fe desde los ritos, o de nuestra tradición familiar o social? No se cuestiona que los discípulos no tuvieran fe, sino que, qué estaban entendiendo por fe, tanto así que su temor les supero dando lugar a las dudas.
¿Y nosotros?, ¿cuál es nuestra fe?, ¿necesitamos que Jesús se nos aparezca para despejar nuestras dudas?, o, ¿somos capaces de ver a Jesús en el mundo que nos rodea, en el hermano que sólo quiere que lo saludemos, que le ofrezcamos un gesto amable, o que lo miremos como un igual?
El segundo punto es el hecho que Jesús les dice a sus apóstoles que son “testigos de todo lo sucedido”, y con ello a todo cristiano, por todos los siglos.
¿Qué significa para nosotros ser testigos de lo que creemos? ¿Es correcto que se guarde el “secreto” para sí? ¿Y, qué debe hacer un testigo? No se trata de llevar una etiqueta, un distintivo, un crucifijo, que es en lo que más nos fijamos. Se trata de dar testimonio con nuestra vida misma.
No somos cristianos para nosotros mismos, no rezamos a Dios para sentirnos mejor en la intimidad o para pedirle lo que creemos que nos hará felices. Hemos sido escogidos por Dios como trabajadores, y no como privilegiados. Tenemos el encargo de anunciar al mundo lo que hemos vivido. El testimonio no proviene de lo aprendido en los libros, sino de aquello que la vida nos ha regalado. Lllevémoslo, entonces, día a día hasta nuestros actos cotidianos más mínimos.
Isabel Margarita Garcés de Wallis
Estimada Margarita, te digo así porque yo soy un usuario asiduo de tus reflexiones, como la de todos los miembros de ese blog, las cuales muchas veces utilizo en la cadena de oración que mantengo hace más de 4 años, para unas 100 personas en varios países (Argentina, Perú, Ecuador, España, Canadá, y, por supuesto Chile), compartiendo el Evangelio del día, reflexiones, y los nombres de las personas enfermas por las cuales los receptores se supone rezan por ellos, como muchas veces lo he confirmado.
¿Qué quiero decir con esto?… No lo hago ver con el afán de destacar mis virtudes, no son mías, solo soy un «copy and paste» de la Palabra, reflexiones y demás contenidos.
Tú lo dices en forma muy simple, hemos sido escogido como trabajadores, es decir servidores.
Agradezco tu comentario de ayer, que leo hoy, y que utilizaré en mi despacho de mañana.
Atte.,
Guillermo
Mi querida Isabel, tienes toda la razón , cada persona que conoce y vive la palabra de Jesús se transforma en un testigo, cuyo testimonio tiene obligadamente que ser su propia vida, ser servidor de Cristo es vivir en el Amor de Dios; pero, considero un privilegio, el asumir el modelo de vida impuesto por Él, creo que el trabajo por su causa no es tedioso, muy por el contrario me parece que es una prerrogativa que te va permitiendo poco a poco establecer lazos maravillosos con la espiritualidad del Padre. No conozco a nadie que conozca la palabra de Jesús, y que de alguna manera decide seguir el camino que Él trazó para todos nosotros, que no le haga inmensamente feliz invertir su vida en la posibilidad de la unión en la plenitud de Dios en la eternidad.
Emular a Jesús, ser su testigo, predicar su palabra, creo que además de ser un “trabajo”, es un “maravilloso privilegio”. Cierto es que tantas veces no es nada fácil, otra razón para alegrarse ya que de algún modo Él elige a sus seguidores; porque ¿alguna vez ha sido fácil ser verdadero cristiano?, ni siquiera para Él, no nos olvidemos que fue golpeado, torturado, escupido, ridiculizado, crucificado y muerto, simplemente por enseñarnos a Amar.
Gracias por su aporte, por su servicio, espero un dia yo tambien hacerlo