Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
31 Ago 09
Lucas 4, 16-30
Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobre… Ningún profeta es bien mirado en su tierra»
Llegó a Nazaret, donde se había criado, y según su costumbre, entró en la sinagoga el día de reposo, y se levantó a leer. Le dieron el libro del profeta Isaías, y abriendo el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos; para proclamar el año favorable del Señor. Cerrando el libro, lo devolvió al asistente y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en Él. Y comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido esta Escritura que han oído”. Y todos hablaban bien de Él y se maravillaban de las palabras llenas de gracia que salían de su boca, y decían: “¿No es éste el hijo de José?” Entonces Él les dijo: “Sin duda me citarán este refrán: “Médico, cúrate a ti mismo»; esto es, todo lo que oímos que se ha hecho en Cafarnaún, hazlo también aquí en tu tierra”. Y dijo: “En verdad les digo, que ningún profeta es bien recibido en su propia tierra. Pero en verdad les digo: muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses y cuando hubo gran hambre sobre toda la tierra; y sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta, en la tierra de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio”. Y todos en la sinagoga se llenaron de ira cuando oyeron estas cosas, y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad para despenarle. Pero Él, pasando por en medio de ellos, se fue.
Creo que a menudo pasamos por alto este evangelio y todas las lecturas que nos hablan de los pobres… Por lo menos caminamos por las calles ignorando al que pide en la esquina o a los mal pagados obreros que se malmatan trabajando para llevar el pan a las bocas hambrientas de sus hijos o, por lo demás, a los miles que viven en un cuartito de adobe en barrios con calles de tierra y, tal vez, sin luz, agua o alcantarillado. Son miles según los censos y ahí, tan contentos, seguimos nuestra vida como si nada.
Algunos hasta tratamos de buscarle cinco pies al gato, asegurando que esa lectura se refiere a los “pobres de espíritu” y no necesariamente a los que tienen poco acceso a bienes materiales, pero otros textos nos hablan también de mandar a los ricos vacíos… (Lc 1,53) o aseveran “…ustedes los ricos, lloren y laméntense por las desgracias que se les avecinan… el jornal que ustedes han retenido a sus trabajadores… está clamando” (Sant. 5,1-6); y cuando se habla de los enfermos, los cautivos, los ciegos y los oprimidos, ¿no se nos está hablando de gran parte de nuestro pueblo injustamente olvidado y con pocas posibilidades de surgir?
¿No será que todos tenemos que buscar cómo apoyar el cambio en nuestras sociedades? A veces pensamos que eso les corresponde a los políticos y no a nosotros… Pero Jesús vino a “anunciar el evangelio a los pobres” y de eso no podemos escaparnos.
Creo que fue el Ché el que nos dijo algo como que si al ver un pobre no éramos capaces de temblar de indignación, es que ya habíamos perdido la sensibilidad, el espíritu revolucionario… y el espíritu cristiano, añadiría yo.
Cada día nos cruzamos con estas escenas, incluso con aquel muchacho “clefero” tirado en la acera, la niña desarrapada con una wawa en los brazos, el muchachito que quiere limpiar tu parabrisas en la esquina o el borrachín al que esquivamos en la calle… Y es para ellos que vino Jesús, a anunciar el evangelio precisamente a ellos. Hasta nuestra Iglesia nos pide tomar la “opción preferencial por los pobres” y nos llenamos de estas palabras, pero nada hacemos por que ya no haya más pobres! Y a los profetas que quieren seguir estos pasos, denunciar estas inequidades, los echamos “fuera de la ciudad”, pues nadie es profeta en su propia tierra.
Soñamos con un mundo mejor, más justo y solidario y cuando alguien lucha por ese sueño, lo acusamos de “comunista”. Qué enredados somos los hombres y mujeres de esta tierra, ¿no?
¿Cómo haríamos para compartir como hermanos los bienes de esta tierra? ¿Para entregar nuestra camisa al que no tiene ninguna? ¿Cómo debíamos entender aquello de construir el Reino de Dios aquí y ahora?
Qué difícil es seguir las palabras de Jesús mientras gozamos de una cantidad de privilegios, desde nuestro colchón calientito o paseando en nuestro elegante automóvil… Pero más difícil debe ser vernos desde la calle, con hambre en el estómago y con una wawa que también llora de hambre al final del día en su casuchita del barrio…
* Clefero: el niño que huele pegamento, pega, «clefa», goma, cola de zapatero…
* Wawa: bebé, guagua
Justa, o injustamente, es la verdad de nuestros religiosos, de nuestros líderes, de los laicos, de los miles que llenan las bancas de las iglesias. Para que negar una verdad tan obvia. Los que esperan llenar sus corazones un domingo con una hora de sermón, los que dejan su dinero en el alfolí para tener su corazón en paz, los que se dan el abrazo la la paz con emoción colectiva -no hablo de los religiosos católicos, hablo de los religiosos cristianos… También esos que lloran… los que trafican con la fe… los que instan a dejar ofrendas valiosas dizque para que prosperes… los que hacen de la congregación un circo…los que viven en casonas full equipo y usan los carros más costosos…
Nos soy una que juzga, soy una que observa, analiza y toma la palabra textualmente… Entonces, con la autoridad que Dios me da como hija de Él, preguntó: ¿qué hacemos con nuestro sentir? ¿Qué hacemos con nuestro amor verdadero? ¿Qué hacemos con nuestra compasión por los perdidos…?
La verdad, estoy totalmente de acuerdo con Luis Ramírez. Lucas 4, 16-30… allí está claro como la luz. El Señor dice que cada uno de nosotros somos la luz del mundo… hay millones de luces apagadas.
Cada uno interpreta el Evangelio según su personal visión, intereses, inquietudes y anhelos. Así ha sido desde los inicios del cristianismo. Pero lo cierto es que Jesús centró su mensaje en la buena nueva de un mundo mejor no como una esperanza para después de nuestra muerte, sino desde el hoy, el aquí y ahora, a través del cambio del sistema de vida imperante en que al amor al prójimo revertiera las injusticias y exclusiones que padecen muchos hombres, mujeres y niños en condiciones inhumanas. Esto, que es lo central, se “suaviza”, se le resta importancia y se habla de pobreza “espiritual”. ¡Canallas” diría Jesús!. No seas hipócrita, ello no es así, recuerda que en el día del Juicio se te preguntará ¿Has dado de beber al sediento y de comer al hambriento?
Me siento plenamente interpretado por Luis Ramírez en esta reflexión, y en especial, cuando afirma: ¿No será que todos tenemos que buscar cómo apoyar el cambio en nuestras sociedades? A veces pensamos que eso les corresponde a los políticos y no a nosotros… Pero Jesús vino a “anunciar el evangelio a los pobres” y de eso no podemos escaparnos.
Este es el camino y debemos hacerlo al caminar juntos siguiendo a Jesús.
El análisis es bueno.
¿pero y a los ricos literales hay que dejarlos perder entonces?. ¿Solo vino Cristo a predicarles el evangelio a los pobres literales y los ricos que se vayan para el infierno?