Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
05 Sep 20
LUCAS 40, 38-44
También a los otros pueblos tengo que anunciarles el Reino de Dios, para eso me han enviado
Al salir de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre y le pidieron que hiciera algo por ella. Inclinándose, Jesus ordenó a la fiebre retirarse y ésta desapareció. Al instante la suegra se levantó y se puso a atenderlos. Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos afectados de diferentes dolencias se los traían y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba. También hizo salir demonios de varias personas. Esos gritaban: “Tú eres el hijo de Dios” Pero él, en tono amenazador, les impedía hablar, porque ellos sabían que era el Cristo. Cuando amaneció, Jesús salió y fue a un lugar solitario. La gente fue a buscarlo y, al encontrarlo quisieron retenerlo para que no se alejara del pueblo. Pero él les dijo: “también en otras ciudades debo anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado”.
Jesús no empezó predicando a las muchedumbres que todavía no sabían de él, sino, durante meses, se fue dando a conocer en las sinagogas.
En Israel no había más que un templo, el de Jerusalén, en el que los sacerdotes ofrecían los sacrificios. Pero en todo lugar donde pudieran reunirse por lo menos diez hombres, había una sinagoga. Cada sábado se realizaba un servicio litúrgico a cargo de los miembros de la comunidad. Era fácil participar en las lecturas y sus comentarios, y Jesús se daba a conocer participando en los oficios de los sábados de su provincia, Galilea.
En realidad, el Antiguo Testamento no había anunciado una salvación de las almas, como se escucha hoy en varios grupos de iglesias donde los creyentes creen salvar sus almas mientras siguen cómplices callados, o atemorizados, o pagados, o ciegos del pecado diario en toda la vida económica y social.
El episodio que aquí comentamos aparece, casi en el mismo orden, en los evangelios sinópticos; en todos ellos aparece el empeño de la gente del pueblo por convertir a Jesús en un curandero, lo persiguen para que realice milagros. En la suegra de Pedro Jesús reconoce, tal vez, un problema del ánimo que, con gran intuición, sana en forma indirecta.
En la tarde tampoco rechaza a quienes lo buscan e impone las manos, toca, acaricia a esas personas necesitadas. Pero los increpa y no les permite cantar alabanzas, porque su misión no es la de curandero sino viajar a otras ciudades para anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios.
Los evangelios sinópticos están plagados de milagros que las personas quisieron ver, pero a la hora de su pasión y muerte lo dejaron solo porque ya no era un milagrero.
Hay de todo en el mundo.
En el Evangelio de Marcos se narra un episodio donde la gente está atemorizada y le pide a Jesús que se vaya: «Vienen a Jesús y ven que el endemoniado, en el que estaba la legión, está sentado y vestido, y en su sano juicio; y tuvieron miedo. Los que lo vieron les contaron cómo pasó con el endemoniado y sobre los cerdos. Y comenzaron a pedirle que se fuera de sus fronteras.»
Aún así, también es posible encontrar entre la inmensa diversidad ciertas personas que cuando viven con personas enfermas a su alrededor obtienen experiencias espirituales que no se pueden obtener de otra manera. Entienden la vida mucho más profundamente.
Entonces, pueden llegar a comprender que está mal vivir solo para uno mismo, y que está bien vivir para Dios y sus vecinos.
Cuando se trata de seres queridos, amar y ayudar al que sufre puede llegar a ser un servicio maravilloso.
Cuando una persona se da cuenta de que su vida es un servicio, entonces hay esperanza de que la enfermedad haya hecho su buena acción. El significado de la enfermedad es mejorar a una persona. Así, si una persona se ha dado cuenta de algo y está lista para seguir su destino hasta el final de su vida, la posibilidad de curarse aumenta.
La fe en Dios no consiste en que Dios resuelva los problemas y haga todo lo que se le pide.
Dios nos ayuda, Dios nos ama, Dios satisface nuestras peticiones. Aún así, debiera entenderse que no es Dios quien nos sirve a nosotros, sino que nosotros somos quienes debemos servir a Dios.