Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
24 Oct 11
Lucas 6, 12-16
“Eligió a doce de ellos y los nombró apóstoles”
Por aquellos días, se fue él al monte a orar y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles: A Simón, a quien puso el nombre de Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelota; a Judas de Santiago y a Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó con ellos y se detuvo en un paraje llano; había un gran número de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.
Uno de los grandes problemas que hoy vivimos es la ruptura de la «cadena de la fe». Se habla del quiebre de las instancias «transmisoras» (la familia, la parroquia, etc.). Podemos provocar experiencias espirituales intensas, pero si no están conectadas con la gran cadena apostólica, por frescas que parezcan, acabarán muriendo. Me parece que esta es, por desgracia, la suerte de muchos jóvenes que viven con interés la aventura de descubrir a Jesús, pero que han carecido de “apóstoles” (guías) a su lado que les ayuden a vivir la fe «con conexiones», o, por utilizar, una terminología de hoy, una fe «en red».
Es fácil caer en la tentación de que todo -y también la fe- nace con cada uno de nosotros. Es la tentación del adolescente, que se siente dueño de su vida, situación en que, naturalmente sobran los apóstoles, los mártires y todo lo que no sea su yo cerrado.
El evangelio que comentamos hoy nos invita a reflexionar sobre los Doce que eligió Jesús para formar una pequeña comunidad, pilar de la Nueva Israel, la cual, como sabemos, se componía de doce tribus. Los doce fueron llamados Apóstoles, es decir “enviados” como emisarios o “misioneros”.
Lucas hace hincapié en que Jesús no elige a los doce a la ligera. Tal como acostumbraba a hacer en los momentos más decisivos de su vida, su elección está precedida por una prolongada oración. Lo sitúa en “la noche”, queriendo subrayar la perplejidad que lo invade; en “el monte”, para indicar el lugar o el estado anímico más indicado para su encuentro con Dios, a quién acude para que lo ilumine en la nueva fase de su vida que se ve obligado a tomar.
Los doce fueron personas comunes y corrientes, gente con más buena voluntad que grandes conocimientos, llamados a un destino extraordinario: constituir el grupo de apoyo que necesitaba Jesús para realizar su misión. Gente demasiado sencilla incluso, diríamos nosotros, para la difícil función a la que iban a ser llamados. Posiblemente ninguno de ellos entendió perfectamente lo que Jesús les pedía ni que quería de ellos, ni el día que los llamo ni más tarde cuando le seguían por los caminos de Palestina. No puede haber sido fácil para pescadores, campesinos, comerciantes e incluso algunos de ellos, como Mateo, que ejercían profesiones que eran consideradas «pecaminosas». Pero, a pesar de ser personas corrientes o incluso excluidas socialmente, cada uno de ellos asumió el llamado de Jesús como una opción definitiva.
Igualmente nos pasa a nosotros, nos mareamos con el éxito, conocimientos adquiridos por una profesión, incluso por el consumismo y no vemos el plan que va trazando para cada uno de nosotros.
Por lo general, hoy nos contentamos con disfrutar de la fe que nos dieron nuestros antepasados; incluso podemos alegrarnos de contar con un amigo y maestro como Jesús. Sin embargo, es necesario asumir el proyecto al que él nos invita. Nuestra oración y discernimiento no pueden quedarse en una experiencia intimista, sino que tiene que volcarse hacia la transformación del mundo.
Jesús no hizo pasar a los doce por un tiempo de prueba, ni escogió a los más religiosos y sumiso en representación de toda la sociedad. No los llamó como líderes de la nueva comunidad, sino para que proclamen con su comportamiento la alternativa de sociedad que quiere proponer en su época y, por extensión, a toda la humanidad. No les dio -ni nos dará jamás- regla alguna: a ellos, como a cada uno de nosotros nos escoge para enviarnos a proclamar la buena noticia que hasta ahora encarnaba él solo.
Me pregunto: ¿Qué peso tiene en nuestras decisiones –personales, familiares, comunitarias- la oración? ¿Le dejamos a Él aconsejarnos? ¿O nos fiamos más del horóscopo, de los programas de televisión, o de lo que hacen todos?
Isabel Margarita Garcés de Wallis
Eligió a doce de ellos y los nombró apóstoles”.Lc. 6, 12-16
Para todos escuchar nuestro nombre es como la miel en los labios, que dulce, que agradable,…para formar la autoestima. Me imagino el momento cuando Jesucristo reunido con la gente que lo seguía e iluminado por el Espíritu Santo nombró a los DOCE APÓSTOLES, quienes recibían la misión de ser continuadores de su mensaje para todo el mundo:» y vayan, bauticen a todos(…)».
Ser ELEGIDO entonces no era un cargo más, un título o preferencia social, era una «vocación». Siendo que cuando este fin de semana estaba con los 33 adolescentes de catequesis de Confirmación, renovaba delante de Dios y en cada reflexión del Retiro las gracias por haberme elegido para acompañarlos, por obervar cada pequeño gesto, travesura, entrevista, palabra y minuto VIVIDO con ellos.
Así iba escribiendo la reflexión de esta semana…ELIGIÓ a DOCE y los NOMBRÓ APÓSTOLES. Me sumergía en cada vocación particular de cada apóstol y el hermoso nombre de APÓSTOL como algunos estamos viviendo la vocación de catequistas, casados, trabajadores, empresarios, enfermeras, estudiantes, adolescentes, adultos,…y así cada uno.
Apóstol así es un enviado para una MISIÓN y qué misión SER CRISTIANOS, ser «apóstoles cristianos» en cada labor o espacio donde nos encontremos y ser un momento determinado conscientes de los retos dentre de la profesión en la sociedad o servicio en la Iglesia.
En esta hermosa cadena de reflexiones, somos llamados así Apóstoles, somos elegidos por lo que somos (no lo que dicen que somos), somos enviados para ser CRISTO en medio, alrededor y detrás de tu familia, trabajo, matrimonio, noviazgo, enamoramiento, escuela, hogar, vecinos, región, país….en la Iglesia y como Iglesia.
Todo una vida que conscientes de nuestros defectos y errores
Gracias Señor Jesucristo por habernos elegido y amado como somos, y encada gesto poder vivir con coherencia la hermosa vocación de SER APÓSTOLES.
Fraternalmente,
David
Isa
Gracias por tus palabras,
Me enseñaron en la escuela marista, donde soy exalumno, como enseñanza del modelo de vida Marcelino Champagnat: «así como el Sol es para la tierra es el Papa para la Iglesia».
Excelente reflexión de Isabel Margarita.
Jesús forma durante años a discípulos, no estudiantes de seminario ni a teólogos de instituto. Si no a cercanos que compartieron con Él el pan, el sueño en cualquier lado, el cansancio, el éxito aparente (y del que Jesús nunca se fió).
Conociéndolos ya personalmente su potencial y a pesar de sus debilidades, nombra apóstoles. Un grado superior de encomienda y responsabilidad. Ya no son aprendices, ahora deben HACER para su Señor.
Nosotros ¿en qué etapa estamos? ¿Somos discípulos del Señor ? o ¿solo simpatizantes dominicales? ¿Nos lleva la moda y las tendencias sociales para todos lados? ¿tenemos siempre la última novedad ?
Debemos entrar en el discipulado del Señor, para sentarnos a aprender a sus pies. CONOCER se llama esta etapa, luego será la de HACER si nos llama a algo mayor.
No llamó a autoridades morales, eso ya eran los Fariseos en su época. Sino que llamó a laicos, gente normal. Pero su secreto era su intimidad con Él. El conocimiento profundo de su carácter, no solo su mensaje o sus palabras. Eso solo se logra pasando tiempo juntos, a solas.
El cristianismo se fundó sobre los apóstoles, y los ministerios apostólicos que salen de ellos. Eran LAICOS. La casta sacerdotal que leía, conocía y cumplía la LEY, fue dejada de lado por no conocer al AUTOR de la LEY ni su carácter. Es más, encarándoles una vez les dijo «De cierto os digo, que las rameras y los publicanos van delante de vosotros al reino de Dios» (Mateo 21:31).
La fé humilde y reuniéndose por las casas es la Iglesia original. El estudio de la palabra y reconocer quien «pastorea» en cada grupo o comunidad es la confirmación del llamado a servir, a guiar a un pueblo. No la credencial o el certificado de tal o cual organización.
Si no eres discípulo, entonces el Maestro te llama a tomarlo en serio. Si ya eres discípulo, considera que te está llamado a un servicio superior: «Si me amas, apacienta mis ovejas”:
La “enfermedad del alma”, es el mal de nuestros tiempos.
En una oportunidad, a un grupo de chicos de trece años de un colegio de alto riesgo social, pregunté: ¿Qué es lo que a ustedes les hace feliz?, entonces uno me contestó: jugar “play station”. Lo que encontré más complejo en su respuesta, es que los padres de este niño, probablemente se esforzaran en complacerlo, por lo que la aspiración de la mayoría, es procurar la felicidad en nuestros hijos. La cuestión es el “como”.
La fuerza de la “Palabra de Jesús” libera de los males del mundo, y de las enfermedades del alma, concilia los enemigos en el perdón, cambia el sentido de la vida prometiendo una eterna, en donde la felicidad se perpetúa en una dimensión por nosotros aún no vivida, pero percibida como real a través de la fe, no se puede encontrar sentido y lógica a la vida de otra forma.
El apostolado Cristiano radica en “tocar” con la Palabra de Dios en primer lugar a nuestros hijos para desarrollar en ellos su propia búsqueda de la Verdad y con ello de la felicidad. Tendrán que cometer sus propios errores, tal cual nosotros los hemos cometido (tengo plena conciencia de cuan difícil es este punto, por que tendemos a sacar las piedras de sus caminos, y no caemos en cuenta, que con esto sólo acrecentamos sus limitaciones).
El apostolado consiste en elegir el modo de vida que Jesús quiere para nosotros, vivirla de la manera más fiel que podamos en su Palabra y ejemplarizar con ello, en esto radica la responsabilidad de llamarse “Cristiano” (la mejor prédica es el modelo). No se necesita ser un erudito en teología, ni ostentar algún título eclesiástico, sólo se necesita disponer con sencillez, y humildad nuestro espíritu a la voluntad del Señor, para convertirnos en instrumentos multiplicadores de su Voz.
La depresión, mal frecuente en estos días; la intolerancia, la ambición, la necesidad de gratificación inmediata, el hedonismo, la avaricia, la indiferencia al dolor del sufriente, la violencia, la intransigencia ¿podrían ser considerados algunos de los “espíritus inmundos” de nuestra era?. Toda persona que tenga la fortuna de ser “tocado” por Jesús no podrá permanecer indiferente.
Oír, sentir e impregnarse de Cristo, proclamar su Vida y Verdad, con nuestras acciones; que la “Palabra” sea la directriz en las distintas circunstancias de nuestras vidas, son condiciones fundamentales para que, con “propiedad” podamos comunicarla, y convertirnos así en apóstoles de Jesús
Muy interesante la reflexión que nos aporta Daniel Moreira en relación a este Evangelio.
Daniel nos dice: El cristianismo se fundó sobre los apóstoles. Jesús no llamó a autoridades morales, eso ya eran los Fariseos en su época. Sino que llamó a laicos, gente normal.
Hoy en día, en un mundo que se ha alejado de Dios y en que los religiosos y religiosas disminuyen y en que la juventud no se siente atraída, se hace de suma importancia el renacer del espíritu laical, hombres y mujeres sencillas, insertas en la vida diaria, que asuman el llamado del señor y «hagan Iglesia» con sus testimonios, acciones y convocatorias a reunirse como en las primeras comunidades cristianas. La Iglesia de Cristo la conformamos todos y teniendo la seguridad de que en donde estemos reunidos dos o más en torno a Jesús, Él estará con nosotros.
Muchas gracias Daniel por tu reflexión.
¡Qué maravilla habernos encontrado en el camino con Verónica Carvajal. Sus comentarios y reflexiones enriquecen lo que preparamos nosotros y cada vez, nos entrega algo nuevo y una mirada a lo que acontece en nuestro medio, en nuestras ciudades.
Deseo destacar lo que hoy, Verónica nos dice:El apostolado consiste en elegir el modo de vida que Jesús quiere para nosotros, vivirla de la manera más fiel que podamos en su Palabra y ejemplarizar con ello, en esto radica la responsabilidad de llamarse “Cristiano” (la mejor prédica es el modelo). No se necesita ser un erudito en teología, ni ostentar algún título eclesiástico, sólo se necesita disponer con sencillez, y humildad nuestro espíritu a la voluntad del Señor, para convertirnos en instrumentos multiplicadores de su Voz.
Muchas gracias Verónica. Ya te sentimos como integrante de este «caminando juntos» llevando la palabra de Jesús y su mensaje de Amor.
Mis sinceros agradecimientos a todas las personas, quienes conforman “Caminando juntos”, instancia en la cual se nos permite expresar y exponer, nuestros comentarios acerca de la maravillosa “Palabra de Jesús”.
El compartir nuestras reflexiones, sin duda nos hace “caminar juntos” y aprender de todos ustedes es muy enriquecedor para mí.
Como dato anecdótico les contaré que no recuerdo como descubrí este sitio
Estimada Isabel M.:
Permítame felicitarla por su comentario a este trozo del evangelio según Lucas. Yo ya estaba hastiado de leer los comentarios al evangelio de Jesús que publica ese sitio, por su marcada orientación hacia la Teología de la Liberación, ya condenada por la Iglesia. Fue como una bocanada de aire fresco.
Que Dios la bendiga
Isabel Margarita:
Me gustó mucho tu comentario de hoy del evangelio.
La ruptura de la cadena de la fe y la falta de apóstoles que nos ayuden en el reencuentro de ésta, me parecen conceptos muy acertados para entender la situación que vive la Iglesia de hoy y en forma muy particular, la juventud, que vive bombardeada de ideas de consumo, del día a día, sin una proyección hacia el futuro.
Me siento como esos apóstoles, humildes, pero ignorantes para entender a Jesús y para transmitir el mensaje de Jesús dentro de mi entorno familiar, aún cuando todos estamos inscritos y registrados en la fe de nuestra Iglesia.
La rapidez que nos acompaña nuestro diario vivir, el medio contaminado con profusa información, el deseo de triunfar a cualquier costo llevan a nuestra sociedad a no reflexionar sobre las cosas verdaderamente trascendentes, sin pensar que llegamos al mundo desnudos y que al partír nos vamos sólo con una ropa que nos cubre, todos los bienes materiales que se pudieron lograr de nada sirven para el que parte.
Saludos cordiales
Alfredo Acuña A.