Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
23 Oct 21
Lucas 6, 12 -19
Cogió a doce de ellos y los nombró apóstoles
Jesús se retiró a la montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse sanar de sus enfermedades. Los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban sanos; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos.
Tres de los cuatro evangelistas narran cómo fue la elección de los apóstoles, cada uno con su estilo y la propia visión de los hechos. Mateo, es quien nos da certeza, porque fue testigo de los hechos narrados… Mateo, el Publicano, recaudador de impuestos para Roma. Marcos y Lucas recogen más tarde, el testimonio de otros que fueron testigos de los hechos junto a los relatos de los setenta y dos discípulos y las narraciones y documentos que circulaban en las primeras comunidades cristianas de Jerusalén, Grecia y Roma.
Los evangelios de Marcos y Lucas detallan el día antes y el después de esta elección. Jesús pasa parte del día y toda la noche orando a Dios. Al amanecer, llama a sus discípulos y escoge a doce, a quienes llamó, apóstoles, que significa “enviados con autoridad y ciencia”. Todo manifiesta la trascendencia del hecho: incluso el lugar mismo, el monte de las bienaventuranzas.
Con ellos, Jesús desciende del monte y proclama las bienaventuranzas, espíritu y letra de su mensaje/programa ante mucha gente, proveniente de Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón. Vale la pena leer los dos textos que, con Lucas, narran la elección de los Apóstoles: Mateo 10, 1-4 y Marcos 3, 13-19. Un modesto detalle, he estado dos veces en el lugar de los hechos narrados: el Monte de las Bienaventuranzas. La visión emociona, teniendo presente los hechos, la relevancia que Jesús le dio…y poder hoy, sentarse en una ladera de una colina arbolada y contemplar el lago mar de Galilea…es sencillamente inolvidable.
La Iglesia, hoy, también es “enviada” a proclamar el mensaje de Jesús… enviada y misionera, no instalada y en camino. Quizás, hoy no sentados en un lugar tan idílico como el monte de las bienaventuranzas. (“no somos del mundo, pero estamos en el mundo”) cada bautizado tiene el encargo/misión de proclamar el reino de Dios con su palabra y su comportamiento, individual y social… ajustado a las bienaventuranzas, el referente que hoy nos ofrece Lucas.
La gente sabe más de “los mandamientos” que de las “bienaventuranzas”. Esa “falencia” explica mucho de una cierta dicotomía de muchos “creyentes” entre lo que piensan o rezan y cómo actúan en el día a día.
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