Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
13 Sep 10
Lucas 7, 1-10
“Ni en Israel he encontrado tanta fe”
Cuando terminó de hablar al pueblo, Jesús entró en Cafarnaún. Había allí un centurión, cuyo siervo, a quien él estimaba mucho, estaba enfermo, a punto de morir. Como oyó hablar de Jesús, el centurión mandó a unos dirigentes de los judíos a pedirle que fuera a sanar a su siervo. Cuando llegaron ante Jesús, le rogaron con insistencia: “Este hombre merece que le concedas lo que te pide: aprecia tanto a nuestra nación, que nos ha construido una sinagoga.” Así que Jesús fue con ellos. No estaba lejos de la casa cuando el centurión mandó unos amigos a decirle: “Señor, no te tomes tanta molestia, pues no merezco que entres bajo mi techo. Por eso ni siquiera me atreví a presentarme ante ti. Pero con una sola palabra que digas, quedará sano mi siervo. Yo mismo obedezco órdenes superiores y, además, tengo soldados bajo mi autoridad. Le digo a uno: «Ve» , y va, y al otro: «Ven» , y viene. Le digo a mi siervo: «Haz esto» , y lo hace.” Al oírlo, Jesús se asombró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, comentó: “Les digo que ni siquiera en Israel he encontrado una fe tan grande.” Al regresar a casa, los enviados encontraron sano al siervo.
El episodio que Lucas nos presenta hoy es un himno a la fe de un centurión en el poder salvador de Jesús. No leemos nada acerca de la fe del pueblo de Israel, pero sí de la gran fe de un romano.
Palestina, en el Siglo I, estaba bajo el poder del Imperio Romano. El control de la ciudad de Cafarnaún estaba a cargo de un centurión, que era un oficial de carrera al mando de cien soldados. Cuando el centurión oye acerca de Jesús, tanto sobre su enseñanza como de sus milagros, y reconociendo en Él una autoridad superior, se decide a pedir por la salud de su siervo moribundo.
En un primer momento, envía como emisarios a los dirigentes judíos. Éstos tienen al oficial romano en alta estima, ya que a pesar de ser un pagano y miembro del ejército de ocupación, ha construido para el pueblo una sinagoga. Es lo que llamaríamos un hombre “temeroso de Dios” y que ama al pueblo de Israel.
A continuación envía a unos amigos y a través de ellos pide a Jesús que no llegue hasta su casa sino que simplemente ordene que la enfermedad se vaya. Con esta petición está expresando dos cosas: en primer lugar, que conoce la cultura judía pues sabe que ningún judío piadoso puede entrar en la casa de un gentil sin contaminarse y no quiere que Jesús incurra en “impureza” legal; y en segundo lugar está colocando a Jesús como autoridad máxima, aún sobre el imperio romano al cual él representa.
A su vez, Jesús reconoce en él al hombre de fe y así lo expresa: “ni siquiera en Israel…”
La fe del centurión es modelo para nosotros. Él reconoce y respeta a Jesús como diferente. A él, romano, le basta creer en Jesús, un judío, para que el milagro se lleve a cabo. Pero a nosotros no nos basta. Buscamos seguridades en lo que vemos y tocamos. Buscamos seguridades en lo que nos resulta conocido y no en aquello que pertenece a otras culturas. Buscamos seguridades sólo en aquello que nos ofrece nuestra Iglesia y no nos abrimos a la novedad del otro y la otra…
Estamos tan encasillados en lo que siempre hemos tenido por cierto, en nuestras propias verdades, que lo diferente nos descoloca y en muchos casos lo estigmatizamos. Pensamos que otras religiones no son tan válidas como la nuestra y no las respetamos… las vemos como “paganas”. El centurión pudo haber considerado a Jesús como un “pagano”, pues no adoraba a los dioses romanos… pero sin embargo se abrió a la novedad y por eso su fe es alabada.
¡Que tengamos la misma fe que el centurión!
Desde Olivares (Sevilla)-España.
Corina J. Varela G., reciba un abrazo y una más que fraterna felicitación. Claro que debiéramos como mínimo ser todos unos “centuriones”, y más ahora que resalta el odio a las otras creencias.
Es mi “pasaje o episodio” (como se le quiera llamar), preferido de la Biblia.
Muchas gracias por esta hermosa lectura del Evangelio del Lunes 13 de Septiembre del año en curso, correspondiente a Lucas, 7, 1-10. Permítanme felicitarlos por esta acertada idea de proclamar la palabra del Señor por esta vía moderna, ya que así muchos tendremos la oportunidad no sólo de escuchar y leer la palabra sino también de reflexionar y meditar sobre el espíritu de del mensaje y que muy acertadamente lo hacen los colaboradores de esta misión evangelizadora.
Estoy sorprendido por la cifra que ustedes me han indicado sobre el número de personas que reciben la cartillas de evangelización y/o leen en esta página Web. Los felicito por atreverse a dar en sus reflexiones un enfoque más realista acorde a lo que acontece en la vida real. Felicitaciones y ojalá esta cruzada siga creciendo y proclamando la palabra del Señor.
Estos mensajes del Evangelio y su reflexión hecha por laicos vienen a llenar un vacío que tanta falta nos hace para comprenderlo y ser nosotros mejores cristianos.
Quero felicitar, por tan maravillosa lavor. La cual podemos ser edificadas tantas personas, atravez de este medio.
Muchas gracias.
Un saludo, desde España.
Rosa Garcia.