Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
14 Sep 13
Lucas 7, 36-50
Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor
Uno de los fariseos le pedía que comiera con él; y entrando en la casa del fariseo, se sentó a la mesa. Y he aquí, había en la ciudad una mujer que era pecadora, y cuando se enteró de que Jesús estaba sentado a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y poniéndose detrás de El a sus pies, llorando, comenzó a regar sus pies con lágrimas y los secaba con los cabellos de su cabeza, besaba sus pies y los ungía con el perfume. Pero al ver esto el fariseo que le había invitado, dijo para sí: Si éste fuera un profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, que es una pecadora. Y respondiendo Jesús, le dijo: Simón, tengo algo que decirte: Y él dijo: Di, Maestro. Cierto prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó generosamente a los dos. ¿Cuál de ellos, entonces, le amará más? Simón respondió, y dijo: Supongo que aquel a quien le perdonó más. Y Jesús le dijo: Has juzgado correctamente. Y volviéndose hacia la mujer, le dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Yo entré a tu casa y no me diste agua para los pies, pero ella ha regado mis pies con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me diste beso, pero ella, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite, pero ella ungió mis pies con perfume. Por lo cual te digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho; pero a quien poco se le perdona, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados han sido perdonados. Los que estaban sentados a la mesa con El comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste que hasta perdona pecados? Pero Jesús dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vete en paz.
Imaginemos la escena: Simón, un fariseo, que es el perfecto cumplidor de la ley y cuya casa es considerada un lugar puro y honrado, ha invitado a Jesús a comer… y de pronto irrumpe en la escena una mujer, conocida en el pueblo por ser una pecadora, y se pone a los pies de Jesús. La mujer, cuyo nombre no conocemos, rompe un frasco de caro perfume para ungir a Jesús y luego procede a lavarle los pies con sus lágrimas y secárselos con sus cabellos. Supongo que todos los invitados se sintieron escandalizados por su acción, y a modo de ejemplo el evangelista recoge los pensamientos de Simón: “si este fuera profeta…” Y así, en una sola frase, conocemos el juicio que el fariseo hace tanto de la mujer como de Jesús.
A propósito del juicio infundado, permítanme una pequeña digresión: quiero detenerme un momento para decir que muchas veces he oído homilías y explicaciones sobre este texto y sin faltar todos los hombres que lo han comentado se han referido a la mujer del perfume como prostituta… El texto nos dice que ella una pecadora conocida, pero automáticamente se supone que el pecado de una mujer tiene que ser algo relacionado con el sexo… ¡y específicamente con el comercio sexual!! Sin embargo cuando Pedro le dice a Jesús que él es un pecador (Lc 5, 8), nadie piensa que su pecado tenga que ver con el sexo.
Volviendo al texto, Jesús sí sabe quién es y a diferencia de los demás presentes, descubre en el gesto de la mujer un amor limpio y una fe agradecida. El Maestro ilumina a Simón a través de una breve parábola ayudándolo a sacar él mismo la conclusión: de dos deudores, a los cuales un prestamista perdona la deuda, “¿cuál de los dos lo amará más?”… La mujer del perfume ha sido perdonada de una deuda enorme y por eso manifiesta tanto amor. Los dos, la mujer y el fariseo, son objeto de la misericordia de Dios, pero su respuesta es diferente. El hombre puro, riguroso cumplidor de la ley, no conoce los caminos de la gratitud y del amor. La mujer pecadora, que todos juzgan porque está fuera de la ley, es la que demuestra mucho amor.
Todos nosotros corremos el riesgo de actuar como Simón. Muchas veces tenemos una formación espiritual “farisaica” basada en el cumplimiento de leyes y prácticas externas de piedad y, como consecuencia de esa formación errada nos damos el lujo de juzgar, clasificar y despreciar a otras personas a las que consideramos “pecadoras”.
Reflexionemos sobre esta mujer, pecadora, que ha sido elegida como ejemplo de confianza en Dios y adhesión a Jesús: “Tu fe te ha salvado”. Al final, Jesús la despide con esta certeza: “Vete en paz”, y la mujer del perfume deja el recinto reconciliada consigo misma y con la vida. ¿Y el fariseo…?
El Amor es más fuerte que las doctrinas fariseas, si existe amor en el corazón de los hombres no se equivocarán jamás en elegir el camino exacto.
El amor lleva implícito verdadera la justicia.
Nadie que conozca el Amor podrá menospreciar, discriminar, o actuar contra un hermano.
La fe, el creer en este amor profundo, sana y devuelve la vida al alma, la acerca a la plenitud, y regocija el espíritu.
Jesús no nos pide solidaridad, dádivas, y falsa caridad, Él nos pide JUSTICIA, pero “JUSTICIA BASADA EN EL AMOR”