Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
23 Sep 17
Lucas 8, 1-3
«Algunas mujeres acompañaban a Jesús y le ayudaban con sus bienes»
Y sucedió a continuación que iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.
“Bendito sea Dios, porque no me ha creado gentil, porque no me ha creado mujer, porque no me has creado ignorante”. Esta era una oración cotidiana de los hombres judíos, en la misma época que Jesús vino a hablarnos de una sola humanidad, conformada por hombres y mujeres iguales en dignidad, con el derecho a ser amados y con el deber de amarnos unos a otros; prometiéndonos además la plenitud y eternidad de nuestro espíritu en el Amor Absoluto.
Las mujeres de entonces, consideradas posesiones intercambiables, no tenían derechos a conocer la “ley” _ “Sean quemadas las palabras de la Torá, antes que ser confiadas a una mujer” _ y sí esta era la única manera de educarse, ellas permanecían en la más estricta ignorancia, asumiendo así su “inferioridad”.
La Palabra revolucionaria de Jesús, altera este “fundamentalista” sistema, en relación con el poder político y social de aquellos tiempos y muy especialmente en lo concerniente a las mujeres. Él las hace partícipes de cada momento importante de su vida, las convierte en sus amigas y sus acompañantes; les enseña la “Palabra”, dando paso también con ellas a las primeras comunidades cristianas, en donde se comentará y seguirá esta renovadora filosofía basada en el amor, la verdad y la justicia, de la que ellas no tenían noción.
En este pasaje del evangelio, Jesús se hace acompañar por los apóstoles y por mujeres, entre ellas, Magdalena, Juana, Susana y otras que le atendían con sus propios recursos; perdonadas de sus pecados y liberadas de sus demonios; lo que constituye una necesidad inherente a nuestra condición humana, independientemente si se trata de un hombre o mujer. Todos tenemos nuestros “demonios” y liberarnos de ellos es, aunque necesario, un conflicto de fe y de conciencia.
Jesús hace testigo y partícipe a la mujer de su vida. Nace de una mujer sencilla, quien está presente en los episodios más importantes de su existencia terrena, siendo la crucifixión, a su vez, el más desgarrador, porque, aunque el dolor no es comparable, se considera que el sufrimiento y muerte de un hijo, no tiene parangón.
Cuando Pedro lo niega tres veces, otras mujeres a los pies de la cruz le acompañaron siempre.
El momento más relevante de la historia de Cristo es su “Resurrección”, porque es una manifestación clara de su divinidad; él, la revela antes que, a nadie a una mujer, María Magdalena, quien le lloraba en su sepulcro.
Después, en los albores del cristianismo, eran ellas las mensajeras, las que ocultaban a los primeros cristianos en sus casas y formaban parte importante de estas primeras comunidades cristianas; a escondidas, protegiendo, cuidando, alimentando a sus seguidores. Jesús sembró así, en tierra fértil.
Muchas mujeres acompañan ahora mismo a Jesús, proclamando y viviendo en la profundidad del Amor Absoluto, en sus conquistas laborales, como madres, en el trabajo cotidiano, como apóstoles de la Verdad, como protectoras de la vida y de la tierra, en sus demandas de Justicia, y tantas veces sometidas a injusticias…
En cuanto a la religión católica actual, son mujeres las que en su mayoría acuden a los templos; son generalmente ellas, las que ponen cirios y flores frescas en sus altares; conforman, además, mayorías en los coros y con sus voces, elevan al cielo las plegarias de sus pueblos, también en las “Comunidades de base” predomina el género femenino. Tantas veces organizan y administran las finanzas de las parroquias; y no son menos, las que estudian, se preparan y profundizan el pensamiento cristiano. Pero la jerarquía eclesiástica sólo está constituida por varones.
Son también mujeres, las monjas que llegan a los lugares más apartados del planeta evangelizando, pero también viviendo y sufriendo la problemática de cada pueblo, escuchando, ayudando y viviendo como lo hizo Cristo, en la sencillez y austeridad; alejadas de la vanidad, del consumo y del poder mundano.
Magdalenas, Susanas, Juanas…, mujeres… ¡vivimos en el corazón del Amor!
Muy buen evangelio nos recuerda a las mujeres el mandamiento del amor en toda su plenitud. Somos las mujeres un gran soporte en momentos criticos de la vida.
El gran Dios nos regala esa fuerza para ayudar a levantarse en momentos dificiles.
Debemos enseñar a cargsr esa mochila pesada que nos toca con amor