Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
19 Sep 11
Lucas 8, 1-3
Agunas mujeres acompañaban a Jesús y le ayudaban con sus bienes
“Y sucedió a continuación que iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce. Y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y muchas otras que les servían con sus bienes”.
¿De cuántos “demonios” nos liberamos gracias a la fe? ¿Cuántas veces, nosotras, mujeres, hemos sido acusadas de histéricas y enfermas mentales por defender los derechos humanos, defender a alguien de injusticias, dejar de querer a alguien, no aceptar sueldos más bajos, etc.? ¿De cuántos espíritus malignos nos liberamos por seguir a Jesús? Son preguntas que nos molestan porque suenan anacrónicas. Es como si hoy eso no sucediera. Sin embargo, ¿cuántas veces necesitamos que Jesús nos atienda y nos conforte?
Hay tres focos que nos llaman la atención en esta lectura: anunciar el Evangelio del Reino de Dios; salvación/sanación de espíritus malignos y enfermedades; la supervivencia de Jesús y su grupo.
De su anuncio del Reino y su pasión por las cosas del Padre, conocemos bastante, nunca lo suficiente pero siempre involucrados por ellos; curar es uno de los signos de ese mismo Reino, aunque no plenamente realizado. Llama la atención y nos anima el espíritu el valor, la generosidad y la solidaridad de aquellas mujeres, una, por lo menos, muy cercana al poder judío/romano.
Siempre nos sorprende la facilidad con que Jesús y su grupo más cercano se trasladaban de un sitio a otro, verdad que sin mucho conforto. ¿Cómo podían hacerlo, con qué plata compraban comida? ¿Dónde se albergaban? Si no hubiera existido la donación de mujeres con recursos financieros el movimiento de Jesús podría haberse disminuido.
No olvidemos que la encarnación era de verdad, Jesús se despojó de su condición divina como dice la carta de Pablo a los filipenses, por lo tanto, no habían ángeles volando a la tierra para ayudar a Jesús. Él formaba parte del mundo humano y terreno para anunciar personalmente el Reino de Dios.
Bien, Jesús también dependía de la solidaridad y de la generosidad de sus amigas y amigos, como Lázaro, Marta y María, y de las especialmente nombradas María de Magdala, Juana y Susana, que se arriesgaban mucho para mantener “materialmente” la misión de Jesús.
Vivo en una ciudad (Río) cuyo símbolo más profundo, conocido y alabado es una imagen del Cristo Redentor, imagen ésta que cumple 80 años el próximo mes de octubre. Mirándolo de lejos, con los brazos abiertos para todos y todas, le pido que nosotras, mujeres de hoy, seamos dignas herederas de Magdalena, Juana y Susana, manteniendo vivo el movimiento de Jesús y su misión, anunciar el Reino.
Que cumplamos el mandato de Jesús de participar en la redención del mundo, y no nos olvidemos que los/las que constituyeron la primera Iglesia eran laicos y laicas.
Jesús aparece resucitado por primera vez a algunas mujeres, y los apóstoles no les creen, luego van a ver también. Hoy muchas veces aún es así en nuestra participación en la Iglesia. No nos importemos. Sigamos. Somos igualmente herederas de la misión y del movimiento de Jesús. Que Él nos ilumine y conforte el corazón, que Él nos sane de las dudas y del miedo. Amén.
¡Qué hermosa reflexión y qué cierto lo que nos dice Davina recordándonos «que la primera Iglesia era laica».
Esa es la verdadera Iglesia, no hay otra. Lo que tenemos hoy después de 2000 años son organizaciones humanas para «ayudar» a extender el Reino. Estas instituciones monopolizaron el camino a Dios y se convirtieron en obstáculo muchas veces. «Administradores de la Gracia» pero exclusivas y excluyentes.
LA ULTIMA IGLESIA ES LAICA.
Yo les comento a hermanos en diferentes congregaciones. «Uds. son dependientes de una organización, y no de su relación personal con Dios.»
«El día de mañana se cierran los templos por ley, ¿se acabaron los cristianos ?» «¿ Dependen de un cargo o puesto en esa organización para sentir que sirven a Dios ?»
La Iglesia debe fortalecerse y preparase por si algún día cae o desaparece la organización.
En ese día, ustedes pastorearan al rebaño como laicos que ya lo hacen hoy
El cardenal Mauro Piacenza, Prefecto de la Congregación para el Clero, en entrevista del 19 de septiembre pasado (Zenit.Org.), entre otros conceptos sobre el rol de la mujer en la Iglesia ha dicho lo siguiente
Las mujeres tienen un papel importantísimo en el Cuerpo eclesial y podrían tener otro más evidente todavía. La Iglesia fue fundada por Cristo y no podemos determinar, nosotros los hombres, su perfil, por tanto la constitución jerárquica está ligada al Sacerdocio ministerial que está reservado a los hombres. Pero, absolutamente nada, impide valorar el genio femenino en papeles que no está ligados estrechamente en el ejercicio del orden sagrado. ¿Quién impediría, por ejemplo, que una gran economista fuera la jefa de la Administración de la Sede Apostólica? ¿o que una periodista competente se convirtiera en la portavoz de la Sala Stampa Vaticana?
Sin embargo, en cuanto al rechazo absoluto a acceder a la ordenación sacerdotal de la mujer señaló: como todos saben, la cuestión ya fue afrontada por Pablo VI y el Beato Juan Pablo II y éste, con la Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis de 1994, cerró definitivamente la cuestión: “Con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos, declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”.
En mi opinión, en pleno siglo XXI, nuestra Jerarquía sigue auto asignándose el poder absoluto de la verdad y ser el exclusivo interpretador y portador de Dios. ¿Qué nos diría Jesús al respecto? Es lamentable. No deseo agregar otro comentario. Muchas gracias Davina por tu reflexión y defensa del rol de la mujer.
Jesús nos ha llamado a “todos”, sin excepción a participar de su “reino”, a todos nos hace partícipes de su Amor y nos promete el gozo en su plenitud al final de los tiempos.
¿Qué es lo que nos une a todos los que nos llamamos “Cristianos”?. Sin duda es el Amor a Dios, al bien y a la verdad, y el testimonio vivo de su Mensaje a través de la sagrada Palabra de su hijo Jesucristo.
Hombres y mujeres, clero y laicos, sabios e ignorantes, pobres y ricos, santos y también pecadores, todos hemos sido llamados.
El “camino”, se nos hace difícil en los tiempos actuales, cuando el “mal” impone múltiples tentaciones; practicar la sencillez, la humildad, la bondad, el perdón, cuando la sociedad valora la soberbia, el orgullo, la opulencia, la agresividad, el egoísmo y egocentrismo, es complicado, por decir lo menos. Y lo que es peor, nuestra Iglesia que debiera ser nuestro referente, ha caído muchas veces en graves faltas ahora y también a través de su historia.
Hasta el siglo XIX, la Iglesia tenía un gran poder político y social sobre todo el mundo occidental; a los tiempos de hoy este ha ido menguando, sin embargo aún existe un manejo de poder; lo doloroso es este se ejerce en el nombre Dios, lo que provoca rebeldía y desesperanza, por que al común de las personas les cuesta separar la “Palabra de Jesús” de la “institucionalidad eclesial”, ocasionando la deserción de mucha gente de la Iglesia Católica.
Al manejarse la Iglesia con convencionalismos y doctrinas un poco discordante al cambio de los tiempos, al no educar a su pueblo en la genuina razón de su existencia, que es la “Palabra de Jesús”, está perdiendo adeptos, y es algo paradójico, pues a mi modesto parecer, la gente se vuelca en la búsqueda de vida espiritual, en distintos tipos de sectas y corrientes filosóficas, (a veces un poco disparatadas,) que proliferan cada vez más.
Pero existen esperanzas, nosotros mismos reconociendo nuestras falencias como Iglesia, jóvenes que por Amor entregan su vida al servicio de los demás, laicos que evangelizan, religiosos que llegan a lugares casi inaccesibles entregando la “Palabra”, religiosas que continuamente están presentes ante las necesidades de los más vulnerables, son algunas muestras que en la humanidad vive Jesús.
Unámonos en nuestras ideas que convergen en el Amor a Dios, los criterios divinos son tan diferentes a los nuestros, que hay que tener fe en los designios del Padre.
Todos y cada uno somos Iglesia.
¡¡Tendrán que existir grandes cambios!!, en los que acompañaremos a Jesús todos juntos como una Juana, como una Susana, como Magdalena, como los apóstoles; en donde se forjen comunidades en las cuales todos tengan el mismo derecho a participar y compartir la palabra del Señor; probablemente ninguno de nosotros los verá, pero invito a no perder la fe, ni la esperanza, ..…..….y como Iglesia volver a empezar……
Verónica,
Excelente tu comentario. Aportas un gran conocimiento de nuestra historia de la Iglesia y las debilidades en cuanto es dirigida por hombres, imperfectos y sujetos a todos los defectos de laicos. Vanidad, soberbia,falta de objetividad, ser más humildes y sencillos como Jesús.
Tus comentarios son siempre esperados y muy bien recibidos por nuestros lectores. Es para nosotros un gran aliento y signo de esperanzas que existas cristianos católicos como tú, que buscan en las palabras y mensaje de Jesús la guía y orientación para contribuir en la construcción del Reino en el ahora, en el aquí y partiendo por nuestro entorno.
Termino repetiendo tus sabias palabras:»Todos y cada uno somos Iglesia.
¡¡Tendrán que existir grandes cambios!!, en los que acompañaremos a Jesús todos juntos como una Juana, como una Susana, como Magdalena, como los apóstoles; en donde se forjen comunidades en las cuales todos tengan el mismo derecho a participar y compartir la palabra del Señor; probablemente ninguno de nosotros los verá, pero invito a no perder la fe, ni la esperanza, ..…..….y como Iglesia volver a empezar……»