Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
22 Sep 18
LUCAS 8, 4-15
Los de la tierra buena son los que escuchan la palabra, la guardan y dan frutos perseverando
Habiéndose congregado mucha gente, y viniendo a él de todas las ciudades, dijo en parábola: “Salió un sembrador a sembrar su simiente; y al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino, fue pisada, y las aves del cielo se la comieron; otra cayó sobre piedra, y después de brotar, se secó, por no tener humedad; otra cayó en medio de abrojos, y creciendo con ella los abrojos, la ahogaron. Y otra cayó en tierra buena, y creciendo dio fruto centuplicado.» Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga.» Le preguntaban sus discípulos qué significaba esta parábola, y él dijo: «A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás sólo en parábolas, para que, viendo, no vean y, oyendo, no entiendan. «La parábola quiere decir esto: La simiente es la Palabra de Dios. Los de a lo largo del camino, son los que han oído; después viene el diablo y se lleva de su corazón la Palabra, no sea que crean y se salven. Los de sobre piedra son los que, al oír la Palabra, la reciben con alegría; pero éstos no tienen raíz; creen por algún tiempo, pero a la hora de la prueba desisten. Lo que cayó entre los abrojos, son los que han oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a madurez. Lo que, en buena tierra, son los que, después de haber oído, conservan la Palabra con corazón bueno y recto, y dan fruto con perseverancia.»
Éramos cerca de un centenar los asistentes, un tercio de ellos menores de treinta, el más joven, de once, expresándose en grupos pequeños, con toda seriedad, sobre hechos de su vida que provocaban en él una reacción crítica. Se trataba del quinceavo Encuentro Latinoamericano del MIAMSI que se desarrollaba en Cochabamba, Bolivia. Los organizadores habían hecho una apuesta atrevida: que cada adulto llegara acompañado de uno, dos, o más jóvenes. Que un movimiento que fue pensado para adultos con vocación y capacidad de transformar la sociedad donde están insertados, hoy diezmados por razones demográficas, pero capaces de ampliar las metas hacia generaciones de millenials, tierra fértil para asumir responsabilidades en “El cuidado de nuestra casa común”.
Esta parábola del sembrador aparece también, con ligeras variantes en Mateo 13,1-9 y en Marcos 4, 1-9. En los tres, el mismo Jesús explica que sus pastores, convertidos en agricultores, pero poco motivados, no hacen el menor esfuerzo en materia de ecología. Lanzan la semilla a la buena de Dios, si se me permite este dicho, sin retirar previamente las piedras, sin controlar con un azadón el crecimiento de los espinos, sin cavar canaletas para regarlas las plantaciones
Antiguamente, los que todavía éramos jóvenes, en nuestras reuniones del Miamsi nos quedábamos hasta tarde compartiendo charlas, guitarreos y cantos, “pachanguitas” como les decíamos en nuestro brasilero y castellano internacionales. Ahora, preferimos no trasnochar, dejando a los jóvenes compartiendo las realidades de sus respectivos países, ensayando los bailes propios de su región. Ellos son la tierra abonada, capaz de escuchar a los expositores sin perderse detalle de los Power Points, aportando preguntas y comentarios en los plenarios, con un corazón bien dispuesto para retener las enseñanzas y dar fruto.
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