Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
30 Sep 08
Lucas 9, 5i-56
Tomó la decisión de ir a Jerusalén.
Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente a Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: “Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?”. Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.
Jesús los llamaba Bonaerges, hijos del trueno. Eran jóvenes impetuosos, habituados a tomar iniciativas facilitadas por su status social. Su padre, Zebedeo era, guardando las proporciones, un empresario pesquero y armador. Su madre, Salomé, era prima de Maria, madre de Jesús.
Salomé pidió a Jesús un lugar privilegiado en su Reino, para Juan y Santiago. Una ubicación que cualquier progenitor, incluyendo quien escribe, desearía obtener para sus propios hijos: la mejor educación, acceso al arte, a los deportes, a viajes, a becas, facilitadas por sus “conexiones”, sin medir el daño que tanto privilegio – sin una formación valórica – puede significar para sus hijos y para los que quedaron marginados.
Juan y Santiago quisieron vengar la afrenta hecha por los samaritanos. Igual que el dueño de una tienda al que se le acabó la paciencia después del cuarto asalto: en la quinta oportunidad, estará preparado para hacer justicia con su propia mano y algún pobre diablo, tal vez drogado, que la vida dejó al margen y sin oportunidad de humanizarse, quedará tendido en la calle, en un charco de sangre.
Por otra parte, un informe documentado nos hace tomar conocimiento de al menos cinco casos de peruanas embarazadas a quienes se les niega atención médica, en diferentes consultorios de Santiago, por carecer de cédula de identidad chilena. Una de ellas da a luz en el baño del lugar.
No seguiré enumerando situaciones de marginación, de injusticia estructural, de privilegios que no cuestionamos porque han sido nuestros desde siempre o bien, porque “los merecemos”, porque para eso trabajamos y nos esforzamos y fuimos capaces hacer fructificar las oportunidades que se nos presentan.
– ¿Cómo reaccionamos ante cada uno de estos hechos que suceden hoy en nuestro entorno?
– ¿Cómo actuó Jesús con los hijos del trueno?
En primer lugar, los reprendió por querer vengarse de la gente de Samaria, el pueblo vecino y despreciado por los judíos.
No se conocen las palabras que usó Jesús, pero sabemos que les enseñó con su ejemplo. No condenó ni marginó a los samaritanos. Al contrario, los dignificó (Jn. 4, Lc 10, 29)
En segundo lugar, distinguió a los hijos del trueno quienes fueron, junto con Pedro, sus tres discípulos amados, testigos únicos y privilegiados de su gloria, en la transfiguración, y su debilidad, en la agonía en el huerto.
Pero también les exigió beber de su mismo cáliz si deseaban alcanzar un lugar de privilegio, sin, por otra parte, prometerles nada a cambio. Porque el que quiera ser grande, debe servir. Y los dones de Dios son gratuitos.
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