Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
18 Ene 20
Marcos 1, 29-39
“Curó a muchos enfermos de diversos males”
«Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles. Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían. De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan.» El les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido.» Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.»
En este pasaje podemos ver a Cristo sanando, una y otra vez, sanando de enfermedades físicas como de males espirituales. La Palabra nos relata como atiende a cercanos, pero también a desconocidos, y todos ellos son curados por Jesús. Pero pareciera que El se agota, que quiere hacer más que liberar a sus hermanos del sufrimiento, sino que también quiere predicar, hacerse oír en medio del tumulto y la vorágine, donde un mundo lleno de enfermos lo busca y lo presiona para buscar cura.
Jesús quiere contar a lo que viene, quiere enseñarnos, no solo liberarnos de nuestros sufrimientos. Pero nosotros, hace 20 siglos y hoy en dia, acudimos a El principalmente para solucionar nuestros problemas, sin oírlo ni aprender de Él. Y lo puedo decir porque hoy veo como, a pesar de estudiar y proclamar el Evangelio, muchos no hemos aprendido nada…no somos capaces de mirar al otro con amor, aun cuando sean “enemigos”, proclamamos que nos importa la vida pero nos preocupamos primero de lo material, decimos que defendemos la fe, pero nos quedamos encerrados entre las paredes de iglesias casi vacías, hacemos oídos sordos a sistemas injustos y abusivos, pero defendemos un espejismo de paz que se ve en nuestras calles protegidas.
Cristo no solo vino a curar, sino a predicar, a que escuchemos atentos su enseñanza, que hoy podemos repasar en las escrituras sagradas. Y podremos leer, y meditar, que Cristo compartía con pobres y con los ricos, es cierto, pero principalmente estaba con los que sufren, con los enfermos y los endemoniados (¿se han preguntado quienes serán los endemoniados de hoy?)
Jesús dedicó su vida a acompañar a los que estaban más abajo en la escala social, a los olvidados, a los discriminados, a los sin privilegios, y nosotros los católicos nos hemos olvidados de ellos, salvo hermosas excepciones. No se trata de darle una limosna al discapacitado de la esquina, no se trata de donar una cantidad de dinero a comedores, se trata de donarnos a nosotros mismos, de dar nuestro tiempo, ceder nuestro lugar, buscar mejoras para los que sufren.
Hace un tiempo una conocida compartía en un encuentro diciendo que se avergonzaba de tantos privilegios que tenía, que no entendía porque tenía tanto y otros tan poco. Pero con dolor muchas veces la vi exigir esos privilegios, la vi escoger los mejores lugares en peregrinaciones, pedir los turnos más fáciles para ella y sus conocidos en servicios para encuentros masivos de la Iglesia, y usar sus contactos para obtener beneficios tan pequeños, pero que habrían sido tan grandes para otros, como un poco de sombra, una silla más cómoda, una vela más bonita. Y descubrí que yo también lo había hecho en incontables ocasiones. Y que no había aprendido nada de desprenderse, no de lo que me sobra, sino de lo que me duele desprenderme.
Hoy en mi país veo esa lucha por defender privilegios. Y me duele…me duele ver tan pocos católicos consolando heridos y tantos desgarrando vestiduras por pérdidas materiales. Este dolor es independiente del color político, porque veo servidores públicos obligados a reprimir, agotados y atrapados en una espiral de violencia, y veo a muchachos que han sufrido tanto que ya no les importa perder la vida o ser mutilados, veo dolores inmensos que se fueron acumulando por décadas y décadas y no las supimos ver.
Debemos estudiar lo que Jesús nos dice y luego salir a las calles y a las casas olvidadas, a predicar y a sanar, a buscar a los que sufren, a escuchar a los que necesitan ser escuchados, a utilizar nuestros espacios de privilegio para lograr el bien común, a dejar flores donde otros quieren poner odio, a contar lo que Jesús nos enseñó en esas prédicas que tanto ansiaba decir mientras sanaba, a mostrar que nuestra Iglesia, la que conformamos todos nosotros, está viva y pendiente del dolor de todos, sin excepción, pero principalmente de los más indefensos y necesitados.
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