Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
31 Dic 16
Marcos 1, 7-11
«Tu eres mi hijo amado, mi predilecto»
Y proclamaba: «Detrás de mí viene uno que es más fuerte que yo; y no soy digno de inclinarme y desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado con agua, pero él les bautizará con Espíritu Santo.» Por aquel entonces vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba sobre él. Entonces se oyó una voz que venía de los cielos: «Tú eres mi Hijo amado; en ti me complazco.»
Cada vez que se evoca la imagen de Juan Bautista, viene a nosotros la escena del bautizo de Jesús, llena de humanidad, mostrada en un acto tan terrenal como es el bautismo en agua, y tan Divina como la representación del Espíritu Santo y las palabras de Dios mismo destacando su complacencia por su Unigénito. Dios se hizo carne para estar entre nosotros, y fue hombre en tal medida que cumplió con todos los preceptos de la Ley, hasta este momento en que se revela ante las tradiciones y decide realizar un acto desafiante, al aceptar ser bautizado por Juan en aguas del Jordán. Para aquella época, aceptar esta liturgia tan lejos del Templo y de las tradiciones, seguramente fue un acto deliberadamente hostil; sin embargo, no sólo aceptable para su Padre sino que proclamado desde lo alto.
Desde entonces, la imagen de «Hijo Predilecto», se encarna en Jesús, representando para todos nosotros lo importante que es hacer la voluntad de nuestros padres. ¿Qué será entonces lo que nuestros padres quieren para nosotros? En lo mundano, todo padre anhela «lo mejor» para sus hijos -visto desde su perspectiva- y está en nosotros reflexionar para aceptar si fuimos buenos hijos o no cumpliendo con nuestros padres; en lo Divino por otra parte, nuestro Padre anhela sólo dos cosas de nosotros: Que lo amemos con toda nuestra fuerza, nuestra mente y nuestro corazón, y que amemos al prójimo como a nosotros mismos.
Es sabido que no es tarea fácil complacer a nuestros padres, ya que no siempre es posible alcanzar en la vida lo que se esperaba de nosotros. Por otra parte, en lo espiritual complacer a Nuestro Padre,… quizás sea más difícil aún; por esto, sólo es posible hacerlo aceptando a Jesús en nuestros corazones y recibiendo al Espíritu Santo en nuestra vida.
En lo mundano, desde tiempos inmemoriales, los hijos hemos querido hacer nuestras propias vidas, tomando nuestras propias decisiones sin siquiera pensar en nuestros padres. Tal es el impulso de vivir, que comúnmente lo último en que estamos pensando es en convertirnos en «Hijos Predilectos». Pero más aún, ¿hacemos algo por acercarnos a ese modelo de Hijo Predilecto que es Jesús? Veamos.
Ser visto como alguien Predilecto, a ojos de Dios, no es tarea fácil, pues debemos optar por un modelo de vida que a la luz de lo que en el mundo moderno se considera «exitoso» parece más bien anticuado. Amar a nuestros enemigos, dar la otra mejilla, desapegarnos de los bienes materiales, confiar en el prójimo, perdonar y olvidar,… nada fácil. Y es la crítica que recibimos la que pronto se hace sentir, porque mantener nuestra fe a pesar de todo lo que se ve en este mundo no es fácil. Porque el sentirnos bautizados no sólo es una condición; sino sobre todo, una acción.
Por esto, acercarnos a ser «Hijos Predilectos» se trata sobre todo de realizar actos concretos, acciones específicas sobre las que nuestro prójimo se pueda sensibilizar y pueda inspirarse. Soy un convencido que cada persona en el mundo es un ser único, irremplazable e irrepetible, una criatura perfecta de Dios, que puede lograr impacto profundamente transformador sobre quienes lo rodean. Pero no todos podríamos decir con el corazón en la mano, que nos sentimos «Hijos Predilectos». Para lograr esto, aceptemos el Amor de Nuestro Padre y permitamos que éste llegue a través nuestro hacia nuestro prójimo más cercano: nuestros hijos, familiares, amigos y colegas. Y seamos capaces de actuar con fe, día a día, para la construcción del Reino de Dios. Actuemos tal como somos, bautizados en el Espíritu Santo y hagamos que nuestro ejemplo contagie al prójimo fluyendo, cual aguas del Jordán, en nuestro cristiano caminar.
Respecto de «sentirse hijos predilectos», Juan el precursor estuvo en los brazos de María, convivió con los animales en los mas inhóspito del desierto, vivió en ayuno, en oración, murió cruelmente decapitado, no obstante tuvo y obtuvo un lugar de predilección. Hay momentos que en este peregrinar, sentimos esa predilección cuando nos llenamos de ese amor inefable, cuando descendimos en la nada que somos….pareciera que somos iluminados
Yo tengo otra imagen del ¨¨de hijo predilecto.
Estos últimos años me he dado cuenta de lo mucho que DIOS me quiere y lo he podido comprovar,he dejado de lado lo material no es algo que me atraiga, pero si lo espiritual y en este aspecto he recibido bendicines a diario en mi vida,ellos se llaman nietos chicos y grandes, que pasan con nosotros y son nuestras vitaminas, a una enfermedad que llegó para quedarse y nunca renegamos de ella la cogimos como amigable (un cáncer a mi esposo) solo le dijimos aDIOS que se haga tu voluntad y el la ha hecho no sabemos hasta cuando, pero es otra bendición Todos estos regalos no merecido me hacen sentir una hija predilects de DIOS, y mi respuesta a esto es ver de que manera devuelvo la mano y muy simple amando y sirviendo a lo que lo necesitan estar siempre dispuestos a soliradizar,escuchando,cobijando y cuando uno ama como JESÜS nos ama,debemos hacer lo mismo