Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
21 Feb 14
Marcos 10, 1-12
“Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”.
Jesús dejó aquel lugar y se fue a los límites de Judea, al otro lado del Jordán. Otra vez las muchedumbres se congregaron a su alrededor, y de nuevo se puso a enseñarles, como hacía siempre. En eso llegaron unos (fariseos que querían ponerle a prueba,) y le preguntaron: ¿Puede un marido despedir a su esposa? Les respondió: ¿Qué les ha ordenado Moisés? Contestaron: Moisés ha permitido firmar un acta de separación y después divorciarse.» Jesús les dijo: Moisés, al escribir esta ley, tomó en cuenta lo tercos que eran ustedes. Pero, al principio de la creación, Dios los hizo hombre y mujer; y por eso dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse con su esposa, y serán los dos una sola carne. De manera que ya no son dos, sino uno solo. Pues bien, lo que Dios ha unido, que el hombre no lo separe. Cuando ya estaban en casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre lo mismo, y él les dijo: «El que se separa de su esposa y se casa con otra mujer, comete adulterio contra su esposa; y si la esposa abandona a su marido para casarse con otro hombre, también ésta comete adulterio.
En los tiempos de Jesús, según la Ley de Moisés, un esposo podía divorciarse de su mujer, y esta carecía de muchos de los derechos otorgados por la “ley” al varón, el cual podía “repudiar” a su esposa, acusando culpas como por ejemplo,” la infertilidad”; entonces quedaba ella, marginada de la sociedad judía de aquellos días. Las mujeres, sólo valían según los logros, clases o castas, de los varones cabezas de las familias a las que pertenecían (padre o esposo); las viudas corrían peor suerte, ya que perdían el hombre, bajo cuyo alero vivían; razón por la cual, Jesús siempre tuvo una principal consideración para con ellas.
Ante esta injusta vulnerabilidad de la mujer, Jesús dice: “Lo que Dios ha unido, no lo separa el hombre”; es decir, cuando tomen a una mujer por esposa deben velar por ella “siempre”, hasta el día en que la muerte de alguno de los dos, les separe.
Entendiendo que Dios, crea la humanidad, contemplada en dos formas, “hombre y mujer”, distintos; pero, indispensables ambos para la subsistencia humana en la faz de la tierra, y con la misma dignidad que otorga el hecho de ser todos sus hijos.
Sin embargo, aún en estos días, en ocasiones, los varones (maridos o compañeros de vida) consideran a sus mujeres “su propiedad”; tanto es así, que las someten a castigos físicos, menoscabo intelectual, insultos, e incluso vejámenes y violaciones. Hoy, en Chile 6 mujeres han perdido la vida en los primeros 35 días del año en curso, en manos de sus parejas, novios o esposos.
La generosidad de Jesús es inmensa, tuvo tan presente a la mujer y ante el mundo reconoce su calidad de “ser humano”, capaz de compartir la vida de un hombre, como dos “personas” unidas por el amor. Él dice:“lo que DIOS ha unido…..”, Él dice:“lo que el AMOR ha unido……”; y no es amor el maltrato, no es amor el sufrimiento causado por una pareja, no es amor la “posesión” de otro ser humano; pero, desgraciadamente es común encontrar, entre nuestros conocidos, amigos, o familiares, que por estos u otros dolorosos motivos, toman la difícil decisión del divorcio; dejando víctimas sufrientes; ellos mismos, los hijos, y en general toda la familia.
Hablaré entonces, de las víctimas del divorcio, personas vulnerables, muy heridas, con mucho sufrimiento a sus espaldas, que necesitan tantas veces de la bienvenida cariñosa, afectuosa, de una Iglesia acogedora que reciba a los que sufren, con los brazos abiertos, dispuesta a cobijar a los que visten el triste ropaje del dolor, tal cual lo haría seguramente Jesús.
Muchos hermanos nuestros, divorciados, además de cargar con el estigma de haber tenido un matrimonio fallido, no se les permite en nuestra Iglesia comulgar, ni participar activamente en otras actividades eclesiales o en algunos grupos Católicos; por el hecho de ser “separados”.
Algunos sacerdotes hacen un poco la “vista gorda” ante esto; que a estas alturas, parece casi un absurdo; otros más tradicionales y conservadores, no transan.
Tantas veces, las maravillosas palabras de Jesús, que liberaban a la mujer en la sociedad Judía, se han interpretado casi como una condena; “aguanta mujer”…….” lo que Dios ha unido, no lo separa el hombre”; sino, estarás fuera de tu sociedad, de tu Iglesia; tal cual como en “esos tiempos” y según la ley de Moisés, era la mujer “repudiada”, en un divorcio que solo era facultad del hombre pedir.
Con mucho cariño agradezco este comentario, porque habla de lo que yo viví y que le ocurre a muchos hombres y mujeres, que durante el matrimonio, uno se encuentra con un compañero o compañera, que golpea, engaña, maltrata física y sicólogicamente, descuida a sus hijos y que por nuestros principios, normas y fe seguimos soportando en espera de que esto cambie, con amor y fe esperando un milagro, hasta que en muchos casos se termina con la muerte. Gracias a DIOS le pedí a el que me mostrara el camino y me separé, no encontré apoyo de algunos sacerdotes e incluso de algunos familiares; Pero encontré en esos años una comunidad única en ese tiempo, que funcionaba bajo el alero de la nuestra iglesia católica, donde se acogía con los brazos abiertos, a todos los separados, abandonados o divorciados, dándonos amor, comprensión, apoyo con charlas y orientación y enseñándonos a volver levantarnos con dignidad y mucha fe, en muchos hizo la diferencia entre seguir viviendo, ya que el divorcio, el abandono o el desamor, o los maltratos dejan a la persona totalmente enferma sicológicamente y espiritualmente, fue para mi el mejor regalo que DIOS puso en mi camino, lamentablemente con los años esta comunidad dejo de existir. Aprovecho esta oportunidad para decir al mundo entero, que todo lo que el ser humano sufre, se puede sanar con la unión de nosotros mismos, pidiéndole a la iglesia que nos apoye, como lo estaría haciendo JESÚS si estuviera en este momento con nosotros, son muchas las personas que se sienten abandonadas por la iglesia y la iglesia es nuestra, donde merecemos ser acogidos.