Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
28 May 12
Marcos 11, 11-26
Entró Jesús en Jerusalén y se fue al Templo. Observó todo a su alrededor, y siendo ya tarde, salió con los Doce para volver a Betania. Al día siguiente, cuando salían de Betania, sintió hambre. A lo lejos divisó una higuera llena de hojas, y fue a ver si encontraba algo en ella. Se acercó, pero no encontró más que hojas, pues todavía no era tiempo de higos. Entonces Jesús dijo a la higuera: «¡Que nadie coma fruto de ti nunca jamás!» Y sus discípulos lo oyeron. Llegaron a Jerusalén, y Jesús fue al Templo. Comenzó a echar fuera a los que se dedicaban a vender y a comprar dentro del recinto mismo. Volcaba las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los vendedores de palomas, y no permitía a nadie transportar cosas por el Templo. Luego se puso a enseñar y les dijo: «¡No dice Dios en la Escritura: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? ¡Pero ustedes la han convertido en una guarida de ladrones!» Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley se enteraron de lo ocurrido y pensaron deshacerse de él; le tenían miedo al ver el impacto que su enseñanza producía sobre el pueblo. Cada día salían de la ciudad al anochecer. Cuando pasaban de madrugada, los discípulos vieron la higuera, que estaba seca hasta la raíz. Pedro se acordó, y dijo a Jesús: «Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.» Jesús respondió: «Tengan fe en Dios. Yo les aseguro que el que diga a este cerro: ¡Levántate de ahí y arrójate al mar!, si no duda en su corazón y cree que sucederá como dice, se le concederá. Por eso les digo: todo lo que pidan en la oración, crean que ya lo han recibido y lo obtendrán. Y cuando se pongan de pie para orar, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que su Padre del Cielo les perdone también a ustedes sus faltas.»
Muy oportuna esta reflexión en tiempos en que nos hemos visto sorprendidos, por la irrupción de los “templos del consumo” conocidos como mall (pronunciado anglosajonamente como “mol”), prácticamente en todas las ciudades sin que las autoridades locales hagan un cuidadoso estudio del impacto ambiental y conservación del estilo del barrio ni se considere la opinión de la comunidad, que al no estar organizada no tiene opinión corporativa, sino son pasivos consumidores y no activos ciudadanos.
Si vivimos en democracia, ¿quién puede oponerse al pronunciamiento de los directamente beneficiados? Los que somos críticos de estos proyectos y nos declaramos defensores del patrimonio ¿alguna vez nos preocupamos del tipo de formación en valores, estéticos y culturales, que se imparten a través de las escuelas públicas, los centros de madres o la televisión abierta a quienes se sienten marginados de los placeres de la modernidad? ¿No nos resulta acaso más cómodo dejar que el sacrosanto mercado se encargue de estas personas?
Imaginemos ahora cuál habría sido nuestra reacción ante el episodio de los mercaderes del templo que nos toca hoy reflexionar, uno de los pocos, aparte de la Pasión de Jesús, que aparecen en los cuatro evangelios. Las personas directamente implicadas, los sacerdotes, los escribas, los fieles que frecuentaban el templo, ¿se habrán detenido a pensar que la casa de Dios se había convertido en una “cueva de ladrones”? O más bien, ¿no resulta verosímil que ese comercio fuese aceptado como un método práctico, mediante el cual la ganancia de unos facilitaba que otros resarcieran sus culpas y aplacaran la cólera de su Dios? Un razonamiento “políticamente correcto” lo llamaríamos hoy.
Jesús no era políticamente correcto, pero tampoco era propenso a actuar irreflexivamente. Dice el texto que “fue a observarlo todo y como era tarde, salió con los Doce hacia Betania”, es decir, primero miró lo que estaba sucediendo y, seguramente, se formó un juicio. Pero, sin dejarse llevar por un arrebato de rabia, se tomó la noche para reflexionar. Por la mañana, con la mente fresca, entró a actuar con hechos tan contundentes, para expresar su indignación moral, como “derribar las mesas de los comerciantes y desparramar el dinero de los cambistas”.
Durante toda su vida pública, Jesús anunció un Reino de amor, de misericordia, denunció la hipocresía de quienes se consideraban dueños y señores y, en casos extremos, castigó con dureza los abusos. No propuso una nueva Iglesia.
Fueron los Padres de la Iglesia quienes, siguiendo el ejemplo de San Pablo, se basaron en categorías filosóficas propias de la cultura grecolatina para adaptar el cristianismo a la mentalidad de su tiempo y construir una institución acorde con sus estructuras. Las mismas que hoy se quieren mantener resguardadas tras murallas impenetrables, para protegerlas de todo viento de cambio, de cualquier signo de los tiempos que podría llegar a derribar nuestras propias seguridades. ¿Seremos capaces los cristianos hoy de seguir el método de Jesús: ver del mundo actual, discernir los Signos de los Tiempos y actuar, como hijos de un mismo Padre, para ser partícipes y constructores, de su Casa para estos tiempos?
“No estamos en un tiempo de cambios, vivimos un cambio época”.
¡Que extraordinaria mirada del Evangelio aplicada a los tiempos de hoy nos muestra nuestra amiga María Marta Raggio!esa metódica de analizar los hechos de la vida moderna para luego concluir y actuar en consecuencia, es lo que nos está faltando hace mucho tiempo. Vivimos la inmediatez y la respuesta impulsiva a los hechos, muchas veces equivocada, cruel y agresiva…a esta sociedad se la ha olvidado discernir…
María Marta, aplicar el evangelio a los tiempos actuales, es el verdadero desafío de quienes como tú, tienen la misión de dar a conocer la palabra de Dios; mi reconocimiento y mis agradecimientos. En cuanto a tu pregunta, al cierre de tu comentario, diré: al conocer las noticias de cualquier parte del mundo, no puedo dejar de entristecerme por la indolencia de los grandes “mercaderes”, ante miles de seres humanos que viven en condiciones miserables; y del sentido paternalista de quienes no confían, como el ser humano es capaz de desarrollar innumerables capacidades, si se les otorga la “oportunidad”. SÍ TIENES FE, LA HIGUERA DARÁ FRUTOS.
En cuanto a nuestra Iglesia, sólo quisiera hacer mención a unas preguntas que Patricio Gómez hace, en uno de sus comentarios, que por supuesto aún golpean en mi cabeza; sí Jesús viniera en estos días ¿llegaría al Vaticano?, ¿qué haría con los mercaderes de armas?; a las que yo agregaré ¿Qué mercaderes son los que Jesús expulsaría de su Iglesia, hoy?, ¿que haría con aquellos que venden nuestra agua, nuestro suelo, y nuestro aire?.
Luis, Verónica
Gracias a ambos por haber añadido riqueza e ido a lo esencial con sus valiosos comentarios. En especial, Me gustó que mencionaras la higuera, Verónica, que había quedado «en el tintero» por falta de espacio.
María Marta