Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
02 Jun 09
Marcos 12, 13-17
«Querían pillar a Jesús en algo que dijera. Con ese fin le enviaron algunos fariseos junto con partidarios de Herodes. Y dijeron a Jesús: «Maestro, sabemos que eres sincero y que no te inquietas por los que te escuchan, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios. Dinos, ¿es contrario a la Ley pagar el impuesto al César? ¿Tenemos que pagarlo o no?» Pero Jesús vio su hipocresía y les dijo: ¿Por qué me ponen trampas? Tráiganme una moneda, que yo la vea.» Le mostraron un denario, y Jesús les preguntó: « ¿De quién es esta cara y lo que está escrito?» Ellos le respondieron: «Del César.» Entonces Jesús les dijo: «Devuelvan al César las cosas del César, y a Dios lo que corresponde a Dios.» Jesús, pues, los dejó muy sorprendidos.
Como preámbulo a nuestra reflexión de la lectura de este día, deseo referirme a una situación que ha sido recurrente en nuestros países. Cuando se ha legislado o tratado de introducir regulaciones sobre temas en la educación, el matrimonio y la salud reproductiva, entre otras materias, se han generado grandes debates por la polarización en dos posiciones: aquella que busca dar a los ciudadanos amplia libertad y la otra, basada en la histórica intervención y/o influencia de la Iglesia en la sociedad civil, que busca limitar la libertad con argumentaciones emanadas de su tradición, doctrina, y pensamiento teológico a luz de lo que Dios ha impuesto a los hombres.
Jesús se ve enfrentado a un dilema, esto es, a una pregunta con dos respuestas posibles. Con una deja satisfecho a unos pero es rechazado por los otros, e inversamente, si elige la otra, satisface a unos pero es rechazado por los otros. Este trozo se le conoce como “La Trampa”. ¿Qué hizo Jesús? la resolvió con sabiduría abriendo una tercera respuesta que sobrepasa la barrera de la división que maliciosamente implicaba la pregunta y además, separó claramente el ámbito de las acciones y decisiones humanas de todas aquellas que son de Dios.
Tal como lo señalo en el preámbulo, esta trampa de los fariseos se sigue presentando hoy cuando se legisla en materias sobre la educación, la salud, protección de la vida y todo aquello del ámbito sexual. Los no creyentes -basados en la racionalidad y conciencia del hombre libre- desconocen aspectos doctrinales y valóricos de la Iglesia de Dios y, por otra parte, los creyentes se aferran a ultranza en sus posturas queriendo ambos imponer a todos sin excepción sus puntos de vista. De esta forma, se fracciona la convivencia social, se discrimina y se construyen muros que impiden a la comunidad lograr una sana y fraterna vida en sociedad. Se trata de una delicada y compleja línea que nosotros los laicos, debemos asumir como un desafió para un actuar con la sabiduría de la prudencia y la tolerancia que comprende el respeto del pensamiento y conciencia de todo el mundo no católico y/o no cristiano. Los Estados no necesitan de la religión para imponer el respeto por el bien común. Se busca el bien por el castigo de la ley aplicable a todos, creyentes y no creyentes. Los cristianos debemos -en cambio- buscar el bien no por miedo al castigo divino, sino por el amor por los demás que Dios nos pide. En ello, está radicada la Ley de Dios.
Jesús respeta el libre albedrío, esto es la libertad del hombre para decidir. No puede haber amor pleno sin respeto a la libertad. Por ello, Jesús separa aquello que es propio de la convivencia terrena y de la suerte de los hombres dejando ello a sus líderes o gobernantes lo que es el rol de “La Política” (el gobierno de la polis) y, en cambio, todo aquello que es cumplir el Mandamiento principal de amar al prójimo (La Ley de Dios) lo deja a la libre conciencia de los hombres.
¿Por qué imponer a los no creyentes nuestra posición? ¿Es un acto de amor limitarles sus libertades conforme a nuestras creencias? ¿Dónde está nuestro respeto a la libertad de credo y conciencia? Jesús nos ha dejado a través de su sabia respuesta dada a los fariseos una clara lección. Hoy en día, nuestra sociedad sigue actuando con la influencias de los fariseos modernos.
Jesús nos llama a respetar ambos niveles: lo terreno y la voluntad divina en su justa dimensión. Es por ello, que los católicos laicos debemos participar en las instancias que nos ha dejado nuestra Iglesia a partir del Concilio Vaticano II de modo de aportar nuestros conocimientos, experiencias y puntos de vistas en materias propias del acontecer terrenal en los que la Iglesia como pastor y orientador debe dar su opinión, pero no imponer valores a través de las leyes de los hombres. Por ello debemos cuidarnos de no caer en el absolutismo de ser los únicos sabedores de la verdad y ser intolerantes. La ley Divina no puede imponerse a todos por la fuerza. Para los creyentes ella debiese ser suficiente sin tener que necesitar la ley de los hombres para ser cumplida. Más que luchar para impedir esas regulaciones, debemos dar testimonios de vida cristiana y trabajar incansablemente para cambiar actitudes y conciencias en los no creyentes de modo de buscar juntos -como hermanos- construir un mundo mejor sin exclusiones. Toda persona que actúa con rectitud y amor solidario no está lejos de Dios. Solo el amor salvará a nuestro mundo. No la ley, que es como una vieja red de pescar, llena de orificios por donde escapar.
Nuestra misión, por tanto, no es trabajar para que mediante la ley humana todos los hombres cumplan con la Ley Divina, sino trabajar en cambiar nuestro mundo, en volver a colocar a Dios como el referente central de orientación de la vida de los hombres, en atraer a los hombres a encontrarse con Dios y así, ir construyendo en armonía el Reino desde el acá y el hoy.
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