Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
11 Ene 14
Marcos 2,1-12
“El Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar los pecados.”
Entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y Él les anunciaba la Palabra.
Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde Él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados».
Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?». Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dice: «¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate, toma tu camilla y anda?’ Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados -dice al paralítico-: ‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’».
Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás vimos cosa parecida».
“La verdadera libertad tiene dos dimensiones: la capacidad de tomar decisiones y la capacidad de llevarlas a cabo”.
En el texto de San Marcos que comentamos hoy, claramente vemos ambas. Los cuatro hombres del relato evangélico llegan a destrozarle la casa a Pedro para llevar a Jesús a su amigo paralítico. Estaban dispuestos a correr riesgos, a cargar con las consecuencias, deseaban con todo el corazón la curación de su amigo o familiar. Esta actitud decidida y valiente, Jesús la observa y la califica de «fe».
La multitud busca y sigue a Jesús. Es el pueblo agobiado, afligido. La mayoría son enfermos; gente que padece algún mal crónico. Hay en muchos de ellos, además, un común denominador adicional: su Fe. Tal es el caso de este paralítico y de la gente que lo lleva y para ellos no hay obstáculo infranqueable.
De esta manera, el evangelista nos invita a compartir la fe de esos hombres y a comprender que la fe no es una actitud que se queda solo en el corazón o en la inteligencia, sino que se demuestra con obras, poniéndose en camino, arriesgándose por amor. La fe no es algo de lo que se habla, es algo que se nota, se evidencia en nuestros actos. Por ello, no existe fe sin obras.
¿Actuamos así en nuestra vida cotidiana? ¿O somos más bien de los temerosos, de los que creen que todo está librado a nuestras fuerzas y por eso preferimos no arriesgarnos, no vaya a ser que al final nos salga el tiro por la culata?
Hoy en día, posiblemente nosotros tenemos especiales facilidades para acercarnos a Jesús y quizá, cuantas más facilidades tenemos, menos nos esforzamos en buscarlo.
Pero hay otra actitud de Jesús que llama la atención. El evangelio de Marcos relata diversas curaciones, como eran habituales en la época. Recordemos que en aquellos tiempos se pensaba que el mal físico era causado por un pecado de los padres, o antepasados del enfermo. En este caso, Jesús no comienza curando la enfermedad sino perdonando los pecados. Si Jesús fuese solo un mago, un curandero, podría curar a las personas por fuera; pero la misión de Jesús es poner remedio al desajuste que la humanidad lleva por dentro.
Nosotros nos hemos dejado vencer por el egoísmo, por el odio, por el deseo de ser el centro de todo, y hemos arrinconado a Dios. Con este relato entendemos la misión de Jesús: sanar desde dentro, desde la raíz. La mejor noticia para el paralítico, la auténtica Buena Noticia que él podía escuchar, era el perdón de sus pecados.
Como esto no dejaba contento a algunos de los presentes que lo critican, Jesús les demuestra su autoridad curando también la parálisis y presentándose así como aquel que sana al ser humano en su totalidad.
El texto de Marcos nos invita a releer el pasaje poniéndolo en primera persona. Veamos:
– Somos el paralítico que, por nuestro pecado, tenemos paralizadas las inmensas posibilidades humanas que Dios nos ha regalado, especialmente la de amar.
– Somos los cuatro hombres que en vez de llevar a cabo nuestras decisiones, encontramos dificultades para llegar hasta Jesús, las cuales nos desaniman.
– Somos los maestros de la Ley que, a veces, anteponemos nuestros criterios, pidiéndole a Dios que nos demuestre su poder, otorgándonos favores.
– Somos el gentío anónimo y ambiguo que acude a Jesús, pero que no siempre pone todo de su parte para entenderlo.
En resumen, el Evangelio nos da más trabajo del que teníamos antes de leerlo: llevar la fe a las obras. Solo así tendrá sentido seguir a Jesús.
Isabel Margarita Garcés de Wallis
deseo compartir la reflexion de Isabel pidiendo fe a ese Jesùs de la historia, por que soy paralitica y limitada, por que muchas veces soy parte de ese gentìo, del dejar pasar por que me superan las situaciones. Pero tambien le pido a Jesùs me ayude a seguir trabajando la libertad interior; gracias por esta meditacion.
Dice sabiamente nuestra amiga Isabel Margarita: «el Evangelio nos da más trabajo del que teníamos antes de leerlo: llevar la fe a las obras.» Gracias por estremecernos con esta gran verdad. No podemos quedarnos igual de impávidos luego de leer La Palabra…que sea nuestro desafío para el 2014, experiementar el cambio interior que debemos vivir en Dios. Gracias amiga querida !!!