Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
14 Ene 18
Marcos 2,13-17
No necesitan médico los sanos, sino los enfermos…
En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del lago; la gente acudía a él, y les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme. “Se levantó y lo siguió. Estando Jesús a la mesa en su casa, de entre los muchos que lo seguían un grupo de publicanos y pecadores se sentaron con Jesús y sus discípulos. Algunos escribas fariseos, al ver que comía con publicanos y pecadores, les dijeron a los discípulos: «¡De modo que come con publicanos y pecadores!” Jesús lo oyó y les dijo: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»
En los tiempos de hoy, en las que todos quieren imponer sus ideas y valores, en los que se desgarran vestiduras por leyes que se votan y por declaraciones que se hacen, esta lectura nos entrega, o al menos me entrega a mi, una dirección a seguir. La de estar junto a los pecadores, a los tristes, a los marginados, pegados a ellos, porque son lo importante para Jesús.
Hablar y declararse en contra o a favor de un aspecto valórico es importante, pero lo que sirve realmente para Dios es estar junto a los que sufren. De poco sirve, como solución o como testimonio, que digamos que estamos en contra del aborto, si jamás hemos hecho algo – algo concreto y cercano digo yo – por tantos y tantos niños en situación deprimida.
Como verdaderos hijos de Dios nuestra misión no es ir a gritar con rabia por ideas, personas, o situaciones que afectan a nuestra moral, sino todo lo contrario, estar junto a ellos, ser testimonio vivo del amor y la misericordia de Nuestro Señor. Para ello se necesita gran valentía, mucha humildad, y mucho amor. Por cierto nadie dice, esta humilde escritora mucho menos, que sean como la preciosa alma de Teresa de Calcuta o el Padre Damián de Molokai, pero deberíamos tener muchos visitando hogar de menores de manera constante, apadrinando niños olvidados, atendiendo mesas de marginados y pobres, acariciando cabellos de enfermos y ancianos…si te declaras cristiano y no llevas a acción ese amor de Cristo corres el riesgo de estar actuando como aquellos fariseos, que se negaban a aceptar a este maravilloso Hijo del Hombre y Dios, que vino a revolucionar aquel status quo del “soy bueno porque no hago nada malo” hacia el “busco el Reino de Dios a través de la oración y la acción”.
Mirar en la Biblia como Jesús busca a los pecadores y a los pobres, a los que han caído, es una manifestación de un amor tan extremo, que no puedo dejar de amarlo cada vez más por su ejemplo y su mensaje, y a través de El a los más desposeídos, a los raros, a los olvidados, a los enfermos, a los no creyentes. Porque Jesús no dejo jamás de transmitirnos con el ejemplo que el amor a Dios no se manifestaba yendo a las iglesias, diciendo que eras intachable y vistiéndose de oro y plata para realizar sacrificio que podías pagar, sino que era como el de la viuda que daba de ofrenda toda su pobreza, como el publicano que en silencio confesaba lo pecador que era, como El mismo rodeado de los que el mundo olvida siempre, salvando, levantando enfermos de sus camillas, abriendo visiones con un poco de barro. Hoy, hermanos de fe, ya sea en forma particular o unidos con otros, igualmente podemos hacer milagros: pagar operaciones a ciegos, sordos y discapacitados, podemos visitar casas de los más desposeídos llevando alimento para el alma y para el cuerpo, salvar a hijas e hijos de otros, a través de la protección, la educación y el amor.
Hay tanto por hacer si quieres seguir a Aquel que dice “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”, no solo decir, sino hacer, actuar, dar testimonios de amor.
Conozco a tantos que dan un pedacito de vida para amar activamente a sus hermanos: Ahí esta Mauricio en Renca que cada sábado se reúne con niños y sus familias, para alegrarles la vida por una tarde a la semana, y ¡¡¡cómo les celebra sus Navidades¡¡¡; allá están Matilde, Miguel, y Alfonso que se reúnen cada quince días para escuchar y crear comunidad de consuelo a los que sufren; mas allá los voluntarios de apoyo espiritual del Santuario del Padre Hurtado, o los acompañantes espirituales del Centro de Espiritualidad de Santa María; y las mamas que preparan el almuerzo cada día para los olvidados de la calle o esa joven maravillosa que educa haitianos los domingos con una sonrisa…pueden haber ejemplos más grandes o sorprendentes, y por supuesto a muchos que no he mencionado, pero son pequeños servidores de Cristo con grandes ejemplos de amor, de los cuales poco saben, pero han sembrado su semilla de amor, que estoy segura darán frutos de fe.
Perdonen que les haga esta pregunta, pero creo que es necesaria: ¿Dónde estás tú en tus momentos de descanso o libres? ¿Acudes donde más puedes servir o te quedas en casa discutiendo con una pantalla sobre tus morales pasadas a llevar? ¿Vives el amor de Cristo hacia los otros o estas encerrado como un fariseo entre imágenes, terciopelos y seda?
En las vísperas de la llegada del Santo Padre a Chile y a Perú, tenemos la tarea de demostrarle al mundo que los creyentes estamos vivos en el amor a Cristo y a nuestros semejantes, y dispuestos a salir a buscar, a través del ejemplo, a los olvidados y a los pecadores y a los pobres, tal como Cristo lo hace en la lectura que nos guía en esta reflexión.
Muy buena reflexión mas en este momento que el papa Francisco, en 24horas nosinvita a pedir perdón, a perdonar, a servir, a escuchar a dar una palabra de aliento.Que construyamos Paz y Justicia