Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
18 Ene 14
Marcos 3, 13 – 19
“Subió al monte y llamó a los que él quiso: y vinieron donde él. Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios. Instituyó a los Doce y puso a Simón el nombre de Pedro; a Santiago de Zebedeo y a Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el mismo que le entregó”.
Elegir no siempre es fácil, son muchas las circunstancias en que vamos a necesitar tal o cual decisión. No elegimos a nuestra familia de donde vinimos, la misma elección de la pareja para la vida no es así “tú serás”, por lo menos en la gran mayoría de los casos. Hay una atracción, convivencia, el amor…
Jesús no eligió sin más, por simpatía o casualidad porque estaban por allí. No nos olvidemos que después de su bautismo por Juan, el Bautista, se fue al desierto – lugar siempre simbólico – para rezar y escuchar la voz del Espíritu Santo, que le acompaño, inspiró e iluminó todos los días de su misión: anunciar el Reino de Dios. Jesús que tenía ya su vocación y su extrema sensibilidad unida a las oraciones permanentes al Espíritu los eligió.
El número doce no es sin significado, simboliza las 12 tribus de Israel. Llama la atención el cambio de algunos nombres, es como si Jesús los bautizara, el nombre en Israel tenía relación con la misión a cumplir. No vamos a hablar de cada uno de ellos, eso está en los Evangelios, en el Hecho de los Apóstoles, en las Epístolas. No olvidemos a Pablo, el gran evangelizador de los gentíos que no ha conocido a Jesús y al inicio perseguía a sus seguidores. Tuvo una gran experiencia mística en camino hacia Damasco y de ahí se consideró y era considerado apóstol.
¿Y nosotros hemos sido elegidos? ¿Y para qué misión? ¿Por quién o quiénes? Por el mismo Jesús y su Espíritu, el Espíritu Santo que conduce a la Iglesia. ¿No han sentido ellos y ellas en el Cenáculo donde se cobijaban mucho temor porque todavía no habían entendido muy bien lo que había pasado? “Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos: quedaron llenos del Espíritu Santo”… (Hc 2, 1-4).
Pedro, el que negó a Cristo tres veces, miedoso, “presentándose con los Once, levantó la voz” (Hc 2, 14a.) e hizo su célebre discurso (Hc 2, 14b-41). Ahí, con la venida del Espíritu Santo se inicia la Iglesia de que formamos parte.
¿Cómo nos sentimos llamados? ¿Qué fuego encendió nuestros corazones? Cada una y cada uno tendrá su respuesta particular y de ella se acordará. Meditemos unos momentos sobre ello.
Tuvimos también una experiencia especial. Uno transmite al otro, uno transmite su entusiasmo, esperanza, fe y caridad, como Patricio Gómez, Marina Lessa, Beatriz de Castro y Lucy Trefogli (muchos otros, por supuesto) de nuestra Comunidad del Miamsi a quienes hago un homenaje especial. La simbólica lengua de fuego iba encendiéndose como se enciende una vela en la otra.
Muchas veces dejamos a nuestras familias para viajar como algunos de ellos hacían. ¿Cuántas veces temblamos si íbamos a decir las palabras venidas del Espíritu? ¿Hemos cumplido la misión? Con temor, con fallas, sí, pero también con el alma y el corazón tomados por el seguimiento a Jesús y por el deseo “incontrolable” de evangelizar, de llevar al mundo, como pidió Jesús a sus discípulos y discípulos, la Buena Nueva: Dios es amor y misericordia, Jesús, el Cristo se hizo carne humana, el Espíritu Santo está siempre con nosotros si le abrimos oídos, boca y corazón.
Hoy somos los elegidos para anunciar la Buena Nueva del Reino. Que el Espíritu Santo nos dé fuerza, osadía, entusiasmo, fe, esperanza y caridad.
Amén.
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