Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
21 Ene 13
Marcos 3, 7-12
Los espíritus inmundos gritaban: Tú eres el Hijo de Dios”, pero él les prohibías que lo dieran a conocer.
Mas, Jesús se retiró al mar con sus discípulos, y le siguió gran multitud de Galilea. Y de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, y de los alrededores de Tiro y de Sidón, oyendo cuán grandes cosas hacía, grandes multitudes vinieron a él. Y dijo a sus discípulos que le tuviesen siempre lista la barca, a causa del gentío, para que no le oprimiesen. Porque había sanado a muchos; de manera que por tocarle, cuantos tenían plagas caían sobre él. Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de él, y daban voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Mas él les reprendía mucho para que no le descubriesen.
Hace poco, un grupito de alumnos de un colegio de elite, los más avispados de su curso, lograron entrar al sistema informático de su colegio, para modificar notas y calificaciones; viveza que, por otra parte, no los salvó de ser delatados por la huella IP de sus propios computadores y recibir un justo castigo. Sus padres, sin embargo, se vanagloriaron en privado de la “viveza” de sus hijos.
¿Qué tendrá que ver este hecho con las muchas referencias que se encuentran, en el Evangelio de Marcos, sobre demonios que toman posesión de cuerpos enfermos? Sorprende que sean tantos los endemoniados que se cruzan en el camino de Jesús. Historiadores y exégetas afirman que en ese tiempo, cualquier enfermedad inexplicada, sobre todo de tipo mental, era considerada obra de un espíritu maligno que se había adueñado de la persona enferma. Todavía hoy el cine y la literatura presenta constantemente figuras endemoniadas que resumen ese terror que experimenta el ser humano, de cualquier tiempo, hacia lo ignoto, lo maléfico.
Marcos presenta una imagen de Jesús como un hombre que posee dotes especiales para sanar enfermos y expulsar demonios, razón por la cual llegan hasta él personas desde los cuatro puntos cardinales. Jesús acoge al ser humano que sufre, al marginado a causa de algún mal repugnante o invalidante, propinado por un dios castigador por causa de pecados propios o de sus padres, según creencia popular. A ellos Jesús los sana en cuerpo y en espíritu, expulsando el mal que los ha afectado. Pero al mismo tiempo evita que se lo tome por mago o curandero, se pone a resguardo de las grandes multitudes y busca acallar las voces de los “espíritus inmundos” que lo proclaman Hijo de Dios.
¿Con cuáles diablos de nuestro tiempo le tocaría hoy cruzarse? ¿Cuáles son los demonios de se adueñan de los espíritus de los hombres y mujeres de hoy? ¿Qué significado puede tener todo esto para nosotros, cristianos más o menos practicantes, que pertenecemos a una clase media y nos consideramos personas de bien? No voy a tratar sobre los pecados contra el sexto ni el noveno mandamiento, porque de ellos ya se ha hablado por demás, ni tampoco sobre las corrupciones grandes o pequeñas en las que se incurre por hábito, como esas coimas que no tenemos más remedio que pasar, de vez en cuando, “porque si no, tendré que cerrar mi negocio”. Quedan para otra oportunidad.
Quiero referirme a una corrupción mucho más solapada, un diablo que se introduce en familias bien avenidas, padres “bien casados” que aman a sus hijos con un amor mal entendido. Un amor que los lleva a relativizar las transgresiones, pequeñas o graves, de sus adolescentes de ambos sexos; y llegan hasta el punto de convertirse en padres cómplices; ya sea cuando se trata de fraguar certificados médicos para justificar inasistencias a exámenes, de violar sistemas informáticos del colegio o de aceptar como un hábito normal que los jóvenes necesiten reunirse en una “pre” para llegar bien entonaditos, después de las dos de la mañana, a la fiesta, baile o lo que sea que terminará con el sol bien alto y el tenor de alcohol en sangre ídem. Muchos de ellos en vehículos contratados por sus padres para que los niños no terminen presos o estrellados contra un poste. ¿Qué puede esperarse de esos jóvenes criados en el confort, la comodidad y el exceso, que adormecen el espíritu y la creatividad?
Invito a todos a ir descubriendo cuáles demonios ocultos vendría hoy a expulsar Jesús de nuestras vidas. Cuáles son las ataduras, servidumbres, relativismos éticos que degradan y deshumanizan nuestra propia existencia y la de nuestro entorno.
Recuerdo que mi hermano tenía unos cuatro años, cuando tomó unas galletas de un frasco en el almacén de la esquina de la que era en ese entonces nuestra casa; mi madre al enterarse de esto lo tomó de la mano, le pasó dinero, lo llevó al almacén, entonces lo obligó a pagar las galletas; le dijo que nunca debía tomar algo que no era de él, que había cometido un “robo” y eso no se hacía; al dueño del almacén esto le causó mucha gracia, y no quería aceptar el pago de sus galletas, entonces mi mamá lo obligó también a él a aceptar el dinero, mi hermano avergonzado por el gran “papelón” que nuestra madre le hizo pasar, nunca más volvió a hacerlo. Ahora digo: gracias a Dios por esta mamá. Me he encontrado en varias ocasiones en supermercados en que las mamás felicitan a sus hijos por aprovechar la “oportunidad” de tomar algo sin pagarlo, es más, los refuerzan en su “viveza”.
Pienso que el amor más grande se expresa muchas veces en el rigor que nos imponemos los padres en dosificar la complacencia de los hijos, ¿Cuánto más difícil es decir no?, ¿Cuánto quisiéramos que no se equivocaran?, ¿Cuánto quisiéramos que no sufrieran?, a mi modo de ver, una de las mejores maneras, es que acepten desde muy pequeños la consecuencias de sus actos y aprendan a defenderse solos, de los demonios que continuamente acechan sus inmaduras conciencias.
Jesús y su palabra, son el referente perfecto; seguirlo, oírlo, es nuestra única esperanza para combatir todos los demonios de nuestra sociedad. Consecuencia con la verdad del Padre en nuestras vidas, y a pesar de nuestras vidas, es la tarea..…….aunque no siempre es fácil.