Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
31 Ene 20
Marcos 4, 1-20
Salió el Sembrador a sembrar
Y otra vez se puso a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar.
Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción:
«Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida por no tener hondura de tierra; pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento.» Y decía: «Quien tenga oídos para oír, que oiga.»
Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le preguntaban sobre las parábolas.
Él les dijo: «A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone.»
Y les dice: «¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, entonces, comprenderéis todas las parábolas?
El sembrador siembra la Palabra.
Los que están a lo largo del camino donde se siembra la Palabra son aquellos que, en cuanto la oyen, viene Satanás y se lleva la Palabra sembrada en ellos.
De igual modo, los sembrados en terreno pedregoso son los que, al oír la Palabra, al punto la reciben con alegría, pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y en cuanto se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumben en seguida.
Y otros son los sembrados entre los abrojos; son los que han oído la Palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias les invaden y ahogan la Palabra, y queda sin fruto.
Y los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la Palabra, la acogen y dan fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento.»
La parábola de la semilla retrata la vida de los campesinos. En aquel tiempo, no era fácil vivir de la agricultura. El terreno era muy pedregoso. Había mucho matorral. Poca lluvia, mucho sol. Además de esto, muchas veces la gente acortaba el camino y pasando por los campos pisaba las plantas (Mc 2,23). Asimismo, a pesar de todo esto, cada año, el agricultor sembraba y plantaba, confiando en la fuerza de la semilla, en la generosidad de la naturaleza.
Esta parábola, se podría decir, es tal vez una de las más importantes en cuanto a lo que se nos pide ser.
Parece sencillo, pero somos nosotros quienes debemos transformarnos en el terreno propicio para recibir las semillas que esparce el sembrador, que es el Señor.
Preguntémonos, ¿cómo estamos?
Somos acaso esa tierra fértil, ávida por recibir la simiente o, simplemente nos dejamos estar no dejando crecer ni desarrollarse nuestra vida. Como se presenta ese terreno, nos hemos preocupado de hacerlo más fértil. Lo hemos abonado suficientemente o, sencillamente nos hemos dejado estar esperando que ocurra lo que venga. También puede ser que no estamos preparados para recibir esa semilla que el Señor va a sembrar. ¿Hemos considerado lo importante que es nuestra misión en la vida? No por nosotros, sino por todos aquellos próximos a nosotros.
Comprendamos que hemos sido beneficiados grandemente por el Señor y debemos responder a lo que se nos pide. Reflexionemos y preguntémonos ¿cómo hemos actuado? ¿Los talentos que hemos recibido, los hemos hecho crecer, los hemos multiplicado? ¿Cuantos más podemos exhibir ¿Aquel terreno, que somos nosotros, es acaso esa tierra fértil y abonada en la que el Señor quiere esparcir la simiente?
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