Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
25 Ene 10
Marcos 4, 14-18
Por último, Jesús se apareció a los once discípulos mientras comían y los reprendió por su falta de fe y por su dureza para creer a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación. ] El que crea y se bautice se salvará; el que se niegue a creer se condenará. Estas señales acompañarán a los que crean: en mi Nombre echarán demonios y hablarán nuevas lenguas; tomarán con sus manos serpientes y, si beben algún veneno, no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán sanos.»
En una reunión social en la que todo el grupo eran personas católicas, la gran mayoría de misa dominical, observantes del Catecismo y de las normas y ritos de nuestra Iglesia y algunas de rezo periódico del Rosario, me vi sorprendido cuando me manifestaron que estaban en desacuerdo conmigo cuando les expresé que todo ello estaba muy bien, pero que -en mi opinión- todos teníamos además un compromiso ineludible y primordial con Jesús de anunciar la Buena Nueva, sin temor, en donde estuviésemos, a creyentes y no creyentes, presentándonos con alegría de ser portadores del mensaje del Evangelio, acompañados de testimonios de nuestra vida que nos mostrasen coherentes entre nuestra fe y vida.
La discrepancia principal se centraba en que esa labor misionera, según ellos, les correspondía a los religiosos y religiosas, y no a los laicos, los que no teníamos la preparación adecuada y que labor nuestra estaba en la familia, en el cumplimiento de las normas de conducta que nos manda la Iglesia y hacer obras de caridad, en especial existiendo tanta pobreza. Algunos dieron testimonio de ayuda monetaria y tiempo dedicado a instituciones de caridad de nuestra Iglesia, agregando otras acciones de apoyo en su Parroquia.
La lectura del Evangelio de hoy, podría -efectivamente- interpretarse tal como aconteció en la reunión social ya señalada, pues Jesús envía a los “once discípulos”, que hoy los tomaríamos como los primeros once religiosos, “a anunciar la Buena Nueva a toda la creación”. Sin embargo, no debemos quedarnos tranquilos con esa simple interpretación. Debemos “releer” las palabras de Jesús a los tiempos actuales, a lo que constituye el o los ambientes en los cuales llevamos a cabo nuestra vida del quehacer en familia, en lo laboral, educacional, económico, empresarial, social y cultural, pues nada de lo que rodea el quehacer de la vida humana debe quedar al margen del Mensaje salvador de Jesús. ¿Está hoy presente en lo económico? Ciertamente Dios está excluido.
Los católicos no hemos perdido el miedo, seguimos siendo cobardes, no nos sentimos apoyados por el Señor, nos falta fe. Aún vivimos centrados en lo nuestro, acá en lo terrenal y olvidamos a Dios. Aún creemos que el mal siempre será más fuerte que el bien. Seguimos vacilando, dudando, caminando con los ojos entrecerrados para no ver en verdad lo que es nuestro mundo hoy y a lo que Jesús nos llama a construir: el Reino del Amor. El fin de aquello que hace infeliz a los hombres, esa es la Buena Nueva. Luego de leer este evangelio de Marcos, los invito a tener fe y esperanza. A romper nuestras ataduras sociales “del qué dirán”, a proclamar nuestra creencia y fe en el Dios-Padre en todo momento, a desenvolvernos con pasión por ello buscando un cambio -aunque no sea radical, pero gradual- en nuestras mentalidades, actitudes y modo de leer y comprender el mensaje de Jesús que nos habla hoy y en todo momento a través del Nuevo Testamento.
Seamos semilla, seamos fruto, seamos sal de la vida, agua de manantial que corra y que limpie y purifique a “toda la creación” en todas sus actividades, sin barreras, sin fronteras, sin exclusiones. Seamos activos agentes de cambio de todo aquello que impide al mundo vivir en el Reino del Amor. No le tengamos miedo a usar la palabra “cambio”, ya que ella es a lo que Jesús vino al mundo, a cambiar el errado rumbo que se olvidaba de la justicia, de la verdad, de la honestidad, de la solidaridad fraterna, de la familia y de no considerar a toda persona humana hijo de un mismo Padre, y por tanto, como hermano.
Nuestros religiosos y religiosas, y nosotros los laicos y laicas, conformamos la Iglesia viva que fundó Cristo. Nuestra Iglesia no son solo los templos, construcciones, ritos y costumbres que los hombres han ido formando a lo largo de 20 siglos, sino una comunidad activa unida y no piramidal, pues todos debemos ser hermanos y estar al servicio del Señor. Nadie sobra, nadie debe quedarse al margen, todos hemos sido llamados por Jesús ¿Qué esperamos, entonces, para atrevernos a tomar nuestra posición en la construcción del Reino? Somos parte fundamental de nuestra Iglesia. Los laicos y laicas debemos asumir roles más protagónicos y para ello, el Concilio Vaticano II y otros documentos de la Iglesia, nos han abierto los espacios necesarios para continuar la misión que Jesús dio, hace dos mil años atrás, a sus once discípulos: “Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación”.
Estas Cartillas semanales, preparadas por laicos y laicas, son un testimonio del compromiso que hemos asumido, rompiendo nuestros temores y vergüenza de proclamar el Evangelio. Te invitamos a seguir nuestro caminar juntos para que así se nos haga más liviano, esperanzador y efectivo.
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