Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
01 Feb 14
Marcos 5,21-43
«Contigo hablo, niña, levántate»
Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva.» Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos, y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando: «¿Quién me ha tocado el manto?» Los discípulos contestaron: «Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: «¿Quién me ha tocado?» Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.»Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?» Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe.» No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida.» Se reían de él. Pero él los echó fuera y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: «Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.
Todos tenemos alguna experiencia de una enfermedad grave en nuestra familia o en nosotros mismos, por lo que nos es fácil comprender que no hay nada sorprendente en lo que pide Jairo. Cualquier padre cuyo hijo está moribundo haría lo que fuera para salvar a su hijo. En su desesperación, Jairo busca la ayuda de Jesús.
En este texto, Marcos también nos presenta el caso de la mujer que padecía desde hace doce años flujos de sangre. Y en ambos casos vemos a un hombre y una mujer postrados a los pies de Jesús. Se acercan a Él. Saben que puede solucionar su problema.
Ésta es una historia dentro de otra. Marcos crea tensión dramática al contarlas juntas. Ambas se hacen más poderosas e interesantes al verse yuxtapuestas. Las historias muestran como Jesús trata a gente de gran diferencia social de la misma manera. Jairo es influyente y tiene dinero, mientras que la mujer es pobre y socialmente rechazada. Jesús no favorece a uno sobre otro. Ni rehúsa a Jairo por su dinero y nivel social, ni ignora a la mujer por su pobreza y su marginalización.
A diferencia de otros sinópticos, este relato de san Marcos es muy detallado, la descripción de los personajes y los sucesos, nos hacen ver minuciosamente todas las actitudes, que suceden paso a paso, la de Jesús, los discípulos, la gente, los que suplican, los que sufren, los que alborotan y los que lloran..
En el caso Jairo, éste piensa que con que sólo le imponga las manos a su hija ella se sanara; y en el de la mujer que sangra, igualmente sabe que el simple contacto de su manto, aunque Jesús no se hubiera dado cuenta de ello, le devolverá la salud perdida. En ambos relato lo que más nos encanta, es darnos cuenta de la confianza plena en el poder de Jesús
Qué necesitamos nosotros para lograr “nuestra curación”? Primero, saber qué me pasa, qué me duele, qué molestia siento, -porque siempre tenemos alguna molestia-. Podemos padecer “el cáncer de la inmoralidad” o la “pulmonía del enfado”, que nos hace reñir con todo el mundo. Una vez localizado nuestro mal lo siguiente es acudir al doctor, a Jesús, para que sane la dolencia del alma. Así debiera ser nuestra fe y confianza en Jesús, nuestro hermano amigo que nunca nos falla.
En la historia de Adán y Eva, vemos que, después de su desobediencia, Dios les quería perdonar y volverlos al paraíso. Pero no pudo. ¿Por qué? Porque en vez de reconocer ellos cada uno su culpa y abrirse al perdón de Dios, se dedicaron a cargar la responsabilidad en el otro. Adán culpó a Eva (la mujer me ha enredado), Eva culpó a la serpiente (ella me dijo que…).
Me parece que a menudo nosotros hacemos algo semejante. Cada uno de nosotros y también colectivamente, no reconocemos que lo que nos pasa. Es que nos falta fe, que no tenemos esta confianza y adhesión radical y entera a Jesús.
Por último, hay algo más que me llama la atención: la última frase del relato dice: “Les insistió en que nadie se enterase”. Esto parece extraño ya que sería imposible que la multitud no se diera cuenta de que la niña había sido curada/ resucitada, y sería improbable que esta multitud mantuviera secreta esa información. Como en la resurrección de Lázaro, nuevamente encontramos el tema de discreción en cuanto a uno de los milagros de Jesús: el sanar de la niña no debe ser anunciado a los que no lo puedan comprender –esto incluye, por supuesto, a todos los contemporáneos de Jesús. El milagro de la resurrección solo puede ser entendido por los que creen en él, el mismo que ha sido resucitado de la muerte”
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