Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
30 Ene 12
Marcos 6, 14-29
“Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado”
El rey Herodes oyó hablar de Jesús, ya que su nombre se había hecho famoso. Algunos decían: “Este es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él poderes milagrosos. Otros decían: “Es Elías”, y otros: “Es un profeta como los antiguos profetas”. Herodes, por su parte, pensaba: “Debe de ser Juan, al que le hice cortar la cabeza, que ha resucitado. En efecto, Herodes había mandado apresar a Juan y lo había encadenado en la cárcel por el asunto de Herodías, mujer de su hermano Filipo, con la que se había casado. Pues Juan le decía: “No te está permitido tener a la mujer de tu hermano”. Herodías lo odiaba y quería matarlo, pero no podía, pues Herodes veía que Juan era un hombre justo y santo, y le tenía respeto. Por eso lo protegía, y lo escuchaba con gusto, aunque quedaba muy perplejo al oírlo. Herodías tuvo su oportunidad cuando Herodes, el día de su cumpleaños, dio un banquete a sus nobles, a sus oficiales y a los personajes principales de Galilea. En esa ocasión entró la hija de Herodías, bailó y gustó mucho a Herodes y a sus invitados. Entonces el rey dijo a la muchacha: “Pídeme lo que quieras y te lo daré. Y le prometió con juramento: “Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino. Salió ella a consultar a su madre: “¿Qué pido?” La madre le respondió: “La cabeza de Juan el Bautista. Inmediatamente corrió a donde estaba el rey y le dijo: “Quiero que ahora mismo me des la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja. El rey se sintió muy molesto, pero no quiso negárselo, porque se había comprometido con juramento delante de los invitados. Ordenó, pues, a un verdugo que le trajera la cabeza de Juan. Este fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Luego, trayéndola en una bandeja, se la entregó a la muchacha y ésta se la pasó a su madre. Cuando la noticia llegó a los discípulos de Juan, vinieron a recoger el cuerpo y lo enterraron.
El evangelio de Marcos es el más antiguo (69-70 d.C.) y también el más breve de los cuatro Evangelios canónicos (sólo 16 capítulos), pero no siempre es el más conciso. Como en este caso, muchas veces da detalles significativos omitidos en los otros evangelios.
¿Quién fue este genio creativo? Marco no era apóstol, pero probablemente dejó su huella como testigo ocular. El pasaje del martirio de Juan lo intercala dentro de la historia de la misión, obviamente por una razón. La misión de los discípulos tenía bastante éxito (6:12-13), y aseguraba que la obra de Dios continuaría aún ante el martirio de uno de sus más grandes sirvientes. Estando bajo gran persecución, la iglesia de Marcos necesitaba algo así. También nosotros necesitamos oírlo en momentos como los que vive la Iglesia hoy porque, igual que el tiempo de Marcos, a través de los siglos, solemos interpretar momentos difíciles como señal que el mal ha ganado sobre Dios.
Esta historia también tiene otro propósito. La muerte de Juan y la de Jesús nos advierten que Dios no siempre premia sus discípulos fieles con una vida fácil. El cristiano no se libra de ser decapitado, crucificado, echado a los leones, tal como en la actualidad puede ser expulsado de su círculo, familiar o social, despedido de su trabajo o tener que sobrevivir una penosa enfermedad. El camino de los que dicen la verdad es estrecho y está lleno de baches. Como Juan, no podemos esperar aplausos por cumplir nuestra misión.
Marcos, destaca que el tetrarca, cuando tenía prisionero a Juan Bautista, “temía” a Juan, porque sabía que era hombre “justo y santo, y lo guardaba.” ¿De quién? Probablemente de las insidias de Herodías. También el evangelista detalla que Herodes Antipas “le oía con gusto”, haciéndole traer, seguramente, de la prisión.
Marcos también nos narra el juramento de Herodes Antipas a Salomé después del baile, que le daría lo que pidiese, “aunque sea la mitad de mi reino.” Esta frase tiene antecedentes histórico – Herodes no tenía “reino,” sino que ”tetrarquía.” Herodes como representante del poder es soberbio, altivo y exigente, quiere que todos se postren ante él y cedan a sus caprichos. Asimismo, como cristianos, siempre estaremos expuestos a cierto Herodes por ser profetas. Todo cristiano debe transmitir el mensaje de Jesús, que por ser de justicia, amor, paz, libertad, se oponen al poder de los Herodes modernos, de los poderes de hoy, de las ambiciones, por ello, nos criticarán, nos juzgarán, nos condenarán, y dirán muchas cosas de nosotros, y se preguntaran como Herodes, ¿quién es éste del que oigo decir semejantes cosas?».
Pero, siendo mujer y mamá, no puedo dejar de preguntarme ¿cómo sería el odio que sentía Herodías hacia Juan el Bautista que hizo que su propia hija se involucrara en el crimen? La niña fue el medio para lograr la muerte de Juan. Algunos comentaristas piensan que Herodías hizo bailar a su hija contra la costumbre de aquel tiempo, porque jamás se supo que una princesa bailara sola ante los hombres. Eso lo hacían las prostitutas. Con esto vemos que el odio no solo afecta al que lo tiene, sino a toda la familia El odio denigra, destruye, hiere, pervierte y corrompe todo, aun la inocencia de una niña. El odio de una persona se esparce entre sus amigos y parientes y, en forma especial entre los familiares más cercanos. Y esto se hizo evidente cuando la hija de Herodías no dudó en complacer a su madre pidiendo la cabeza de Juan en un plato. Porque había bebido del odio de su madre y pensaba como ella.
Isabel Margarita Garcés de Wallis
Además de las precisiones sobre el evangelio de Marcos, me gusto mucho tu comentario al tocar en un punto muy importante y poco recordado: el efecto del odio, del resentimiento en los corazones, en los espíritus a punto, como dice Isabel M., de exponer la propia hija e involucrarla en un crimen.
Que el Cristo recibido en la Eucaristía nos fortalezca en la misericordia y en el perdón.
Isa, excelente, en nuestros labios o palabras habla Dios…
Ciertamente como el evangelio dominical trata, del odio no puede nacer un profeta o mensajero de Dios.
Bendciones…
David