Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
11 Ene 20
Marcos 6, 45-52
Lo vieron andar sobre el lago
En seguida Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo precedieran en la otra orilla, hacia Betsaida, mientras él despedía a la multitud. Una vez que los despidió, se retiró a la montaña para orar. Al caer la tarde, la barca estaba en medio del mar y él permanecía solo en tierra. Al ver que remaban muy penosamente, porque tenían viento en contra, cerca de la madrugada fue hacia ellos caminando sobre el mar, e hizo como si pasara de largo. Ellos, al verlo caminar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar, porque todos lo habían visto y estaban sobresaltados. Pero Él les habló enseguida y les dijo: “Tranquilícense, soy yo; no teman”. Luego subió a la barca con ellos y el viento se calmó. Así llegaron al colmo de su estupor, porque no habían comprendido el milagro de los panes y su mente estaba enceguecida.
Actualmente, en nuestro país estamos pasando por momentos muy complicados. No está claro que en el futuro cercano podamos dejar atrás la violencia incendiaria que toca nuestras puertas; nos preguntamos cuándo será posible salir de la noche oscura que nos tiene apresados.
¡Noche, mar agitado, viento contrario! Los evangelios se encuentran llenos de signos y vivencias que de alguna manera superan la mente racional.
La multiplicación de los panes y los peces, en el evangelio de Lucas, trae un detalle que otros evangelistas omiten: Jesús los hizo sentar en círculos de 50 personas, un número clave que sugiere que formaron comunidad. La comunidad se organiza, comparte.
Inmediatamente después de ese milagro, Jesús se retiró a orar, buscó alejarse de la multitud para descansar. Mientras tanto los discípulos habían salido a pescar. Jesús permanecía solo en tierra mientras ellos luchaban contra la tormenta, remando muy penosamente porque tenían el viento en contra. A la madrugada estaban cansados, exhaustos, mojados, congelados, “con miedo” dice Mateo. Una sombra (silueta), de alguien, caminando sobre el agua, en medio de las olas, se acercaba a ellos mientras batallaban con la tormenta, tratando de salvarse.
Al ver que remaban muy penosamente, cerca de la madrugada Jesús había ido hacia ellos e hizo como si pasara de largo. Al verlo caminar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar, porque todos lo habían visto y estaban sobresaltados. Lloraron muertos de terror y de espanto.
Pero Él les habló enseguida y les dijo: “Tranquilícense, soy yo; no teman”. Luego subió a la barca con ellos y el viento se calmó.
¡Noche, mar agitado, viento contrario! Este es parte del escenario que nos trae el Evangelio hoy. Una palabra se repite en nuestro entorno: la contingencia. Vivimos el día a día, no se tienen certezas, es difícil programar actividades. Ahora vienen las vacaciones de verano y la violencia va a reducirse. En abril seguramente va a volver. Conservemos la calma y confiemos en que nuestros problemas tenderán a decrecer. Entonces será el momento de preguntarse: ¿qué hiciste para vencer el miedo? ¿pudimos reconocer la presencia de Dios que nos invitaba a conservar la calma en medio de la tempestad?
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