Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
09 Ene 08
Marcos 6, 45-52
Lo vieron andar sobre el lago
“Inmediatamente obligó a sus discípulos a subir a la barca y a ir por delante hacia Betsaida, mientras él despedía a la gente. Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar. Al atardecer, estaba la barca en medio del mar y él, solo en tierra. Viendo que ellos se fatigaban remando, pues el viento les era contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos caminando sobre el mar y quería pasarles de largo. Pero ellos, viéndole caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar, pues todos le habían visto y estaban turbados. Pero él, al instante, les habló, diciéndoles: ¡Animo!, que soy yo, no temáis. Subió entonces donde ellos a la barca, y amainó el viento, y quedaron en su interior completamente estupefactos, pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada”.
Vamos a sonreír pensando en la escena. Aquellos doce hombres, fuertes, acostumbrados a situaciones difíciles, se ponen como niños, miedosos, más todavía, en pánico porque vieron a un fantasma y empiezan a gritar. Es una escena que ya hemos visto en el cine, en la tele, en comic de los diarios … Muchos de nosotros también temen a los fantasmas, hay diversos cuentos de habitaciones asombradas en la noche por muertos que ahí vivieron; en Brasil, donde hubo esclavitud, hay haciendas donde se dice que se escuchan las cadenas arrastrándose … ¿Por qué no debemos despreciar esas historias? Porque nos hablan del alma popular, porque nos hablan de algo muy profundo: sufrimiento de muchos – como los esclavos – y dolor por la pérdida de personas amadas.
En el texto de Marcos el susto de los Apóstoles nos habla también de algo importante: la convivencia con Jesús era impactante, revolucionaba conceptos, leyes, modos de sentir, actuar y vivir. No olvidemos que ellos aún estaban bajo la experiencia de lo que llamamos multiplicación de los panes y peces. Y no la habían integrado totalmente, todavía estaban “masticando” los hechos recién ocurridos.
“No habían entendido lo de los panes, su mente estaba embotada”. ¿Nunca habían visto una experiencia de solidaridad tan fuerte? ¿Aún no tenían conciencia de que cuando alguien entregó sus panes y peces sin discutir, sin preguntar, con el corazón y las manos abiertas todo cambió? Todos los corazones y manos que guardaban algo para sí pusieron en común, después que Jesús bendijo lo poco que tenían al principio.
Esa vivencia fue tan fuerte para Jesús que quiso, él mismo, despedir a la gente, gente que se convirtió para la solidaridad, y en seguida se fue al monte a orar. Jesús era un hombre de oración, de oración constante, una de las formas preferidas de hablar con su Padre, de entrar en comunión con Él. La oración era el alimento más fuerte de Jesús, siempre la buscaba en momentos importantes y límites.
¿Ha caminado de verdad sobre las aguas? ¿O el autor hace una metáfora para traducir el poder de Jesús que le venía de la oración, de la intimidad con el Padre, de la voluntad firme de sembrar verdad, solidaridad, fe, esperanza y caridad?
Aunque pudiera hacer cosas maravillosas, más allá de nuestra comprensión, lo que le interesaba más eran las personas y sus vidas, su libertad interior y su felicidad. Por ello, no sigue exhibiéndose en las aguas sino que sube a la barca para confortar a los suyos. “Ánimo, que soy yo, no temáis”. “Y amainó el viento”.
Cuántas veces nos sentimos perdidos en el mar, sin fuerzas para luchar contra los vientos del dolor, para vencer las olas que nos ahogan. Cómo nos cuesta entonces sentir que él subió a la barca para salvarnos, para darnos el consuelo de su presencia.
Estemos seguros de que él caminará de nuevo sobre las aguas para confortarnos, para amainar las tempestades que nos angustian, para rezar con nosotros, para llevarnos a buen puerto.
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