Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
08 Feb 14
Marcos 7, 31-38
Hace oír a los sordos y hablar a los mudos
Saliendo de las tierras de Tiro, Jesús pasó por Sidón y, dando la vuelta al lago de Galilea, llegó al territorio de la Decápolis. Allí le presentaron un sordo que hablaba con dificultad, y le pidieron que le impusiera la mano. Jesús lo apartó de la gente, le metió los dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. En seguida levantó los ojos al cielo, suspiró y dijo: «Effetá», que quiere decir: «Ábrete. » Al instante se le abrieron los oídos, le desapareció el defecto de la lengua y comenzó a hablar correctamente. Jesús les mandó que no se lo dijeran a nadie, pero cuanto más insistía, tanto más ellos lo publicaban. Estaban fuera de sí y decían muy asombrados: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»
Este simbólico episodio de la vida activa de Jesús en que cura al sordomudo de nacimiento, me hace pensar en la realidad de la incomunicación que vivimos en el mundo moderno, por la sordera generalizada que nos impide establecer comunicaciones saludables y solidarias. Llamamos “diálogo de sordos”, cuando no hay voluntad de escucharse, lo que en definitiva se convierte en la emisión de sonidos guturales que no hacen conexión.
“Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua”. Mc 7,33. Como servidor de la salud, en mi trabajo como médico pediatra, veo con gran admiración el gran amor y la delicadeza de Jesús que en medio de su trabajo activo por la proclamación del Reino de Dios, que lo hace recorrer grandes distancias a pie por la Decápolis, que era un extenso territorio al sur del mar de Galilea, acoge a este hombre y lo separa de la multitud, lo reconoce como único y se conmueve, le toca con sus dedos los conductos auditivos de sus oídos atrofiados, para concederle el gran sentido del oído para que pudiera gozar de la gran sinfonía del universo. Luego hace el gesto de tocar suavemente su lengua con su propia saliva, como muestra de amor, de intimidad y de preocupación por este anónimo ser de la multitud, para permitirle expresarse verbalmente y alabar al Creador. En este gesto de “acogida y reconocimiento amoroso del otro”, veo una gran enseñanza para nuestros días, en que en general la frialdad e indiferencia se han tomado los espacios lo que nos lleva a ignorar los dolores y sufrimientos de quienes están a nuestro alrededor.
Nos dice el Libro del Génesis: “Toda la tierra tenía una sola lengua y las mismas palabras» Gn. 11,1. Con el tiempo nos hemos convertido en lo que algunos llaman “la Babel moderna de la no-comunicación”, un verdadero “guirigay” que nos impide encontrarnos, reconocernos, respetarnos y aprender de nuestras propias realidades. Esa es sin duda una gran enfermedad de falta de audición que no es congénita, sino que se ha ido instalando con el tiempo, como un virus poderoso que ha involucrado los medios de comunicación de masas, la globalización, la vida política y hasta la vida religiosa. ¿Tiene cura este gran mal? Por cierto que sí, la terapia está en Jesús que sigue transitando incansablemente por “nuestra Decápolis” y que muchas veces no logramos ver. El mismo vuelve a acogernos como al sordomudo de la multitud. Observamos que Jesús comienza sanando el oído. Esto nos enseña que para curarnos, debemos guardar silencio y escuchar desde la profundidad de nuestro ser lo que nos quiere decir Dios, en lo personal, manteniendo con Él un diálogo propio que nos alimente el espíritu, “un trato de amistad con quien sabemos que nos ama”, como decía Teresa de Ávila.La curación de la lengua viene después; para cultivar un lenguaje dialogante, tan necesario en estos tiempos, para hablar con verdad, con amor, evitando herir, siendo auténtico y generoso combatiendo la vanidad, es necesario sin duda saber escuchar y esa es una recomendación de vida que debemos recordar día a día.
¿En qué situaciones de la vida cotidiana deberíamos poner atención para escuchar lo que Dios nos está diciendo hoy en día? Les planteo esta interrogante a través de los bellos versos de Pedro Casaldáliga, poeta, escritor y religioso español que ha hecho gran parte de su obra en Brasil: “Desde el más casero espacio de que dispongamos, hasta las crecientes grandes manifestaciones, ejerzamos ese supremo don humano de la comunicación, en la verdad, en la comprensión, en la solidaridad. Comunicarnos para conocernos. Comunicarnos para acogernos. Comunicarnos para salvarnos juntos.”
Queridos amigos, estemos atentos a la escucha y al entendimiento de la vida pidiendo siempre al Señor que proclame: ¡EFFATÁ … ÁBRETE!
Conmovida por tan excelente comentario.