Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
14 Feb 15
Marcos 8, 11-13
Por qué esta generación reclama un signo
Se acercaron los fariseos para discutir con Él, pidiéndole una señal del cielo, para ponerlo a prueba. Jesús suspirando profundamente les dijo: “¿Por qué esta gente pide una señal? Yo les aseguro: No se dará a esta gente ninguna señal”. Entonces los dejó, subió a la barca y se fue del otro lado del lago.
Los medios de comunicación social nos entregan diariamente señales inquietantes de la actualidad mundial, que van desde el calentamiento global y el derretimiento de los polos a la desaparición de especies exóticas o cercanas, como las abejas y las ranas; para qué mencionar los estallidos de violencia étnica y religiosa que se suceden en diversas partes de nuestro planeta, la corrupción y el narcotráfico, la inestabilidad de la economía… En todo caso, la baja del precio del petróleo parece ser una buena señal para los habitantes de nuestra parte del mundo, a juzgar por la cantidad de alegres veraneantes que salimos a atochar caminos en busca de un goce tranquilo de la naturaleza, sin periódicos ni noticieros que nos vengan perturbar el descanso con tantas malas noticias. Para matizar un poco, una buena noticia: un creciente número se mueve a pie o en bicicleta, evidenciando una actitud positiva hacia el planeta.
Qué tendrá que ver todo esto con el gesto de Jesús de irse “al otro lado del lago”, según la potente imagen que nos entrega el evangelio de Marcos, cuando los fariseos, le élite de su tiempo, se le aproximan para pedirle una señal de su poder. ¿Qué tienen que ver esos fariseos con nosotros, cristianos bien pensantes y bien actuantes, que miramos con sorna al prototipo del veraneante narcisista, munido de curiosas prótesis que alargan sus brazos para impedir que su autofotografía, o selfie, aparezca deformada en Facebook?
¿Cómo mirarían los fariseos a Jesús, un predicador itinerante criado en Nazaret, de donde “nada bueno” salía? ¿Qué tipo de señales buscaban? ¿Acaso una acción espectacular, demostrativa de esos poderes de magia o exorcismo, celebrados por el vulgo del siglo primero, pero denostado por los de su clase? Jesús, que adivinó sus intenciones prefirió callar e irse a la otra orilla.
El Papa Francisco, en su reciente discurso navideño a la curia romana, la pone en guardia contra quince enfermedades y tentaciones que debilitan el servicio al Señor. Basta citar algunas: la enfermedad de los que “pierden la sensibilidad humana” … de los que se quedan “en la propia posición estática e inmutable” porque es más cómodo… de los que se convierten en “esclavos de las costumbres”… de quienes viven “una ‘mística’ falsa y un falso ‘quietismo’”… de los círculos cerrados, que “comienzan siempre con buenas intenciones”… Por cierto que estas enfermedades y tentaciones pueden aplicarse a nosotros, clases medias comprometidas en difundir la Palabra, que también somos elites dentro de las sociedad y de la iglesia.
Básicamente, el discurso se refiere a la pérdida de sensibilidad necesaria para hacernos “llorar con los que lloran”, la dificultad de colocarnos en la otra orilla, aquella habitada por los marginados y despreciados de los tiempos de Jesús: leprosos, prostitutas, cobradores de impuestos… actitud no demasiado lejana de la nuestra, cuando nos mofamos quienes sucumben a la tentación de la tecnología democratizadora que les permite tener su minuto de fama en las redes sociales. Remplazando el sarcasmo con la empatía, ¿cómo no regocijarse con el número creciente de familias que “pueden pasar un tiempo de calidad con la familia y respetar las vacaciones como un tiempo para recargarse espiritual y físicamente”? En su lenguaje cercano y accesible, el Papa nos invita a dejar de lado “la cara de funeral”. Y añade: “La severidad teatral y el pesimismo estéril son a menudo síntomas del miedo y la inseguridad en sí mismo”.
Y aquí me permito volver a otro aspecto de la actitud de Jesús: la de no hacer frente a la burda provocación de los fariseos. Ya vendrán ocasiones para expresar con gestos, con palabras y con acciones lo central de su misión: ponerse en el lugar del otro y amarlo, en lugar de juzgarlo. Nunca dejemos de preguntarnos cómo habría actuado Jesús en mi lugar, ante tantas situaciones que provocan sufrimiento humano, que con el paso del tiempo y la evolución de las culturas han adquirido otras características. Hoy, en el mundo desarrollado, sufren las mujeres despreciadas, los niños marginados por diferentes situaciones familiares y sociales, los ancianos solitarios recluidos en instituciones…
Jesús, renuncia al alarde gratuito e innecesario de su poder, para enseñar, a través de sus opciones que lo central es amar a nuestro hermano, en especial al marginado. Hoy nos invita a seguir discerniendo a la luz de la fe, ante las realidades del mundo actual que provocan sufrimiento. No está llamando, hoy como ayer, a discernir, para separar lo central de lo accesorio.
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