Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
24 Feb 09
Marcos 9, 30-37
Quien quiera ser el primero que sea el último de todos
Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.» Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle.
Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: « ¿De qué discutíais por el camino?» Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.» Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado.»
Muchas son las frases que merecen comentario en este texto, pero pienso que el Evangelio de hoy nos propone para la reflexión dos temas muy importantes en la vida cristiana: la humildad y el servicio, por lo que escogeré «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.»
Un amigo me contaba que siendo su familia de muchos hermanos, su mama siempre escogía el ala del pollo. Todos pensaban que era la presa de su preferencia. Menuda fue la sorpresa de la familia cuando, como regalo de cumpleaños, le preguntaron a su madre cuál era el mejor regalo que le podían hacer. Y ella respondió “quisiera comerme la pechuga”.
Probablemente, muchos de nosotros vivimos ejemplos como este en nuestra niñez. ¿Qué nos pasó? Así nos educaron, sin embargo, en nuestro ambiente priman la codicia de dinero, prestigio y poder. La gente hoy lo que quiere es tener más y mandar más. Nadie se acuerda que no se es mejor persona por tener más, sino por ser más; no por mandar más, sino por servir más; no por saber más, sino por compartir más sus conocimientos. Es natural que busquemos el propio interés. Pero eso no quiere decir que podamos ver al resto del mundo como un obstáculo susceptible de eliminar, o pasar por encima de las personas.
Lo que nos hace grande no son las cosas que están a nuestro alrededor: belleza, dinero, ser director de una empresa, un Ferrari, o la mejor casa, sino lo que está dentro de nosotros. Nos hace grandes la capacidad para estar disponibles para aquellos que nos necesitan, para acoger con una sonrisa, para vivir la vida en actitud de servicio, especialmente a los más humildes. Estamos llamados a ser humildes para servir, a servir para ser el más grande.
A lo largo del tiempo se ha ido quizá desfigurando la realidad de lo que significa ser humilde. Así se llama humilde al acomplejado, al que no tiene carácter, al que no logra aclararse interiormente, contraponiéndolo al que tiene su forma de ser y de pensar propias. Santa Teresa de Jesús decía que la «humildad es la verdad», o sea, ser humilde es reconocernos ante Dios, ante nosotros mismos y ante los demás, tal cual somos, con nuestras tragedias y miserias, con nuestros carismas y cualidades.
Los discípulos querían el prestigio, el reconocimiento humano y el hacer carrera, no el servicio a los demás. Asimismo, el mundo que nos ha tocado vivir no es un lugar donde se defienda la humildad, sino todo lo contrario, de ahí uno de los choques permanentes con este tipo de sociedad, donde los más débiles y los más humildes son marginados. Los cristianos tenemos que ser en el mundo de hoy los mejores defensores de los más débiles e indefensos, no creyéndonos salvadores de nadie sino meros instrumentos. Servir para ser el más grande, ese es uno de los mensajes más importantes que nos dejó Jesús.
Humildad y servicio, dos aspectos del amor al que Dios nos invita. Entender vivencialmente estas dos propuestas significa que tenemos que tener otra mirada al mundo y a nosotros mismos. El mundo no puede cambiar al cristiano. Sólo Cristo es quien te puede transformar. ¿Qué ganarás con ello? No muchas cosas materiales, ni prestigio, ni poder ni dinero, sólo al final de tu vida estará esperándote el Señor… lo demás no tendrá casi ninguna importancia…
Isabel Margarita Garcés de Wallis
Realmente bello su mensaje, su reflexión. Me tocaba dar un estudio de este pasaje y mi mente y espíritu no tenia inspiración, gracias por su ayuda. Dios me guió a su dicernimiento. Bendiciones.