Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
09 Jul 16
Mateo 11, 25-27
“Venid a mí y descansad”
En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar
He escuchado muchas veces decir “yo soy bueno, no le hago mal a nadie, no necesito de Dios”. Una excusa que debe calmar el corazón de esos hermanos que, seguramente son buenas personas, pero que no quieren conocer y practicar el Verdadero Amor, ese incondicional, omnipresente y gratuito que es el amor de Dios. Y eso mismo pasa con muchos cristianos, católicos, observantes, que dicen tener fe, que creen que son piadosos, pero siempre bajo su visión, y que muy poco han comido de la Palabra, de aquella que viene de nuestra Biblia.
Decir que eres cristiano y no leer y degustar la Palabra es como un pastelero aficionado, puede que las cosas le queden ricas, pero nunca entenderá lo que pasa con el huevo cuando se junta con el azúcar o porque no debe poner tanta mantequilla a algún preparado; es decir lo harás bien muchas veces, pero otras oportunidades, muchas veces te equivocarás y ni siquiera sabrás el porqué.
Esto mismo pasa con esta verdad de amor que es Cristo, los únicos mensajes que tenemos de Él son los que están escritos en el Nuevo Testamento, y se nos revela en cada línea con el más grande amor, como ese amor generoso del padre que recibe a su hijo pródigo; y como ese amor maternal por aquel que se encuentra “perdido”, tal como el hombre que tiene 100 ovejas e irá a buscar donde sea a aquella única que se le ha escapado; y el amor siempre atento a escucharnos en nuestras verdaderas necesidades, tal como fue percibido por la mujer enferma de hemorroisa con solo tocar el manto de Jesús (Mt. 9.25-29); es Él quien nos dice que debemos perdonar setenta veces siete por amor.
Es por la lectura bíblica que conocemos su especial cuidado de revelarse a los más olvidados de su época, como aquella mujer samaritana que recibe de Su boca la noticia del Hijo de Dios y el Pan Eterno; o la esperanza que pese a lo que pase, si oras y tienes fe, recibirás en algún momento Su bendición, como aquel enfermo a la orilla de las aguas sanadoras por 38 años…tantos y tantos gestos de amor de Cristo hacia los judíos de su época, bendiciones que El mismo nos dice que son entregados por el Padre y que siguen repitiéndose en nosotros a lo largo de nuestra vida.
Seamos los pequeños a los cuales Dios se manifiesta a través del Hijo, escuchemos (o leamos) lo que Cristo nos quiere decir en cada versículo de nuestro libro sagrado, y encontraremos las respuestas verdaderas, la puerta a las revelaciones que Dios quiere que conozcamos.
Es así como el Santo Padre nos invita: “La vida cristiana es “sencilla”: escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica, no limitándonos a “leer” el Evangelio, sino preguntándonos de qué forma sus palabras hablan a nuestra vida”
Muchas veces la disculpa para no leer la Palabra es porque no se entiende o es aburrida, pero es porque no la conocemos en profundidad y así nos privamos de conocer al Padre a través de su Hijo. Tal vez por culpa de la antigua Iglesia, aquella de las misas en latín y capillas oscuras y lúgubres, es que los católicos asocian a la Palabra con tedio o de difícil entendimiento, pero ya dice nuestro Papa Francisco que la Iglesia de hoy no debe ser una “Cuaresma sin Pascua” y continua aún más esperanzador con respecto a la Palabra: “El Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegría”.
Aprendamos de la alegría y del amor no en los libros de autoayuda o en los entretenimientos vanos del mundo, sino en la tranquilidad del encuentro con Dios conociendo lo que Él nos ha querido decir a través de la Palabra. Y recordando siempre que “Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” y esa revelación nos la muestra siempre el Evangelio.
Me quedo con la frase «De que forma sus palabras me hablan» y compruebo que muchas veces no lo se escuchar, lo que leo en el evangelio, no lo sé escuchar verdaderamente, si lo hiciera sería una buena cristiana y sé que es importante es el alimento de mi vida,es mi pilar fundamental, para poner en práctica sus enseñanzas