Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
17 Jun 17
Mateo 11, 25-30
Soy manso y humilde de corazón
En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».
Tres meses atrás, cuando elegí este texto de Mateo para comentarlo, jamás me imaginé por lo que tendría que pasar hasta ahora. Un mes tendido en una cama de hospital, severas operaciones y aunque constantemente apoyado por mi familia, amigos, e incluso gente que ni conozco, lo que más me cuesta asumir, siendo yo una persona inquieta, y aunque suene a arrogancia, capaz de “arreglarme solito”, la constante necesidad de servirme de otros para incluso las necesidades más básicas. Esto me lleva a preguntarme ¿Cómo se puede vivir por encima de las posibilidades, los cambios y las circunstancias en la vida?
En esta fecha la Iglesia celebra la fiesta del “Sagrado Corazón de Jesús”. Mateo nos presenta la importante oración de Jesús que contiene tres afirmaciones fundamentales: sólo el Hijo es capaz de revelar el verdadero rostro del Padre; la revelación del Padre se abre a los pequeños y se cierra a los sabios, todos los que están cansados y oprimidos pueden encontrar en Cristo alivio. La afirmación central es la primera; las otras dos le sirven de marco y expresan su contenido. Es decir, Dios, en una revelación que sigue esquemas inesperados: oculta estas cosas a los prudentes y a los sabios, a los racionalistas, y las revela a los pequeños. Para dar aún más relieve a la paradoja, Jesús nos hace ver que el Dios del Cielo y de la tierra tiene preferencias por los humildes y los pequeños.
Cabe preguntarse ¿Quiénes son concretamente los pequeños a los que se manifiestan los secretos de Dios? ¿Quiénes son los sabios y prudentes a los que, en cambio, se les ocultan? ¿Qué se ha manifestado y se ha mantenido oculto?
Pequeños son los hombres sin cultura (así se dice), sin competencia religiosa, sin habilidad dialéctica, sin facilidad de palabra. En tiempo de Jesús eran los llamados hombres de la tierra, los pobres aldeanos de Galilea, a quienes los doctores de la Ley y los fariseos despreciaban. Y en el contexto histórico de la época de Jesús, los cansados y los oprimidos eran los que penaban bajo las intolerables y complicadas prescripciones de la ley farisaica y se sentían perdidos ante la doctrina sutil y difícil de los rabinos.
Si esto lo traspasamos a los tiempos actuales: ¿te suena a algo conocido?
Feuerbach y Nietzsche -dos filósofos ateos del siglo pasado- lanzaron sus teorías del «super-hombre» y del dominio del más fuerte. Ideas tan tristes que desembocaron en la prepotencia nazi, en un racismo aberrante y en todas las formas de totalitarismo ateo que perseguía todo tipo de religión, especialmente la católica; esas ideas fueron las causantes de la Segunda guerra mundial y originaron un abismo de inhumanidad que ni siquiera excluyeron los terribles campos de concentración y de exterminio. Esa triste «ley del más fuerte» impone muchas veces el criterio de comportamiento entre los hombres, ¡tan penosa y de tan lamentables consecuencias para la convivencia humana! Y es que el poder, la ambición desenfrenada y la soberbia prepotente pudre el corazón de los hombres y crea verdaderos infiernos.
Y, sin embargo, Jesús nos viene a hablar hoy de humildad, de mansedumbre y de servicio: «Tomen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas»… ¿No es un mensaje ya trasnochado y pasado de moda? ¿Acaso el que triunfa, hoy en día, no es el hombre «fuerte», el «grande», el poderoso? ¿Qué misterio vivimos y al cual, en lo personal, no tengo respuesta? Por ello, la reflexión de esta semana tiene algo diferente, tenemos que hacerla todos juntos, en la esperanza que nuestro amigo Jesús se incorpore a nosotros y sea nuestro pastor y guía: “Si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan aquí en la tierra, les será hecho por mi Padre, que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”, Mt. 18:20.
Hoy me atrevo a afirmar que, sin duda, fue otra mano la que escogió este texto por mí y a ella recurro en su auxilio para trabajar juntos esta reflexión que, en los tiempos actuales, necesitamos un apoyo de modo de sentir que el “yugo es suave y mi carga ligera”….
Muy bueno tu testimonio, querido Pato, creo que por algo elegiste este texto tan bello, calza perfectamente con tu forma de ser y de actuar, con tu entrega a la voluntad de Dios. Solamente, cumpliendo por tu pedido, quiero añadir que no fue la iglesia católica la más perjudicada por esa guerra, sino los mismos descendientes de los judíos – esenios, fariseos, campesinos de Galilea – que a lo largo de los siglos y, sobre todo, en esa tremenda segunda guerra mundial, fueron perseguidos por cristianos que optaron por el orgullo y el poder y desvirtuaron el mensaje de Jesús. Con esto no pretendo decir que Hitler y sus secuaces fuesen cristianos, ni que los judíos que hoy persiguen a los palestinos sean mansos y humildes de corazón. Nos interpela a todos nosotros hoy, quienes nos sentimos dueños de la verdad. Muchas gracias por invitarnos a participar.
Querido amigo,es una reflexiòn que debieramos hacerla en un grupo,para poder asimilar lo que el gran Jesùs nos enseña.
El ego no permite al hombre, segùn yo darse cuenta que mientras mas humilde y sencillo,agradeciendo a diario lo que el Dios nos regala, se es mas feliz.
Estoy conciente por lo que has pasado Tù, familia y tus amigos,pero ha sido la oportunidad,para darte cuenta cuanto te ama el gran Dios, Creìstes en algùn momento que saldrìas de èsta ?y tan acompañado, creo que no y aquì estàs dando la batalla
Amigo medita un momento cuàntos tienen la posibilidad tuya,una buena esposa, buenos hijos, buena familia, buenos amigos y los medios para tratarte, no es poca cosa amigo,hay muchos que no tienen ninguna posibilidad y en otros casos que tienen mucho y de nada les sirve, porque la fama y el dinero no compran la felicidad
Por eso nos debemos sentir dichosos de poder
asumir el yugo suave y nuestra carga ligera.
Recibe todo nuestro amor como amigos
Muchas gracias Pato por tu comentario. Gracias de todo corazón por mostrarnos esa humildad y mansedumbre de corazón que necesitamos más que nunca en nuestras familias y trabajos. Un gran abrazo.