Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
04 Ago 19
Mateo 13, 47-53
El Reino de los Cielos es semejante a una Red
Jesús dijo a la multitud: “El Reino de los Cielos se parece a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?” “Sí”, le respondieron.
Este texto, exclusivo de Mateo, se encuentra entre un conjunto de “parábolas del Reino”. En esos tiempos se pensaba que el fin de mundo estaba cercano, y el evangelizador usa la imagen de la red con pescados, de los que se guardan los buenos y se botan los que no sirven, para urgir al pueblo judío a estar preparado para el juicio final.
Dos mil años más tarde, cuando hemos aprendido que no hay infierno con llamas y que el Reino se construye aquí, recuerdo la frase “está aquí pero todavía no” que parece paradojal, el descarte de lo que no sirve a mí me ha sugerido algo no tan evidente: ¿Qué nos toca descartar de nuestra vida? Empezando por la enseñanza religiosa que recibimos los católicos de nuestro tiempo. Pese a un sentimiento difuso de que, en algún momento de su historia, la iglesia católica romana había desviado su rumbo, nuestra generación cumplía con las prácticas que se nos había inculcado en el colegio. Desde el catecismo de preguntas y respuestas hasta ahora, aprendimos a separar al Jesús de la historia del Jesús de la fe; a recitar el credo críticamente dejando afuera gran parte de su contenido, desde el “todopoderoso” al “estar sentado a la diestra”; desde prepararnos para la confesión con listas de pecados sacados de un misal, a llegar donde algún sacerdote conocido para plantearle dificultades de fe, hasta no confesarnos, punto.
Es decir, fuimos podando, dejando afuera lo que no nos ayudaba a tener una fe adulta: más de un sacramento, varios dogmas, el celibato, la exclusión de la mujer, los abusos de poder, los abusos sexuales, el estado Vaticano con territorio propio, ejército, diplomáticos: ¿es ésta la iglesia de Jesús?, quien, por otra parte, no vino como salvador y redentor enviado por un padre sádico a padecer, como cordero propiciador, para redimirnos del pecado original. Jesús ni siquiera pretendió fundar una iglesia sino transformar la de su tiempo, rígida y reglamentaria (hipócrita, sepulcros blanqueados), para convertirla en un lugar donde lo primero es el amor y todo lo demás se da por añadidura. Con su vida misma, Jesús priorizó la acogida de los marginados, de los enfermos, las viudas y pordioseros, los preferidos de Dios, de quien tuvo una experiencia tan cercana y amorosa que lo llamó Abba, Papá.
Para explicarse la realidad del más allá, el ser humano ha pasado por muchas etapas de conocimiento: Arcaico, Mágico, Mítico, Lógico, Científico. En nuestra época, está surgiendo un tipo de pensamiento más intuitivo, transpersonal o no dual. De ahí que se hable de plenitud y se superen los términos de salvación, justificación o redención. Citando a Fray Marcos: “Es un disparate pensar que Dios exigió, planeó, quiso o permitió la muerte de Jesús. Peor aún si la consideramos condición para perdonar nuestros pecados. La muerte de Jesús no fue voluntad de Dios, sino fruto de la imbecilidad humana. (…) La muerte de Jesús no fue un accidente; fue la consecuencia de su vida. Una vez que vivió como vivió, era lógico que lo eliminaran”.
En estos tiempos de cambio de paradigmas, para las generaciones más jóvenes las podas drásticas no son dolorosas, sino liberadoras. No tienen lazos, ni apegos, sienten que la institución no les aporta nada y la descartan sin pena. Se declaran “ateos” sin medir el alcance drástico de esa palabra: ¿se refieren al viejo con barba de los frescos de la Capilla Sixtina? sin intentar adquirir conciencia de esa fuerza amorosa generadora del cosmos, de la vida y del sentido.
Al mismo tiempo somos testigos de cambios positivos en las nuevas generaciones, de coherencia entre la palabra y los actos. La espiritualidad la viven en contacto y defensa de la naturaleza, de los niños y las mujeres maltratadas, en compromisos por una nueva sociedad donde no campee el pecado estructural y sistemático que abunda en nuestro mundo. Un ejemplo de esta nueva y maravillosa juventud me acaba de llega a mi celular: muchachos y muchachas que acaban de terminar la construcción de un centro de acogida para niños en Tanzania y hoy invitan a una fiesta-beneficio en Chile. Pero no es necesario viajar tan lejos, en Chile se necesitan jóvenes con ideales, que trabajen por la superación de las brechas sociales, éticas, educacionales que sufren muchos niños chilenos, violentos, maleducados, obesos tal vez, y los hijos de inmigrantes, posiblemente malnutridos y enfermizos.
Se necesitan voluntarios que trabajen por el proyecto de Jesús.
Estupenda y remecedora reflexión!!! Nos deja pensando lo mucho que tenemos que cambiar para realmente acercarnos al mensaje del hermano Jesús, olvidando viejos y desgastados ritos para buscar la esencia de lo que se nos pide…