Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
06 Ago 12
Mateo 13, 54-58
¿No es el hijo del carpintero? Entonces de dónde saca todo eso
Y llegó a su propia tierra, donde comenzó a enseñar en la sinagoga del lugar. La gente, admirada, decía:
– ¿De dónde ha sacado éste todo lo que sabe? ¿Cómo puede hacer tales milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? Y su madre, ¿no es María? ¿No son sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas, y no viven sus hermanas también aquí, entre nosotros? ¿De dónde ha sacado todo esto?
Y no quisieron hacerle caso. Por eso, Jesús les dijo:
–En todas partes se honra a un profeta, menos en su propia tierra y en su propia casa.
Y no hizo allí muchos milagros, porque aquella gente no creía en él.
Mateo ubica este pasaje después de relatar la serie de parábolas y enseñanzas de Jesús y lo pone haciendo lo mismo en la sinagoga de su propia tierra en Nazareth. No dice qué les enseña, pero suponemos que va en la misma onda de sus anteriores relatos… o mejor todavía, para el mismo relato Lucas sí especifica que fue el pasaje donde dice que el Señor lo ha “ungido para anunciar la buena noticia a los pobres…” …libertar a los cautivos y oprimidos… proclamar el año de gracia! Todas, declaraciones evidentemente revolucionarias ¡y todo en la sinagoga!
No es de extrañar entonces que haya todo un revuelo entre los oyentes, seguramente gente más tradicionalista y acomodada en el régimen en que vivían. Despectivamente aluden a su ignorancia, a su origen humilde de hijo del carpintero. ¿Cómo éste les va a enseñar nada?
Así también nosotros a menudo no creemos que nada bueno o sobresaliente puedan lograr nuestros indígenas o incluso nuestros conocidos, si son apenas como nosotros o menos que nosotros… y mucho menos si son humildes trabajadores, artesanos o campesinos. Hasta nos esforzamos en nuestras actividades por traer a alguien de afuera, si posible que hable inglés, para darnos sus conferencias, enseñarnos y así podamos creerles, pues si lo mismo nos lo dice el vecino ponemos cara de duda…
No nos damos cuenta lo mucho que podemos aprender de nuestros prójimos, de los vecinos, pobladores y campesinos, aunque no sean estudiados y leídos. La verdad es que cada vez que nos reunimos con ellos es mucho lo que sacamos de su simpleza e inocentes pero sabias explicaciones, enseñanzas no de libros sino de la misma vida. Cada reunión que me ha tocado entre comunidades campesinas con las que a menudo he trabajado ha sido para mí un enriquecimiento vital. Y, ¿cómo sería, entonces, escuchar a aquel hermano que transmitía vida en abundancia, como sabemos ahora de Jesús?
¡No despreciemos a los profetas de nuestra propia tierra, a los que nos han venido anunciando este Reino de Dios, aunque sea con otras palabras, a Monseñor Romero, a Luis Espinal y a tantos otros anónimos que andan sueltos y olvidados por nuestros caminos!
Toda esta gente del “barrio» conocía a Jesús desde pequeño, y a sus padres, lo que hacían, su descendencia y hermanastros. No eran meses, hace casi 27 años que les conocían.
¿Porque entonces el hijo del vecino aparece predicando como gran maestro y enviado de Dios? La pregunta y el asombro son lógico, y la incredulidad resultante también.
Pero se debía a que conocían a Jesús «en la carne» de lo que hablaba el apóstol Pablo, que si aun nosotros o los discípulos del Señor le habían conocido en la carne, deberían recibir la revelación del hijo de Dios, lo que le paso a Pedro después y ENTONCES conoció al Señor.
Muchas comunidades cristianas se conocen desde la infancia, padres y abuelos y es una comunidad «buen onda» como decimos en Chile, pero que se conocen entre sí «en la carne». No en el hombre interior que crece día a día, deben ser «hermanos» por crianza y nacimiento en el espíritu no por herencia familiar. Estas comunidades muy afables y cariñosas entre sí, tienen generalmente una ley tacita por la que viven, un estándar de vida moral, no escrito en ningún lado pero si alguno no pertenece al grupo, debe cumplir ese nivel mínimo, sino le rechazan. Ese no es amor de Dios es amor condicionado.
Necesitamos nacer en el espíritu y conocernos de nuevo, la palabra nos llama a amarnos, no a «caernos bien», si alguno profundiza su relación con Dios le encontraremos diferente, y que transmite en otra frecuencia. Depende de nosotros entonces, el reconocer en él un crecimiento en Dios, y alguien a quien imitar sino lo marginaremos de nuestra comunidad como algo raro del modo más natural y ni nos daremos cuenta. Tal como los vecinos de Galilea que no supieron quien les visitó ni a quien rechazaban hasta que fue muy tarde.
He conocido en mi vida, hombres y mujeres, muy exitosos en su práctica laboral, u hombres con grandes logros financieros, que no logran ser felices, mujeres dotadas de una gran belleza, pero que tampoco lo son. Muchos de estos están sumidos en una gran soberbia, atribuyéndose absolutamente sus méritos y vanagloriándose por ellos. Para estas personas aunque reconocen potencialidades en el otro, para ellos no tiene importancia.
Creer que Dios ha puesto en todas las personas algo que lo hace tremendamente valioso a los ojos de Él, que nuestras limitaciones humanas nos impiden reconocer, es una actitud humana que nos cuesta caro en la vida cotidiana. Los viejos, no ven los grandes méritos en los jóvenes; los jóvenes no reconocen la sabiduría de los viejos y sus capacidades, el pobre no ve el trabajo y sacrificio en el rico, y este es incapaz de verlo en el pobre. ¡Qué difícil es ponernos en el lugar del otro!.
Jesús fue enseñado en las leyes hebreas, por su padre adoptivo José, dicho de paso, él también fue un elegido, pues asumió en la vida de Jesús, el rol paterno y formador en la ley judía. Pero ellos, dado su origen no eran considerados por el Sanedrín, ya que el poder dentro de este lo ejercían unos pocos. La soberbia humana cobra también acá su precio, no se reconoce el mérito del otro. No se reconoce al Dios vivo.
Pero lo que en realidad es bastante decidor, es la última frase de este trozo del evangelio, “ y no hizo allí muchos milagros, porque aquella gente no creía en él”; porque a la luz de la fe, de creer en Cristo es que se reconocen los milagros, y un gran milagro es la confianza en el diferente, pues Dios también dispuso maravillas en él. No habrá muchos milagros, si el joven no confía en el viejo, si el viejo no confía en el joven, si el rico no cree en el pobre y el pobre en el rico. No habrá milagros si no reconoces al “profeta de todos los tiempos” en el diferente a ti.
El ignorante, también tiene algo que decir,…. oigámosle,….. tal vez nos traiga un divino mensaje.