Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
05 Ago 08
Mateo 14, 22-36
Mándame ir hacia ti andando sobre el agua
Después que sació a la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento les era contrario.
De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo enseguida: «¡Animo, soy yo, no tengan miedo!” Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua». Él le dijo: «Ven». Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame». En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?”
En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios». Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar, apenas le reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron donde él a todos los enfermos. Le pedían tocar siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaron curados.
Jesús acompañado en plena vida pública revoluciona a las multitudes con un mensaje nuevo que los lleva a la decisión de nombrarlo rey liberador de la opresión que vive el pueblo de ese entonces. Con prudencia rescata a los suyos y los embarca para dirigirse a otra región y así proseguir su misión. “Una vez que los despidió, subió solo a un cerro a orar” (Mt 14,23) ¿Por qué ora Jesús? ¿Cómo es su oración? ¿Qué nos dice con su gesto a nosotros hoy?
Jesús aprendió a orar conforme a su corazón de hombre; lo aprendió de su madre que conservaba todas las “maravillas” del Todopoderoso y las meditaba en su corazón (Lc 1, 49). Aprendió de la oración de su pueblo, en la sinagoga de Nazaret y en el Templo. Por sobre todo, su oración brota de una fuente secreta distinta: “yo debo estar en las cosas de mi Padre” (Lc 2, 49). Aquí se nos revela el misterio de la oración filial. Jesús ora antes de los momentos determinantes de su misión. Recordemos su Bautismo, su Transfiguración, antes de nombrar a sus apóstoles, en el huerto previo a su Pasión. La oración de Jesús es una entrega humilde y confiada, de su voluntad humana a la voluntad amorosa el Padre. Se retiraba con frecuencia en soledad a la montaña, con preferencia por la noche para orar (Mc 1,35).
¿Entiende el hombre moderno la “utilidad” de la oración? Pienso que la oración es subestimada bajo el prisma del activismo. Los místicos nos han dejado grandes testimonios de la fuerza de la oración. San Ambrosio nos dice: “A Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras”. “Ora constantemente”. Orar es siempre posible. Es una necesidad vital. Oración y vida cristiana son inseparables nos dice San Pablo ( 1 Ts 5,17). Orar en los acontecimientos de cada día y de cada instante es uno de los secretos del Reino revelado a los pequeños. Tenemos que orar para que la venida del Reino de Justicia y de Paz influya en el curso de la historia, pero también es importante integrar a la plegaria, las humildes situaciones cotidianas que forman parte de nuestra vida. Todas las formas de oración que podamos hacer en forma vocal, meditada o de contemplación, pueden ser la levadura con la que el Señor compara el Reino ( Lc 13, 20-21).
Los invito a buscar un pequeño desierto o un monte aislado en vuestra rutina libre del bullicio cotidiano, para entablar ese “trato de amistad con quien sabemos que nos ama” (Santa Teresa de Ávila). Es cierto, cada vez tendremos mas obstáculos para lograrlo porque en la “gestión operativa” que comanda la marcha del mundo, no existe la conjugación del verbo orar. Sin este alimento, no podemos tener la fuerza del Espíritu que canalice nuestros pasos por la senda de Jesús, y nuestra boca lanzará discursos vacíos sin sustento de verdad y amor.
¡Cuánto mejor sería la marcha de las naciones si aquellos que manejan el poder, la legislación y los medios se “retiraran a meditar una noche” antes de tomar grandes decisiones para el mundo!
1. ¿Cómo ha sido mi oración a lo largo de mi vida?
2. ¿Cuál es mi forma de orar que me acerca mas a Dios?
3. ¿Estoy en aridez de oración? ¿He puesto al servicio de Dios mi propio desierto espiritual? ¿He caído en un activismo sin oración?
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