Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
15 Ago 20
Mateo 18, 15-20
Si te hace caso, has salvado a tu hermano
««Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano. «Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. «Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»»
Que belleza este Evangelio que habla sobre “la corrección fraterna”, esa forma honesta y amorosa de tratar de vivir en armonía y amor. Tan importante para sobrevivir en las amistades y las comunidades.
Durante todos mis años de fe he estado en muchas comunidades, donde cada una me ha enseñado un poco más el cómo vivir juntos en un mundo donde generalmente estamos alterados y cansados, y los medios de comunicación y la cultura occidental nos enseña a ser egocéntricos e individualistas. Nos han mostrado que debemos luchar primero por nosotros, que no nos importe el de al lado, ni empaticemos con los que, estigmatizados, creemos que son flojos, o delincuentes o no se merecen mayor bienestar.
Entonces he visto en comunidades cristianas las ansias de poder, la necesidad de mandar antes que servir, el compararse con otras comunidades y “quererles ganar”, en personas que buscan realizarse por una posición o un cargo, sea donde sea, desde el más pequeño grupo de oración, hasta la propia institución de la Iglesia, en su jerarquía.
Y cuando vemos al hermano o hermana caer en algún pecado (ira, envidia, soberbia, lujuria, etc, etc) callamos, creemos que debemos perdonar sin decir nada, creemos que debemos agachar la cabeza y seguir con la careta hipócrita del que sigue al Señor, cuando en realidad no tenemos la valentía de realizar esa corrección fraterna, que debe ser seguida en sus tres etapas: personalmente, con testigos y por último públicamente.
¿Cuantos de nosotros nos hemos callado en lo pequeño, cuando vemos a alguien que busca el poder en la pequeña comunidad o en lo grande, cuando vemos que la Iglesia ha encubierto o permitido abusos a personas mas débiles? Callamos, hacemos la vista gorda, miramos para otro lado y preferimos no ser partícipes de tanta felonía.
Y no recordamos este texto que hoy nos llama a atar y a desatar, a ser creadores de una sociedad que se debe rearmar, por amor a nuestros descendientes y por amor a Cristo, que nos llama a unirnos, a amarnos, a crear comunidades (y por ende una sociedad) de acuerdos, de diálogos, de fe, de búsqueda del amar lejos del pecado. Recordando que el pecado es todo lo que nos aleja de Dios Padre y Madre, de las enseñanzas de Jesus y de lo que el Espíritu Santo sopla en nosotros.
No temamos en hablar con el que cae, no temamos tratar de hacer de nuestras comunidades un lugar de misericordia y amor y no dejemos solos a una sociedad que debe buscar el amor a los más desvalidos más que el provecho de unos pocos. Como cristianos verdaderos debemos hacernos oír, por todos aquellos que no son escuchados, ni atendidos, ni protegidos.
Esta pandemia ha sido terrible, pero como siempre los que más han sufrido son los que sufren siempre, y por ellos, debemos unirnos, para actuar, para orar, para que Dios este con nosotros. Porque Dios se manifiesta más cuando no estamos solos, cuando lo hacemos en o para la comunidad. Debemos ponernos de acuerdo, y reunirnos para pedir y para actuar POR TODOS.
En el Apocalipsis el Señor dice: «Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero porque eres tibio y no frío o caliente, voy a vomitarte de mi boca. Tú piensas: Soy rico, tengo de todo, nada me falta. Y no te das cuenta de que eres un infeliz, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo.»
Estamos llamados a corregir, ya sea a un hermano o a una comunidad o a una sociedad. Porque somos parte de ella. ¿Cómo lo haremos? Con Dios o sin Dios?
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