Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
12 Dic 15
Mateo, 21, 23-37
«Jesús responde a las autoridades»
Jesús había entrado al Templo y estaba enseñando, cuando los sumos sacerdotes y las autoridades judías fueron a su encuentro para preguntarle: «¿Con qué derecho haces todas estas cosas? ¿Quién te lo ha encargado?» Jesús les contestó: «Yo también les voy a hacer a ustedes una pregunta. Si me la contestan, yo también les diré con qué autoridad hago todo esto. Háblenme del bautismo que daba Juan: este asunto ¿de dónde venía, de Dios, o de los hombres?» Ellos reflexionaron: «Si decimos que este asunto venía de Dios, él nos replicará: Pues ¿por qué no le creyeron? [Y si decimos que era cosa de hombres, ¡cuidado con el pueblo!, pues todos consideran a Juan como un profeta.» Entonces contestaron a Jesús: «No lo sabemos.» Y Jesús les replicó: «Pues yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas.»
No existe un día en que los noticieros nacionales y mundiales dejen de mencionar las palabras “corrupción”, “colusión” y “justicia”; las dos primeras avaladas por el mal actuar de conocidas personalidades políticas y sociales, referentes de masas; dolorosamente para nosotros los católicos, por altas autoridades de la jerarquía eclesial. La tercera, como una idea quimérica que no se logra alcanzar y por la que muchos claman.
Recientemente ha sido publicitado el vergonzoso caso de malversación de fondos en la Santa Sede; mi pregunta al respecto es ¿qué nos dice Cristo en su palabra al respecto?, ¿por qué no oímos el grito desgarrador del Padre pidiéndonos una vez más en la historia de los hombres, Justicia?, ¿es su Palabra mal entendida y “usada” para intereses egoístas?. A mi modo de ver, tal como le ocurre a Jesús en este pasaje del evangelio, la respuesta de los hombres siempre estará condicionada a sus propias conveniencias.
Ocurrió hace dos mil años y sigue ocurriendo hoy… ante la delación de la corrupción y la valiente denuncia de grandes infracciones a la ley de los hombres y a la palabra de Jesús, osamos cuestionar la verdad de Cristo y defender lo indefendible. Y como si esto fuera poco, nos arrogamos el derecho de preguntar ¿Con qué derecho haces tú todo eso? ¿Quién te ha autorizado para ello?, peor aún, como producto de nuestra humana necedad, seguimos negando el derecho a la Verdad y la Justicia, elementos en los cuales se basa la divina Palabra.
¡Este es derecho de Cristo!, establecido en su Palabra y obtenido en la cruel crucifixión; el mismo que vulneramos todos los días en nuestras sociedades corruptas y por lo que a Él lo crucificamos también hoy.
La degradación de los pueblos comienza cuando se “relativiza” la verdad, cuando perdemos las perspectivas de la real justicia, aquella que otorga los mismos derechos fundamentales de vida a hombres y mujeres, capaces de ganarse limpiamente el sustento sin que por ello tengan que abusar de otros, de los más pequeños, de los más débiles, de los indefensos, de los más sufrientes, de todos aquellos que Jesús tanto amó en su vida terrena.
No es un mendrugo de pan entregado lastimosamente a nuestros hermanos lo que Jesús quiere de todos y para todos, acción disfrazada con la palabra “solidaridad”, ni las migajas que caen bajo la mesa; lo que nos pide en realidad es “Justicia”, la que se traduce hoy en sueldos dignos, en la abolición de las condiciones miserables de trabajo especialmente de mujeres y niños, en factorías multinacionales por sueldos de hambre; en la construcción de ciudades más funcionales que no creen guetos de marginalidad y den lugar a la temida delincuencia; en la no discriminación en las oportunidades; en evitar el lucro destructivo que los grandes consorcios multinacionales logran, depredando despiadadamente nuestro planeta.
Reitero amigos, todo esto tiene sólo un nombre y se llama Justicia, palabra que Jesús menciona una y otra vez en su mensaje; palabra que debe ser oída, respetada y cumplida, palabra a la que no debemos hacer oídos sordos, pero que tantas veces parece impracticable “porque está basada en el bien común y en el amor de Dios”. Resulta irónico pensar que los hombres sigamos eligiendo el bien de sólo unos pocos y manteniendo dinastías de poder y riqueza, cuyas propias leyes rigen el mundo sin consideración al resto de la humanidad y el planeta.
¿Cómo creen ustedes que funcionaría el mundo bajo la ley del Amor y la Justicia?… sin egoísmos, sin ambición, sin avaricia, sin la obsesión por el poder con la que tantos cargan…; no sé, tal vez para muchos ¡una utopía!…; pero, osada me atrevo a imaginar… sin colusión, sin corrupción…sin guerras……
Excelente, los felicito, siempre leo su información, gracias a todas las personas que me han enviado mail
Verónica, nada mas cierta tu reflexión, ojalá tus últimas palabras lleguen a muchos corazones, para poner en práctica el mandamiento del amor, que creo que es el que nos hace falta, con amor podremos lograr la justicia que tanto se necesita para que nuestros hermanos recobren su dignidad.
Gracias por tu reflexión, que refleja lo insensatos que hemos sido desperdiciando el tiempo en cosas superfluas