Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
22 Ago 11
Mateo 22, 34-40
“Amaras al Señor, tu Dios, y al prójimo como a ti mismo”
“Cuando los fariseos supieron que Jesús había hecho callar a los saduceos, se juntaron en torno a él. Uno de ellos, que era maestro de la Ley, trató de ponerlo a prueba con esta pregunta: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley?». Jesús le dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el gran mandamiento, el primero. Pero hay otro muy parecido: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la Ley y los Profetas se fundamentan en estos dos mandamientos.»
¿Cuántas veces hemos leído y oído en las misas dominicales este Evangelio? Cientos de veces. Los cristianos lo tenemos grabado en nuestra mente desde pequeños y, muchas veces, aunque no siempre, está vivo en nuestro corazón. Lo proclamamos a todo el mundo como el Gran Mensaje salvador. Es cierto. Lo sabemos de memoria. Por ello, en la reflexión de esta semana, bastaría con compartir la celebración de la alegría de saber y ser portadores de este Mensaje. Pero, nuestra comunidad de laicos cristianos RC – MIAMSI, que emite esta Cartilla, busca ir más allá de lo tradicional, de lo esperado, de repetir frases sobre lo mismo sin hacerlas nuestras. Los invito a releerlo y comprenderlo desde hechos de la vida real, diferente a los textos de formación religiosa, de las homilías e interpretaciones teológicas. Muy valederas por cierto, pero que a veces no llegan a despertar nuestra conciencia, actitud y corazón cristiano. Espero no herir o parecer un hereje, pero lo hago pensando en lo que, en mi humilde opinión, nos podría hablar hoy Jesús, en un invierno del año 2011.
En julio pasado, la prensa de un día domingo del diario de un pequeño país de la región decía: “Las bajas temperaturas que sufre el país al igual que en otros países de sudamericanos, acentuadas desde el viernes pasado por una ola de frío polar, causaron la muerte de cinco personas en la capital. Mientras tanto, se discute un proyecto para ayudar a los más necesitados…”. Muchos lo leyeron en cama, “calientitos”, con un rico desayuno, y apurando a los hijos para estar a tiempo listo para ir a la misa de doce. Dieron vuelta la página del diario y se ocuparon de otros asuntos más serios e interesante: lo que realmente preocupa hoy, la caída de algunas acciones, el alza de la tasa de interés, la barbaridad de algunos parlamentarios que pretender subir el salario mínimo sin darse cuenta que con ello “están afectando a los pobres que perderán sus empleos”, etc. Otros, ante proclamas para mejorar las condiciones y calidad de la educación de los sectores de bajos recursos a costa de subir los impuestos de las empresas, reaccionan alarmados pues sostienen que “hará a los inversionistas buscar otros horizontes, como lo son los fantásticos “paraísos tributarios”, en donde si se le da un trato justo”. ¿Vivimos hoy en dos mundos?
La noche anterior de ese fin de semana, como a las tres de la madruga en medio de un frio atroz y después de una gran fiesta de celebración de un matrimonio en el Club, un matrimonio se detuvo a comprar un medicamente para uno de sus hijos que estaba enfermo. Les tocó presenciar un hecho desagradable que les hizo perder la alegría que traían de la fiesta. A pocos metros de la Farmacia y bajo una escalera de acceso, estaba un hombre muerto al no poder soportar su débil cuerpo la inclemencia del frio polar. La policía estaba cuidando el cuerpo (cuidando ¿de qué? me pregunto si no tenía nada…) y habían acordonado el entorno, haciendo difícil el ingreso a la Farmacia. ¡Fue ingrato, molesto, algo para no recordar! –comentaban días después a sus amigos… ¿Vivimos hoy en dos mundos?
¿Dónde -entonces- está la reflexión a la que los invito a compartir? Es tarea que -esta vez- dejo a los lectores. Ahí están los hechos y la vida diaria en donde hoy se juega la suerte del Evangelio. Quisiera agregar un breve poema de mi profesor en la infancia, el Hno. Juan de la Cruz (Ignacio Villaseca), vuelto a reencontrarme con él en Algarrobo, 55 años después, quién me lo regaló la semana pasada y que nos llama a pensar:
Un hombre ha muerto en la calle,
de frío,
y me piden que no hable,
que calle,
¡Dios mío!
Cómo duele, Jesús,
el clavo que te ata a la cruz.
San Juan, nos enseña: “El que dice: Yo amo a Dios, y odia a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, si no ama a su hermano, a quien ve? Él mismo nos ordenó: el que ama a Dios, ame también a su hermano». (1ª Carta de Jn. 4,20-21). Y, Mateo agrega: «No basta decir Señor, Señor, para entrar en el reino de los cielos, sino que hay que realizar la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt. 7,21). ¡Pero, seguimos hoy viviendo en dos mundos…! ¿Somos -en verdad- coherentes en Fe y Vida? … o ¿Hipócritas? o ¿Encerrados en nosotros, mirando solamente al cielo y cerrando los ojos a nuestro alrededor?
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