Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
29 Ago 20
Mateo 23, 27-32
Sois hijos de los que asesinaron a los profetas
«¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, pues son semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también ustedes, por fuera aparecen justos ante los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad. «¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, porque edifican los sepulcros de los profetas y adornan los monumentos de los justos, y dicen: «¡Si nosotros hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangre de los profetas!» Con lo cual atestiguan contra ustedes mismos que son hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colman también ustedes la medida de sus padres!
¿Por qué el Señor se ensaña tanto contra los fariseos y los hipócritas? Es que, ciertamente es la peor actitud que podemos asumir. El cinismo, la mentira y el engaño son posiblemente lo que más daño hace a nuestra sociedad. Aparentar lo que no somos, siempre viene aparejado con algún propósito oscuro, mezquino, torcido. Queremos obtener algo que de otro modo nos sería negado, tal vez porque no lo merecemos o porque no es justo. Los políticos caen constantemente en esta tentación y es que por ganar votos son capaces de prometer y prometer cosas que saben nunca podrán cumplir. Pero poco les importa, con tal de lograr su objetivo. Total, se dicen, ya después veremos cómo hacemos. Y, lamentablemente esta es una actitud muy contagiosa; por ello ocurre que hay sociedades en las que ya nadie cree a nadie y nadie confía en nadie, como en nuestro país.
Por efecto de la pandemia, hacía tiempo que no iba a la feria a comprar verduras y frutas. Un detalle que llamó mi atención fue su gente, abierta, amable, conversadora y dicharachera. Me quedé asombrado cuando tuve que pagar en efectivo los servicios prestados a esta maravillosa gente. Ellos recibieron los billetes y de forma muy natural se los metieron a sus bolsillos o a sus cajas “registradoras”, dando una sensación de confianza total. Es increíble que en un país en que constantes recibimos lecciones públicas de cómo mentir con la mayor cara dura y sin el menor desparpajo, cuando haces el mismo tipo de pagos, los billetes son sometidos a toda clase de pruebas en tus narices, lo que evidencia el nivel de desconfianza en el que vivimos.
La mentira, que comienza con aquellas mentirillas inocentes, es como el peor ácido que va corroyendo la moral del pueblo hasta desaparecerla. La incapacidad para decir la verdad siempre y en toda ocasión, pretende ocultar la total falta de escrúpulos para alcanzar lo que deseamos, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Tal actitud es sumamente perniciosa para la convivencia social. Es imposible edificar una comunidad capaz de albergar cualquier valor, con la finalidad que sea, si esta se cimienta sobre la mentira. El mentiroso compulsivo es traicionero por definición, porque llegado el caso, con tal de lograr su propósito, mirándote a los ojos, jurará por su madre y sus hijos una mentira, porque ya ha perdido todo escrúpulo. Por eso el Señor nos dice que nosotros en cambio debemos decir sí o no, simplemente, porque lo demás sobra. La tremenda irresponsabilidad en la que incurren los mentirosos es sumamente grave para lo sociedad.
Y lo peor es que muchas las veces los padres enseñan a mentir a los hijos, empezando por las famosas mentiras piadosas, que de tales no tienen nada, enseñando más bien, que en determinadas circunstancias se puede mentir y que la decisión de hacerlo es subjetiva y personal, lo que desde luego no es cierto, pero da inicio a una práctica que no se detendrá, ni encontrará motivos para hacerlo, en tanto no logremos lo que nos proponemos.
¿Cómo revertir este pésimo hábito? La única forma es cambiando totalmente, como nos lo propone el evangelio. Tenemos que nacer de nuevo, decir NO a la mentira, por más pequeña que esta sea. Eduquemos en la verdad a nuestros hijos. Estos son los valores que debemos cultivar.
¿Qué me dice el texto? Jesús es muy claro y preciso. Hoy se dirige a los fariseos y letrados. Mateo siempre sitúa a Jesús enseñando, como Maestro; hoy quiere enseñar a los que se hacían llamar maestros y también a nosotros. No señala, no juzga, no rechaza, ni discrimina por su conducta. Para Jesús nadie está dado por perdido, todos caben en su corazón, visto así, estos “ayes” (quejas) muestran su profundo dolor, porque se resisten a creer y a vivir el Reino del Padre, porque son testarudos, porque sólo se miran a sí mismos y en dar una buena imagen hacia afuera poco auténtica.
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