Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
01 Nov 10
Mateo 5, 1-12
«Estén alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo»
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estén alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.»
Siempre me han conmovido las bienaventuranzas y con razón ya que he descubierto que están en el centro del mensaje de Jesús. Nos sitúan ante opciones morales decisivas y responden al deseo natural de felicidad. Descubren la meta de la existencia humana. “Esta vocación se dirige a cada uno personalmente, pero también al conjunto de la Iglesia, pueblo nuevo de los que han acogido la promesa y viven de ella en la fe”. (Catecismo de la iglesia Católica 1719).
Felices los que tienen espíritu de pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos (Mt.5,3). ¿Qué nos dice en lo personal esta bienaventuranza? Es la más difícil de asumir por el conflicto que tenemos con los bienes materiales, las comodidades y nuestras posesiones, que justificamos a cada rato como legítimas. Caemos en la teorización de la justicia social y hablamos de la pobreza desde nuestra perspectiva de clase media acomodada “asegurándonos hasta los dientes” de tenerlo todo en la vida, sabiendo que nada de esta tierra nos llevaremos el día del llamado de Dios.
¿Qué relación tengo con los bienes materiales que he logrado con mi trabajo a lo largo de la vida? ¿Perturba mi misión apostólica el vínculo que tengo con mis bienes? ¿Estoy dispuesto a compartir lo que tengo en situaciones críticas de necesidades de mis hermanos?
No es el hecho de ser pobres que nos hace agradables a Dios sino una “actitud espiritual y una forma de vida”. Allí está el desafío, que logremos en la vida moderna un espíritu pobre que nos haga libres de amar y servir, sin trancas y ataduras, que aprendamos a compartir de forma sincera y generosa, que busquemos un modelo laical alegre y abnegado. Hay mucho que cambiar a todo nivel, en la sociedad, en la vida laboral, en el hogar, en la Iglesia…estoy seguro que Jesús jamás viviría en el Vaticano con toda esa pompa y riqueza. Ojala este comentario los deje “intranquilos”, la propuesta es fascinante queridos amigos, parte de nosotros mismos y nos muestra el camino certero que debemos seguir.
Luis Lira, nos pregunta hoy: ¿Qué relación tengo con los bienes materiales que he logrado con mi trabajo a lo largo de la vida? ¿Perturba mi misión apostólica el vínculo que tengo con mis bienes? ¿Estoy dispuesto a compartir lo que tengo en situaciones críticas de necesidades de mis hermanos?
Creo que damos a otros lo que nos sobra, lo cual no es malo, pero insuficiente. Jesús nos llama a dar por amor, es decir, siguiendo los sentimientos de nuestro corazón humanitario, sensible al dolor y desgracia ajena. ¡Cuantas veces en nuestro diario quehacer, miramos hacia otro lado, no escuchamos, no reaccionamos ante el afligimiento de los otros! No somos verdaderos cristianos y lo peor, no somos ejemplo ni damos testimonio de nuestra fe comprometida con nuestro quehacer en la vida terrena.
No seamos cómodos, indiferentes, insensibles a lo que acontece en nuestro medio, ciudad y región. Si repartiésemos lo que hay, no habría miseria, dolor por el hambre. ¿Qué estamos esperando? La fe sin obras es letra muerte. No nos excusemos por la cómoda frase: Yo no puedo hacer nada. Ello les corresponde a los políticos y a los gobernantes. Falso, a cada uno le corresponde aportar su esfuerzo, su voluntad y persistencia. Si Jesús, estuviese en cuerpo presento inserto en nuestra sociedad, ¿manifestaría complacencia por lo que observaría en nuestra sociedad del postmodernismo del siglo 21?. La sociedad del exitismo individual basado en que el ganancial es lo que resuelve todo y reparte por el rebalse o “chorreo” es contrario al cristianismo, aunque tantos cristianos católicos, empresarios, economistas, políticos y de influencia en el quehacer social, siendo de intachable vida piadosa y ritual, lo defiendan, aplaudan y fomenten.