Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
04 Mar 17
Mateo 5, 20-26
Vete antes a hacer las paces con tu hermano; después vuelve y presenta tu ofrenda.
Yo se lo digo: si no hay en ustedes algo mucho más perfecto que lo de los Fariseos, o de los maestros de la Ley, ustedes no pueden entrar en el Reino de los Cielos. Ustedes han escuchado lo que se dijo a sus antepasados: «No matarás; el homicida tendrá que enfrentarse a un juicio.» Pero yo les digo: Si uno se enoja con su hermano, es cosa que merece juicio. El que ha insultado a su hermano, merece ser llevado ante el Tribunal Supremo; si lo ha tratado de renegado de la fe, merece ser arrojado al fuego del infierno. Por eso, si tú estás para presentar tu ofrenda en el altar, y te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí mismo tu ofrenda ante el altar, y; después vuelve y presenta tu ofrenda. Trata de llegar a un acuerdo con tu adversario mientras van todavía de camino al juicio. ¿O prefieres que te entregue al juez, y el juez a los guardias que te encerrarán en la cárcel? En verdad te digo: no saldrás de allí hasta que hayas pagado hasta el último centavo.
El mensaje del evangelio de esta semana es claro, preciso, no deja ventanas o senderos para la elucubración acomodaticia a lo que nos hemos ido acostumbrando con el paso del tiempo para “suavizar” y “acomodar” todo aquello que Jesús predicó y que, por afectarnos o limitarnos en nuestro ejercicio de la libertad personal omitiendo el respeto a los intereses y/o necesidades de los demás, vivimos nuestro “cristianismo” sin ningún cargo conciencia. Ello acontece desde los altos niveles de la jerarquía eclesial hasta los tibios o tímidos laicos que adhieren el mensaje de Jesús.
A lo largo de mi vida (73 años) he podido observar cómo en los más diversos escenarios del quehacer personal del mundo social, familiar, laboral, comercial, gremial, político, entre otros, marcado por un fuerte individualismo, se cohabita en dos planos: uno, basado en los valores de la fe y espiritualidad, y otro, centrado en el interés y beneficio personal y grupal cercano. Ello, es un signo de los tiempos modernos: falta de coherencia entre fe y vida. Somos un mismo actor en dos roles diferentes. Algo, que rompe o quiebra totalmente la esencia de la filosofía de vida del modelo inspirado en Jesús. No es posible avanzar en la construcción del nuevo Reino, el mensaje de la Buena Nueva, si se continúa en ese camino.
En el Evangelio de esta semana se nos dice que si estamos presentando nuestra ofrenda en el altar al Señor, que no es solo en el altar de la iglesia de la tradicional misa dominical, sino en todo momento del quehacer cotidiano en que nos acercamos espiritualmente a Dios, aunque sea por unos instantes, debemos hacerlo con una revisión previa de nuestro comportamiento de modo llegar al Señor como fieles hijos que cumplimos con su voluntad. Sin caretas, sin ocultamientos o disfraces acomodaticios.
Hay millones y millones de hechos de vida que sería imposible citarlos a modo de ejemplo. Esta falta de eludir lo esencial con una conciencia muy permisible, adaptada a nuestra conveniencia, constituye el origen del porqué el mundo cristiano en general y en especial, de la Iglesia Católica, ha ido perdiendo fuerza en su misión de ser co-constructores del Reino de Dios desde el hoy y el acá en la vida terrena. Sugiero que cada uno haga un breve examen de conciencia sobre sus actitudes, actos y omisiones de la semana recién pasada, de aquello fácil de recordar, teniendo como cedazo (colador) las siguientes seis sentencias de Jesús:
- «Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen unos a otros. Ustedes se amarán unos a otros como Yo los he amado. Así reconocerán todos que ustedes son mis discípulos: Si se aman unos a otros». Juan 13,34-35.
- «El que dice: Yo amo a Dios, y odia a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, si no ama a su hermano, a quien ve? Él mismo nos ordenó: el que ama a Dios, ame también a su hermano». Juan 4,20-21.
- «Cuando alguien goza de las riquezas de este mundo, y viendo a su hermano en apuros le cierra su corazón ¿cómo permanecerá el amor de Dios en él?» Juan 4,17.
- «Todo cuanto queráis que los hombres os hagan a vosotros, hacedlo asimismo vosotros a ellos.» Mateo 7,12.
- «No basta decir Señor, Señor, para entrar en el reino de los cielos, sino que hay que realizar la voluntad de mi Padre que está en los cielos». Mateo 7,21.
- «Cuanto hicieron con algunos de los más pequeños, que son mis hermanos, lo hicieron conmigo». Mateo. 25,40.
Este Evangelio, debiese ser predicado, compartido y difundido en toda oportunidad. Es una luz de advertencia que debe despertar nuestras conciencias dormidas. Solamente con el amor que nos enseña Jesús podemos transformarnos en sus fieles y activos seguidores, constructores del cambio que Dios quiere en nuestro mundo. Solo el amor, lo puede hacer posible. Con amor vemos, sentimos y actuamos diferentes.
Como bien lo dices, Patricio,la falta de coherencia, entre Fè y Vida, permite no ser un verdadero cristiano.
Cuando seamos capaces de ser testiminio vivo del evangelio llegaremos al camino correcto, es la critìca que hago a menudo, mi vida debe ir en paralelo a las enseñanzas de Jesùs y nos daremos cuenta que vale la pena seguir a Jesus