Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
21 Mar 11
Mateo 5, 20-26
«Vete primero a reconciliarte con t hermano»
Yo se lo digo: si no hay en ustedes algo mucho más perfecto que lo de los Fariseos, o de los maestros de la Ley, ustedes no pueden entrar en el Reino de los Cielos. Ustedes han escuchado lo que se dijo a sus antepasados: «No matarás; el homicida tendrá que enfrentarse a un juicio.» Pero yo les digo: Si uno se enoja con su hermano, es cosa que merece juicio. El que ha insultado a su hermano, merece ser llevado ante el Tribunal Supremo; si lo ha tratado de renegado de la fe, merece ser arrojado al fuego del infierno. Por eso, si tú estás para presentar tu ofrenda en el altar, y te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí mismo tu ofrenda ante el altar, y vete antes a hacer las paces con tu hermano; después vuelve y presenta tu ofrenda. Trata de llegar a un acuerdo con tu adversario mientras van todavía de camino al juicio. ¿O prefieres que te entregue al juez, y el juez a los guardias que te encerrarán en la cárcel? En verdad te digo: no saldrás de allí hasta que hayas pagado hasta el último centavo.
Esta lectura trae a mi recuerdo lo que me contó un amigo sobre lo acontecido a un familiar indirecto suyo, quien siendo un exitoso profesional, creyente y católico practicante, se vio envuelto en un conflicto familiar con motivo del inesperado fallecimiento del padre y la repartición de la herencia, existiendo de por medio varios negocios e inversiones involucrados en una compleja situación societaria. La familia compuesta de seis hijos entre hermanos y hermanas (la madre ya había fallecido) se quebró en dos bandos irreconciliables. Finalmente, cada bando se quedó con la mitad del control y dirección de los negocios. Lo hicieron bajo la fría y “eficiente” política imperante en nuestra sociedad: lo importante es ser audaz, luchar sin ceñirse a los medios (el fin todo lo justifica), el objetivo es ganar más y más en el menor tiempo posible y sin tomar en cuenta debilidades sentimentales o consideraciones sobre los trabajadores y las personas, ellas son simplemente “cosas” que recibieron como parte de la herencia y para el servicio de los intereses del “grupo familiar”.
Debo agregar -según me lo contó mi amigo- que ello se aplicó manteniendo un severo apego a la tradición familiar de ser ellos ejemplares matrimonios católicos, de misa dominical y vinculados a movimientos de Iglesia, conviviendo así en dos mundos: el mundo interior personal y familiar directo de santa religiosidad por un lado, y por el otro, el resto del mundo entregado a su propia suerte.
Un par de huelgas, más la dura competencia de la ley de la selva del mercado que debió enfrentar cada bando, sumado a la más severa crisis del mercado, fue aprovechada por otros grupos mayores de la competencia para llevar a ambos a la quiebra. En medio de ello, fallecieron dos hermanos. Uno, en un accidente y el otro de un infarto, sin haberse conciliado ni ellos y la familia.
Una rápida lectura puede llevarnos a concluir que se trata de un caso de excepción, pero si ese hecho de vida lo analizamos dejando de lado lo puntual y lo asemejamos a otros similares que suceden en nuestro medio, en la sociedad en que vivimos, ¿no es una situación reiterativa e inquietante? El individualismo reinante conduce a muchos a vivir bajo un doble estándar entre fe y vida. No son pocos, pero algunos lo hacen sin tener una plena conciencia cristiana. Confunden religión con espiritualidad. La ley de los hombres y la Ley de Dios.
Jesús nos trajo la nueva Ley: “Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen unos a otros. Ustedes se amarán unos a otros como Yo los he amado. Así reconocerán todos que ustedes son mis discípulos: Si se aman unos a otros» (Jn. 13,34-35). No son pocos, los que creen que ante Dios ello se da por cumplido con la caridad de dar la que sobra, acompañado de oración y prácticas religiosas de ayunos y una vida ejemplar y “santa” al interior del grupo familiar directo. Pero, no es eso lo que Jesús quiere. No es solamente un caminar en la auto perfección y llevar una vida perfecta en lo personal, sino un cambio de actitud de apertura a los demás, considerarlos iguales y hermanos por sobre los intereses individuales. Para aquellos que llevan un cristiano vivir “light” en forma acomodaticia y mal interpretando la nueva Ley, debemos recordarles la célebre frase de Jesús: “Ustedes han escuchado… pero yo les digo”.
Cuando estemos en el trabajo o labores del diario vivir, no debemos olvidarnos de ello e intentar ser coherentes entre nuestra fe y vida. Todos son nuestros hermanos y debemos priorizar nuestra acción por el hermano más débil y necesitado. No hacerlo es contrario al evangelio y constituye una grave omisión al llamado de Jesús de estar conciliado con los demás.
Los invito a revisar el actuar de cada uno. Darse el tiempo para no dejar de lado situaciones y/o actitudes que impliquen ignorar los sentimientos, intereses y necesidades de aquellos que en el diario vivir van, vienen y están próximos a nosotros. La religiosidad es una cosa y el “ser” cristiano va mucho más allá de ello: «No es el que dice: ¡Señor! ¡Señor!, el que entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre» (Mt. 7,21). Hoy Jesús nos recuerda que cuando lo invoquemos y busquemos estar en comunión con Él, “debemos antes ir a hacer las paces con nuestros hermanos y luego volver para presentarle nuestra ofrenda”.
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