Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
03 Mar 09
Mateo 6, 7-15,
Vosotros rezad así
Y al orar, no charléis mucho con los gentiles que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.
“Vosotros, pues, orad así:
Padre nuestro que estás en los cielos,
Santificado sea tu Nombre;
Venga tu Reino;
Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy;
Y perdónanos nuestras deudas,
Así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
Y no nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal”.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas”.
Perdónenme. Les voy a pedir que recen por mí, hoy, martes 3 de marzo. Cumplo mis 63 años. Y el Padre Nuestro es uno de mis recuerdos más antiguos. Creo que será de ustedes también. Solíamos aprenderlo de memoria desde niños. Lo rezábamos a veces con nuestras manitas chiquititas puestas, arrodillados al pie de la cama, o ya acostados, con nuestra madre al lado. Es una de las oraciones que nos acompaña por la vida.
Les comparto mi experiencia modesta, tal vez no ejemplar. Me gusta rezar el Padre Nuestro aunque sea repitiendo sin meditarlo, lo que sería lo ideal. Lo rezo en momentos de angustia, en momentos de agobio, en momentos de miedo, de pánico para calmarme, para desahogar y sentirme mejor. Lo rezo para alabar y para agradecer. Pocas veces medito cada frase que en sí ya es una oración y una vivencia de fe, como una “constitución” de la fe cristiana.
Reconocemos a Dios como Padre – Abba -; lo reconocemos como Santo, santos que por ello aspiramos a ser; que vivamos como testigos y co-creadores de Su Reino como nos enseña Jesucristo; que sepamos discernir la voluntad de Dios sobre nosotros y que la aceptemos con alegría; que compartamos el pan – “tuve hambre y me diste de comer” -; y tal vez lo más difícil: que sepamos perdonar. Jesús lo repite después al comentar la oración: seremos perdonados si perdonamos a nuestros hermanos y hermanas. Sin embargo, no temamos, la misericordia de Dios es siempre más grande que nuestras faltas, Él sabrá reconocer por lo menos nuestros esfuerzos.
Jesús nos pide que no abusemos de las palabras, no es la cantidad que cuenta, en general cuando se habla demasiado las palabras van al viento… Aquí, en el Padre Nuestro, están algunas de las principales: Padre, Santo, Reino, Su Voluntad, Tierra y Cielo, Pan, Perdonar. Resumen de nuestra vida de cristianos, luz de nuestro camino, esperanza de nuestro encuentro con Dios.
Y ¿cuál es la palabra la más importante? Es él mismo, el Verbo de Dios encarnado, porque la Palabra de Dios es creadora y salvadora, como nos dice hoy el profeta Isaías, una de las inspiraciones preferidas de Jesús: “Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé semillas al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de cavío, sin que haya realizado lo que me place y haya cumplido aquello a que la envié”. (Is 55, 10-11).
Así será. Preguntémonos qué sentido y papel tiene el Padre Nuestro en nuestras vidas. ¿Cómo vivimos cada una de sus frases? Especialmente, busquemos que nuestras palabras se acerquen a las de Dios descritas por el profeta, que sean fecundas, que se transformen en pan de vida, en consuelo, en alegría, en perdón, en esperanza, en luz, en calor, en fuerza, en abrazos, en regazos de madre, en sabiduría, que sean palabras de profetas, de santos, de humildes servidores/as.
Que Dios, Su Verbo y Su Espíritu nos perdonen, nos guarden, nos bendigan. Amén.
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