Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
24 Jun 17
Mateo 8,1-4
Si quieres puedes limpiarme
Cuando bajó del monte, fue siguiéndole una gran muchedumbre. En esto, un leproso se acercó y se postró ante él, diciendo: «Señor, si quieres puedes limpiarme.» Él extendió la mano, le tocó y dijo: «Quiero, queda limpio.» Y al instante quedó limpio de su lepra. Y Jesús le dice: «Mira, no se lo digas a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio.»
Me llama la atención que Jesús subiera al monte para recuperar fuerzas, a llenarse de energía, a hablar con su Padre.
Aunque parezca presuntuoso asimilarlo, es costumbre de mi familia subir todos los años -a comienzos de cada primavera- el cerro “La Campana” de la Quinta Región de Chile. Pero los años no pasan en vano, y ahora ya no puedo acompañarlos. Es algo para la juventud y lo añoro. Son valiosas experiencias de compartir desafíos, de respirar aire fresco, sentir el silencio de la montaña y ponernos en contacto con la belleza de la naturaleza que nos facilita un clima propicio para reflexión y la plegaria.
Así como muchos seguían a Jesús en búsqueda de una vida con sentido, el leproso de este texto se acerca con la esperanza de buscar la salud del cuerpo y del alma.
En la antigüedad, la lepra era la más terrible de las enfermedades, simbolizaba el pecado. Esta convierte al ser humano en una ruina total, que sólo termina con la muerte después de muchos años de sufrimiento y de la exclusión de la sociedad. Sin embardo, el leproso del Evangelio de Mateo vence toda barrera y se acerca a Jesús y con humildad le dice “Señor, si quieres puedes limpiarme”.
En el episodio del leproso podemos destacar dos hechos: la súplica del leproso que era un excluido, transgrediendo las normas de la religión para poder entrar en contacto con todo el que estaba sano, se acerca a Jesús y con gran fe y humildad le dice: ¡Si quieres, puedes limpiarme!; y la compasión de Jesús, capaz de “sufrir con el otro”, superando toda barrera no sólo del contagio al tocarle, sino también su soledad a la que era condenado por la sociedad. Jesús no solamente cura, sino que reintegra al leproso como persona en la convivencia fraterna.
Si bien la lepra está prácticamente erradicada en el mundo moderno, no hay duda de que la vida del ser humano está llena de sufrimiento, más o menos visibles, físicos, morales o mentales. La lepra actual se presenta en el afán de buscar la riqueza, en fingir vivir en un mundo inmortal, o la encontramos en las drogas, matrimonios desechos, el suicidio, los abusos, enfermedades y en un sinfín de desgracias que todos conocemos personalmente.
Ocurre que, en la práctica, son muchos los que van descartando la fe, a nombre de un supuesto racionalismo, en el que la fe y finalmente Dios no tiene cabida. La fe resulta una manifestación primitiva de quien por ignorancia no tiene explicación para un fenómeno y lo atribuye a sucesos extraordinarios, incomprensible, por estar más allá de la razón. Ante una evidencia tan contundente e inexplicable racionalmente, no queda más que creer. En consecuencia, mientras menos primitivo es el ser humano, tiene menos fe. Al menos es lo que sostienen quienes siguiendo esta lógica terminan por descartar la existencia de Dios, porque se dicen, que es solo cuestión de tiempo y recursos llegar a erradicar por completo a Dios como explicación de la existencia. Es como que Dios se esconde en la ignorancia y por lo tanto, alcanzada la sabiduría plena ya no se requiere de Dios.
Hay personas que casi exigen a Dios que haga algo en su favor. Quizás podríamos, en vez, pedirle a Jesús que si quiere nos limpie nuestras cobardías, nuestros miedos, la rutina, el temor a amar a todos sin condiciones; a limpiarnos del egoísmo, del temor al testimonio, del miedo a tomar su cruz, o de nuestras malas intenciones. En una palabra, que nos limpie de nuestra lepra interior, nuestras faltas de omisión o de buscar el camino más fácil. Basta que usemos correctamente nuestras libertades para que se realice el milagro.
Isabel Margarita Garcés de Wallis
Ciertamente somos mas leprosos los que nos decimos cristianos, porque la oración nos enseña a ver con mayor claridad nuestra nada, nuestros errores, omisiones, malas comuniones y la grandeza de nuestro humilde y exultante Rey siempre dispuesto a donarnos de su misericordia
Muchas gracias por el comentario que nos motiva a cultivar una Fe madura acorde a nuestro mundo y tiempos.