Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
29 Jun 13
Mateo 9, 1-8
“La gente alababa a Dios que da a los hombres tal potestad”
Después de esto, Jesús subió a una barca y cruzó al otro lado del lago para llegar al pueblo de Cafarnaúm, donde vivía. Allí, algunas personas le llevaron a un hombre acostado en una camilla, pues no podía caminar. Al ver Jesús que estas personas confiaban en él, le dijo al hombre: « ¡Ánimo, amigo! Te perdono tus pecados.»
Algunos de los maestros de la Ley, que estaban en aquel lugar, pensaron: « ¿Qué se cree éste? ¿Se imagina que es Dios? ¡Qué equivocado está!»
Pero Jesús se dio cuenta de lo que estaban pensando, así que les preguntó: « ¿Por qué piensan algo tan malo? Díganme: ¿qué es más fácil? ¿Perdonar a este enfermo, o sanarlo? Pues voy a demostrarles que yo, el Hijo del hombre, tengo poder en la tierra para perdonar pecados.»
Entonces Jesús le dijo al que no podía caminar: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.»
El hombre se levantó y se fue a su casa. Cuando la gente vio esto, quedó muy impresionada y alabó a Dios por haber dado ese poder a los seres humanos.
Hay gente que al abrir la biblia en cualquier página piensa que sorpresivamente se encontró con lo que precisamente necesitaba. Algo así me pasó al leer esta lectura que por fortuna me correspondió reflexionar, por cuanto recientemente me han diagnosticado una enfermedad grave y me sentí en el papel del paralítico.
Al leer esta cita bíblica pude ver los ojos del paralítico, y en ellos imaginé que me mostraban que no sólo padecía una enfermedad física, sino estaba clara una segunda lectura.
A primera vista todos vemos en el paralítico a un hombre que no puede andar, que no puede valerse por sí mismo. Pero Jesús ve algo más, ve su interior y descubre lo que verdaderamente lo tenía paralizado. Ve que también sufría el sentimiento de culpa, sentimiento profundo que puede matar el alma y entristecer para siempre la mirada. Cuando la culpa entristece la mirada todo lo que miras lastima; el pasado te acusa, te condena; el presente te hace sentir estar encadenado y no hay alegría en el futuro. Eso es lo que Jesús vio dentro del hombre paralítico, a un ser que incrustado en una sociedad que señala de pecador a los infortunados y enfermos, que con razón debe sentirse culpable por su condición. Ciertamente el paralítico necesitaba ser sanado, pero más necesitaba redención, consigo, con su pasado, su presente y su futuro. Necesitaba sanar su mirada. Jesús podía sanar su parálisis, pero aquella sociedad lo seguiría llamando “el paralítico”, y no disfrutaría de la bendición recibida.
Este es el llamado que me hacen hoy las palabras de Jesús: vencer la culpa y no sólo la nuestra, sino también la que hemos heredado de las diferentes expresiones religiosas; nos invita a ser agentes liberadores, nos plantea el compromiso de ir en contra de las técnicas de manipulación que nos han impuesto, con leyes tanto civiles como religiosa, que esclavizan y someten, como lo hacían los escribas.
Todos sufrimos diversas clases de parálisis. Tal como los escribas, la mayoría de nosotros nos quedamos en el exterior, sin ver el fondo de la cuestión. Nuestra cultura occidental, con frecuencia, ignora la realidad del pecado que la amenaza, o la subestima, considerándola como un prejuicio moral del pasado. Sin embargo, éste es una realidad a la que no se le puede dar la espalda. Me refiero al pecado que se apodera de nuestras instituciones, de nuestras comunidades e, incluso, de nosotros mismos. Pero no el pecado entendido únicamente como transgresión de las costumbres o de ciertos preceptos morales, sino como la tendencia a considerar la violencia, la opresión, la indiferencia, la indolencia, o la exclusión como algo ‘natural’ o normal.
En esta lectura vemos que el Señor actúa, atendiendo lo que es más importante. Sin embargo no siempre lo que es para él lo más importante lo es también para nosotros. De hecho, por lo general hay una gran diferencia entre nuestros enfoques. Nosotros estamos aferrados a lo material, a lo terreno, a lo cotidiano, como si de esto dependiera toda nuestra vida y sobre todo nuestro futuro, nuestro fin último. Dejemos actuar a Jesús en nuestra vida personal y comunitaria.
Isabel Margarita Garcés de Wallis
Tita querida, me has emocionado hasta el alma y en lo más profundo del corazón, no sólo emocionado sino tambiém me hizo reflexionar, comprender y sentir. Estoy segura de que todas y todos que tienen/tuvieron el privilegio de leer tu comentario sienten/sentirán lo mismo.
Has llegado al corazón del mismo Jesús, hombre que comprendía el alma humana inspirado por el Espíritu como nosotros tb podemos, como tú has hecho.
Amiga mía, hermana por elección, has escrito nueva página del Evangelio.
Gracias, que Dios y la Virgen te protejan, bendigan y guarden en todos los momentos.
Profunda tu reflexión y nos convoca a todos a ver con tus ojos y escuchar con el corazón lo que nos quería decir Jesús. Sigue escuchándolo de esta manera para mantener esa tu hermosa sonrisa.
Querida Isabel, a pesar de la tristeza que me produce el momento por el que atraviesas, me alegra profundamente la manera como lo abordas, eso muestra que eres una guerrera valiente, llena de fortaleza, y esperanza; y ya que te has puesto en el lugar del hombre paralítico, déjanos ser a tus hermanos en la fe, tus camilleros, que sustentemos a través del amor profundo a Jesús tu pesar, y lo presentemos con la humildad de los seres vulnerables que somos, ante el Padre, para que Él te ofrezca toda la sanación que necesitas.
Con la convicción de que para Jesús lo más importante es nuestra fe, y saber que siempre está junto al enfermo, al triste, al pobre, al necesitado, no me cabe duda, que hoy está junto a ti. Por mi parte prometo sostener esta camilla con la oración, con fe y la esperanza en nuestro Señor Jesucristo; e invito a todos a aclamar al Padre, con la oración que Jesús nos enseñó:
“Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad, aquí en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan de cada día, y perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a quien nos ofende, no nos dejes caer en tentación y líbranos de todo mal, Amén.”
Por ti, y por todos los enfermos……………