Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
03 Dic 12
Mateo 9, 27-31
Jesús cura a dos ciegos
Al retirarse Jesús de allí, lo siguieron dos ciegos que gritaban: « ¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!» Cuando Jesús estuvo en casa, los ciegos se le acercaron, y Jesús les preguntó: « ¿Creen que puedo hacer esto?» Contestaron: «Sí, Señor.» Entonces Jesús les tocó los ojos, diciendo: «Hágase así, tal como han creído». Y sus ojos vieron. Después les ordenó severamente: «Cuiden de que nadie lo sepa. Pero ellos, en cuanto se fueron, lo publicaron por toda la región.
¿Qué hay detrás de esta ceguera que Jesús no presenta esta semana aplicada a la realidad del mundo de hoy?
Vivo en una pequeña ciudad balneario chilena que, al igual como hay muchas otras en nuestro país y en la región Latinoamericana, su población está dividida en dos segmentos muy diferentes, signo de las extremas diferencias existente en la distribución de los ingresos y de oportunidades. Uno, de modestas familias trabajadoras que residen todo el año en ellas y en que sus únicos ingresos importantes son los que perciben en la época de verano con la afluencia de turistas y de los grupos familiares que tienen allí su casa de descanso. Los primeros, viven en el límite de la pobreza y diariamente están viendo en la televisión y en las casas de sus patrones -que ellos sirven y cuidan-, una calidad de vida tan diferente. El otro segmento, es una mezcla de personas de situación acomodada que se han radicado en sus casas de veraneo una vez pensionadas, a las que se suman otros residentes temporales que están por cortos periodos en sus casas de veraneo. La gran mayoría de este segundo segmento, ven a estas pequeñas ciudades balneario con una mirada subjetiva e indiferente a la problemática de los residentes permanentes del primer segmento. Es, para ellos, solo un lugar de descanso y recreación, limitado al solo interés de su grupo familiar. Hay una convivencia fría, propia de dos mundos separados, dos realidades diferentes.
En los primeros, hay una cierta ceguera para comprender que no pueden seguir así, que deben organizarse y trabajar juntos para mejorar con sus autoridades regionales el desarrollo de su comuna, de modo de generar mayores y mejores oportunidades de servicios con actividades durante todo el año. Pero, la falta de capacidad de emprendimiento y de preparación a las que han sido condenados por la discriminación social -tan usual en nuestros países latinoamericanos- los lleva a la desesperanza, al derrotismo, a la falta de fe por creer que nada pueden hacer. ¿Para qué elevar su educación si no necesitamos personas capacitadas para labores menores? – dicen los segundos. Así, hay un estancamiento, los primeros se angustian y tratan que sus hijos emigren, quebrantándose la vida familiar. ¿Hombres de poca fe? Creo que no. Abramos nuestros ojos: no es fácil para ellos salir del círculo de la pobreza si no hay orientación, ayuda efectiva que afiance la fe y la esperanza. Qué fácil es evadir responsabilidades, evitando toda acción y comprensión, con la frase poco cristiana: -“son pobres porque son flojos”.
Es la ceguera del que no quiere ver más allá del limitado horizonte de su interés personal o familiar. Se olvida de todo a lo que Jesús nos llama: a ser coparticipes de la construcción del Reino de Dios, en el hoy, en el acá en la vida terrenal, para un mundo de amor pleno, basado en la justicia, la verdad, la comprensión y la solidaridad fraterna. Pertenezco al segundo segmento de la vecindad acomodada y como cristiano intento actuar en la medida de mis posibilidades para seguir lo que Jesús nos enseña con la lectura de hoy en forma simbólica usando el mal de la ceguera. Necesitamos construir la Iglesia domestica, aquella que no se refiere a un frio edificio sino a la comunidad en donde los hijos de Dios viven en su diario quehacer reconciliados y amados los unos y los otros. Preguntémonos ¿Vemos hoy estos mundos separados o somos ciegos y necesitamos que el Señor nos cure?
Los que creemos en Jesús debemos contestar a la pregunta que hoy Él nos hace: «Sí, Señor, creemos que puedes curar nuestra ceguera».
Las acciones son importantísimas pues son reflejo directo de nuestra fe: El Nuevo Testamento nos dice que la fe sin obras está muerta (Santiago 2, 14-26). Y, es que si a nosotros acude un hermano que está desnudo o hambriento, y nosotros le negamos la ropa o el alimento y nos limitamos a ofrecerle buenas palabras, entonces nuestra fe se encuentra muerta. Jesús nos dice que debemos amar al Señor con todas nuestras fuerzas y al prójimo como a nosotros mismos. Y ello implica, no solamente palabras de consuelo, sino acción y obras.
El Evangelio nos orienta y da respuesta al acontecer del mundo de hoy. La enseñanza de la ceguera que estamos reflexionando es un ejemplo. Hay ceguera en todos, tanto en los unos como en los otros. Usemos este mismo llamado para ver tantos otros casos de ceguera que están enraizados en nuestra sociedad actual tan falta de amor. Superemos nuestra ceguera abriendo nuestro corazón como Jesús nos pide. Demos un paso, por pequeño que sea, Él nos ayudará a dar los siguientes.
Creo que es una oportunidad para recordar la sabiduría de “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry que en nuestra juventud leímos y que nos dice: “No se ve bien sino con el corazón; lo esencial, es invisible a los ojos”.
Pero, todas las grandes obras, todo el testimonio que debemos dar para que los ciegos vean, debería comenzar en la familia. Yo preguntaría ¿nuestros hijos se comportan según lo que oramos?
En mi caso, he fallado (solo ruego para que yo y en especial mis hijos sean tocados en lo profundo, ahí donde mora el amor misericordioso que el creador nos regala) Ese amor que habitaba en la mas sencilla y pequeña, mi bienamada María
Muy poco pude entender, el por qué las Isapres en Chile, pudieron obtener en su último balance tal cantidad de utilidades. Me parece un tanto obscena la suma de dinero obtenida, más aún, si pensamos que es un pequeño porcentaje de los trabajadores chilenos, los que pueden acceder a los servicios que estas instituciones otorgan. Lo peor, me resulta al pensar que la gran mayoría de nuestros compatriotas, reciben atención en servicios públicos, que por supuesto siempre tienen recursos restringidos y carencias. No entiendo tampoco de las leyes que las facultan, ni donde se invierten los dineros gananciales, reconozco mi total ignorancia al respecto, pero mis interrogantes son ¿es justo que la salud sea un “buen negocio” y que reporte tantas utilidades?, ¿es justo que el estado, haga “vista gorda”, al ver que la “salud” del país sea tan distinta para los que pueden pagar y para los que no pueden hacerlo?, ¿existen chilenos, por lo menos un tercio de nuestra población que no tienen derechos a ser tratado dignamente, porque no pueden pagar?, ¿seré yo la ciega que no alcanzo a ver la lógica en este asunto?, ¿o es la indolencia de un sistema que clasifica a nuestros compatriotas según su poder adquisitivo?, a mi modo de ver, la dignidad de las personas con respecto a esta última interrogante está igualmente vulnerada, los pobres no pueden ser atendidos con la regularidad, el tiempo, y atención necesaria; pero los que pueden pagar también, porque se les está diciendo: “la atención que se te está brindando “no es” porque eres mi prójimo, sino porque puedes pagarme, y eso es lo que me importa de ti”.
Bueno, en realidad, probablemente producto de mi “ceguera”, mi torpeza, e ignorancia, es que no logro encontrar un sentido a este sistema y lo peor es que me pasa exactamente lo mismo con la educación; considerando que esta, es el primer paso en la fundación de una sociedad justa y equitativa. Mi hermano y yo, tuvimos una vida de clase media, en la cual fuimos provistos de una educación de excelencia, pero ¿Qué hubiese pasado si hubiésemos nacido en un hogar en que nuestros padres no la hubieren podido proporcionar?.
La sociedad actual, sufre de ceguera, basada en la indolencia para con el desposeído; lo que atenta directamente contra la palabra de Jesucristo, quien propone justicia, igualdad, equidad para todos sus hijos.
Estimado Patricio, perdona mi largo comentario, pero siempre tocas un punto que me revela y me hace reaccionar, entonces, me es necesario recurrir al evangelio, el que nos ilustra exactamente, como quitarnos la venda de los ojos y dejar de ser ciegos.
La educación es importante porque descubre, pule, exacerba, acrecienta, y desarrolla las capacidades de cada ser humano, pero además es misión de cada cristiano educar en el evangelio, el que está dispuesto para todos, y que debemos realizar con el modelo de nuestras vidas, no sólo con el discurso.
Yo no estoy en linea con lo aqui escrito, pienso sinceramente que hay muchos matices que no han podido ser tomados en cuenta. Pero valoro mucho vuestra exposiciòn, es un buen post.
Saludos
Estoy muy satisfecho de encontrar este blog. Quería daros las gracias por postear esta genialidad. Sin duda he saboreado cada pedacito de ella. Os te tengo agregados para ver más cosas nuevas de esta web .