Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
07 Jul 09
Mateo 9, 32-38
Apenas se fueron los ciegos, le trajeron a uno que tenía un demonio y no podía hablar. Jesús echó al demonio, y el mudo empezó a hablar. La gente quedó maravillada y todos decían: «Jamás se ha visto cosa igual en Israel.» En cambio, los fariseos comentaban: «Este echa a los demonios con la ayuda del príncipe de los demonios.» Jesús recorría todas las ciudades y pueblos; enseñaba en sus sinagogas, proclamaba la Buena Nueva del Reino y curaba todas las dolencias y enfermedades. Al contemplar aquel gran gentío, Jesús sintió compasión, porque estaban decaídos y desanimados, como ovejas sin pastor. Y dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen, pues, al dueño de la cosecha que envíe trabajadores a recoger su cosecha.»
Años atrás en nuestra comunidad de laicos en Chile estábamos molestos con nosotros mismos, desanimados, carentes de fuerza y coraje para seguir adelante en nuestra labor de anunciadores de la Buena Nueva y ser coparticipes de la construcción del Reino desde el acá y el hoy en nuestra vida cotidiana y terrena. Buscábamos por un y otro camino, invitábamos a charlas a las que concurría muy poca gente, nos presentamos en un breve espacio que el sacerdote nos daba en la misa dominical y no pasaba nada. Invitábamos, una y otra vez, aquí y allá, sin ser acogidos. Nos sentíamos casi abandonados en el desierto. ¿Cómo re encantar a tantos hermanos de fe a oír a Jesús y trabajar juntos en la Obra del Señor?
Le lectura del Evangelio de hoy, trae a mi memoria ese hecho de vida testimonial de nuestra pequeña comunidad laical: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos» dice Jesús, y agrega: «Rueguen, pues, al dueño de la cosecha que envíe trabajadores a recoger su cosecha.» Pues bien, no obstante la escasez de frutos en nuestro trabajo, seguimos adelante confiados en el Señor y no caímos en el usual desaliento recordando las palabras de Jesús: « ¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» (Mt. 8, 26). Por ello, en cada reunión de nuestras pequeñas comunidades, siempre «rogábamos al dueño de la cosecha que enviase trabajadores a recoger su cosecha.» Pues, ante una sociedad que corre o deambula desorientada por los cantos de sirena de un materialismo, consumismo y exitismo individual que divide, excluye, discrimina, crea pobreza y sufrimientos en cientos de millones de personas por la ausencia de los valores del amor fraterno, de la solidaridad y de la justicia distributiva contenida en el mensaje de Jesús, nosotros nos sentíamos predicando en el desierto sin ser oídos ni acogidos. Pero, manteníamos siempre viva la llama de la esperanza en nuestros corazones la que nos daba fuerza para seguir adelante teniendo presente que «La esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado» tal como podemos leer en carta de Pablo a los Romanos 5,5.
Pasaron meses y años. No había cosecha, pero no flaqueamos. Seguimos adelante, pues ¿Cómo desoír el llamado del Señor? Si nos sentimos cristianos, si día a día lo proclamamos y vivimos en nuestro medio con esa auto calificación, si vamos a misa, oramos, comulgamos y damos a nuestros hijos una formación cristiana, entonces ¿Es eso -realmente- suficiente? En nuestra opinión no es suficiente. Nuestro cristianismo no debe ser un vivir solamente espiritual hacia adentro sino un vivir actuante y coherente con los demás en el amor fraterno del nuevo Mandamiento. Ser luz, sal, fermento y semilla. No meros espectadores, receptores pasivos.
Conocedores de la Buena Nueva contenida en el Evangelio hemos querido ir allí en donde vives y/o trabajas, entrar en tu hogar actuando como trabajadores en la cosecha para compartir contigo la alegría de saber la respuesta a lo que el mundo tanto busca y no encuentra no obstante tenerla tan cerca. Hoy buscamos entusiasmarte a salir de tu rutina para sumarte en tu diario caminar a aquellos que -humildemente, pero con laboriosidad- vamos en nuestros ambientes del diario vivir intentando construir el Reino de Dios. Aquello que nosotros rogábamos desde meses y meses, años y años, se hizo realidad cuando surgió en nuestra pequeña comunidad la idea de preparar esta Cartilla del Evangelio reflexionado de un día de la semana que ahora estás leyendo. Así estás unido(a) a una cadena de miles de otras personas del mundo hispanoparlantes que están en lo mismo, han dejado a un lado su quehacer y preocupaciones por unos minutos, para entrar en dialogo con el Señor y re encantarse con su maravilloso Mensaje de Amor. Tienes hoy un encuentro cara a cara con el Señor, no te escabullas, déjate llevar y oye su llamado, y contesta con alegría: “Señor me has mirado a los ojos, sonriendo has dicho mi nombre… no has buscado ni a sabios ni a ricos, tan sólo quieres que yo te siga… Tú, necesitas mis manos, mi cansancio que a otros descanse, amor que quiera seguir amando”.
Gracias Señor, por entregarnos un camino para trabajar en recoger la cosecha, y poder por este medio, llamar a otros a sumarse a esta labor que como verdaderos cristianos debemos asumir, sin miedo, «“Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana» –tal como nos ha señalado Jesús.
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