Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
02 Jul 12
Mateo 9, 9-13
«No tienen necesidad de médico los sanos; misericordia quiero y no sacrificios»
En aquel tiempo vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. Y estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?» Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa «misericordia quiero y no sacrificios»: que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores«.
Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió. ¡Cuánto me emociona este episodio en que Mateo acepta en forma elocuente y convencida la invitación de Jesús sin dudar dejar de lado un trabajo productivo que le produce bienestar y estabilidad! Mateo era un empleado público que no gozaba de la simpatía de las personas. Su trabajo era mal mirado, pues estaba al servicio del poder del imperio romano, era repudiado y considerado “traidor”. Dicen los evangelistas que al dejar atrás su pasado, dio una gran fiesta para sus amigos donde el invitado de honor era Jesús, acompañado de sus discípulos. Allí se reunió lo más granado de la gente de dudoso prestigio, ante los ojos horrorizados de los fariseos que recriminaban a los apóstoles diciéndoles: «¿Cómo es que su maestro se atreve a comer con publicanos y pecadores?»
Al evocar este episodio del Evangelio, quisiera llevarlos a reflexionar en torno al fariseo que hay en nosotros prejuiciando tanto al prójimo, dificultando la convivencia solidaria. Clasificamos a los demás en buenos y malos, solo vemos sus condiciones exteriores y opciones ideológicas. Vivo en un país dividido por razones políticas, al igual que muchas otras naciones, lo que impide que nos miremos a la cara y podamos caminar y construir juntos. Las recriminaciones del pasado están a flor de piel y no somos capaces de escucharnos para hacer procesar juntos los dolores en un verdadero proyecto de unidad y reconciliación. Qué difícil resulta vivir así…no es el mundo que me gusta. Nuestro actuar debe estar comandado por un corazón compasivo, más allá de las “poses y discursos rimbombantes”. Ya en la época del profeta Amós se combatía la expresión de formas exteriores y rigoristas de la ley: “yo detesto, odio vuestras fiestas, no me aplacan vuestras solemnidades” (Am 5,21). Nos hemos acostumbrado a vivir de formas externas, de lo que parece y pocas veces tocamos fondo. Somos testigos y protagonistas de los grandes cambios que ocurren en el mundo, donde no se menciona a Dios. Es hora de que nos unamos en una verdadera comunidad de hermanos para hacer realidad el Reino que nos propone Jesús.
Mateo se levantó de su escritorio, dejó sus apegos terrenales y tuvo la valentía de salir a la vida misma…preguntémonos nosotros a que renuncias estamos dispuestos, para seguir a Jesús en el mundo de hoy.
Mateo era un empresario que arriesgó su patriotismo por un buen trato comercial con los romanos. Era impopular pero era rico.
Podía vivir con ello. Al encontrarse con Jesús, se da cuenta que algo le falta, algo grande e inalcanzable para un pecador a quien los otros pecadores apuntaban con el dedo. Un hombre bueno, un maestro, un profeta de Dios, a su entender, le llama a seguirle
Esta vez, a diferencia del joven Rico, la lucha entre las riquezas y el amor a Dios, sale ganando el amor a Dios, y Mateo lo deja todo. ¿Qué lugar ocupa las riquezas y los bienes materiales en nuestro corazón? ¿Será necesario que Dios nos encare y nos obligue a elegir? Mejor démosle su lugar a Dios en nuestras vidas antes que nos ponga en la balanza.
Gracias Luis por hacernos reflexionar sobre el fariseo que llevamos dentro. Mateo, despreciado, considerado traidor, los publicanos y pecadores. Sin embargo Jesús nos recuerda que los que más lo necesitan son los enfermos no los sanos, y que su llamado es a los pecadores. Agrega que su llamado es a la misericordia no a los sacrificios. El comentario de Luis me llevó a recordar como nos escandalizamos cuando un sacerdote visita a un pecador en las cárceles, a un criminal, a un sacerdote caído en el pecado. Pero, ¿quiénes más que ellos necesitan de sus visitas y consuelo? Parece que los cristianos hubiéramos olvidado la conducta y mensaje de Jesús ante la mujer adultera. ¿Acaso estamos prisioneros del deseo de apedrear a los caídos, a juzgar con rapidez, rápidos para ofrendar sacrificados y condenas y lentos en la misericordia? Últimos acontecimientos me llevan a pensar que apedreamos, juzgamos, empalamos y crucificamos aún antes del juicio. ¿Nuestro fariseo está más preocupado de condenar que de la misericordia, no estamos disponibles para ser médicos de los enfermos?
Gracias Luis.
Manuel Muñoz