Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
17 Sep 12
Mateo 9, 9-13
Jesús, al irse de allí, vio a un hombre llamado Mateo en su puesto de cobrador de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Mateo se levantó y lo siguió. Como Jesús estaba comiendo en casa de Mateo, un buen número de cobradores de impuestos y otra gente pecadora vinieron a sentarse a la mesa con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al ver esto, decían a los discípulos: « ¿Cómo es que su Maestro come con cobradores de impuestos y pecadores?» Jesús los oyó y dijo: «No es la gente sana la que necesita médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan lo que significa esta palabra de Dios: Me gusta la misericordia más que las ofrendas. Pues no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»
Es un texto que tiene diferentes mensajes que no es posible abordarlos todos en esta cartilla de tan solo una página. Por ello, me referiré a las dos últimas sentencias: «Me gusta la misericordia más que las ofrendas. Pues no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»
Con profundo dolor y aflicción veo hoy una sociedad que, en una alta proporción se declara cristiana, esto es, seguidora y practicante del mensaje de Cristo, pero que no es coherente entre su fe y la vida diaria. Día a día vivimos centrados en cada uno de nosotros y del reducido ámbito familiar. Es fácil practicar el amor en este limitado espacio. Pero, a medida que lo vamos agrandando se torna más difícil, puesto que incomoda, complica, se nos torna en una obligación de conciencia que tratamos de minimizar o flexibilizar. El Evangelio nos habla hoy de la “misericordia” y ¿qué es?: es el aspecto compasivo del amor hacia el ser que está en desgracia. Es la disposición a compadecerse de los trabajos y miserias ajenas. Se manifiesta en amabilidad, asistencia al necesitado, especialmente de perdón y reconciliación. Es más que un sentido de simpatía, es una actitud frente a la vida y una práctica. Los invito a revisar las actitudes de cada uno en el diario vivir bajo esta disposición a que nos llama Jesús: tener un corazón solidario con aquéllos que tienen necesidad y/o aflicción.
Por otra parte, observo con preocupación el desvío de la práctica diaria de la misericordia (tener un corazón solidario con aquéllos que tienen necesidad y/o aflicción a nuestro paso) con las ofrendas y alabanzas que le hacemos a nuestro Dios, a veces con algo de obligación farisaica. Ciertamente validas, pero Jesús nos recuerda hoy: «Me gusta la misericordia más que las ofrendas». Les dejo planteado el tema para una revisión de vida personal.
Retomando la segunda enseñanza del Evangelio que nos dice «no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» debo señalar que corresponde a una aseveración tan clara que no es necesario explicar sino asimilarla y llevarla a nuestra vida para transmitir la plenitud del amor de nuestro Dios-Padre que se compromete con nosotros a ser el salvador de todos aquellos que por una u otra razón se han apartado de Él, como la oveja perdida que nos relata Lucas en la parábola del mismo nombre (Lc. 15:1-7). Si somos honestos, debemos reconocer cuántas veces nos hemos “molestado” con Él por no habernos prestado una privilegiada atención y rápida solución al autocalificarnos como personas “buenas” y merecedoras de una atención especial frente a los otros, que son “malas” personas (pecadores). Los invito a recodar lo que nos dice el Señor en Lucas 6, 41-42: “¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo”, tú que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano”.
Este evangelio nos cuestiona el modo de vida que impera en nuestra sociedad a la que llamamos “moderna”, sin embargo bajo la visión del mensaje de Jesús, deberíamos llamarla de ceguera y “sordera” centrada en el egoísmo que sustenta la vida en solitario. (No hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oír). Hay ausencia de misericordia, compasión, solidaridad, ante una sociedad exitista, materialista, que discrimina y excluye.
El escritor y sacerdote francés Michel Quoist (1921 – 1997), autor del célebre libro “Triunfo”, pensaba al respecto: «Quien diga que no necesita de los otros para vivir es un inconsciente o un mentiroso, porque vive gracias a todos los hombres de la tierra toda, y desde el principio de los tiempos. Si rehúsa vivir para los otros, es un parásito. Crece a expensas de sus hermanos».
Nuestra actitud de vida ¿cómo está, a la luz del Evangelio que hoy hemos leído?
Jesús en múltiples episodios del evangelio, se muestra magnánimo ante los pecadores, los publicanos, la mujer adúltera, ante sus propios verdugos; sin embargo es un tanto duro con los conservadores fariseos. La diferencia está en cómo cada persona busca el encuentro con Dios; si te planteas dicho encuentro con soberbia, o con la humildad de un pecador, a quién Él ve con una mirada misericordiosa en la cual manifiesta su inmenso amor por la humanidad.
Humanidad vulnerable colmada de defectos, de errores, de dudas, y también de pecado, pero que Jesús siempre rescata en la plenitud de su amor.
Misericordia, es un atributo divino en donde se concretiza el perdón y la reconciliación del hombre con Dios; pero en una dimensión humana es un don que brota del corazón bondadoso y compasivo del que tiene a Jesús estampado en el alma. La misericordia no es una mirada lastimera y ofensiva para la dignidad del necesitado, del desposeído, o del sufriente; tampoco es un altruismo interesado en compensaciones por parte de Dios.
La verdadera misericordia humana está en seguir fielmente el modelo de Jesús, “ponerte en el lugar del otro”, lograr ver el rostro de de Jesús en el de tu hermano afligido. Sólo así encontrarás los ojos del Padre de los Cielos, posados en el amor que le deparas y te hará merecedor de su perdón, porque a pesar de todas nuestras faltas, Él nos ama.
Misericordia entonces es el genuino y verdadero amor al prójimo; una expresión más de la existencia de Dios vivo entre en los hombres.