Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
19 Sep 15
Mateo 9, 9-13
Sígueme, el se levantó y lo siguió.
Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos. “Sígueme”, le dijo. Mateo se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en casa de Mateo, muchos recaudadores de impuestos y pecadores llegaron y comieron con él y sus discípulos. Cuando los fariseos vieron esto, les preguntaron a sus discípulos: “¿Por qué come su maestro con recaudadores de impuestos y con pecadores?” Al oír esto, Jesús les contestó: “No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos. Pero vayan y aprendan lo que significa: ‘Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios.’ Porque no he venido a llamar a justos sino a pecadores.”
El texto que revisamos hoy se puede dividir en dos partes. La primera parte es el llamado a Mateo y la segunda es la polémica entre Jesús y los doctores de la ley.
El relato comienza con la vocación de un cobrador de impuestos, un publicano, llamado Mateo (a quien otros textos llaman Leví). Los cobradores de impuestos eran marginados por la comunidad ortodoxa porque colaboraban con el poder opresor romano y porque lucraban cobrando de más. Eran despreciados por la comunidad y considerados como pecadores.
Para el asombro de muchos, Jesús llama a este pecador para ser su discípulo. Y la respuesta de Mateo al llamado de Jesús no se deja esperar. Al igual que aquellos que habían sido llamados antes que él (Pedro y Andrés, Juan y Santiago), Mateo deja su despacho de impuestos, su fuente de renta, y sigue a Jesús. Ser llamado por Jesús es un acto de gracia… y el seguimiento exige ruptura.
Para mostrar su aprecio para su nuevo maestro, Mateo organiza un banquete en su casa… y por supuesto invita a aquellos que son sus amigos: otros publicanos. Al sentarse Jesús y sus discípulos a compartir la mesa con ellos están violando las costumbres sociales. Los fariseos, estrictos observadores de la ley y las tradiciones de pureza, estaban escandalizados con este hecho y probablemente permanecerían afuera pues no se atrevían a tener contacto con esa gentuza. Ni siquiera se atreven a hablar directamente al Maestro, sino que su cuestionamiento se dirige a sus discípulos
Seguramente Jesús oyó la pregunta de los fariseos y responde con dos aclaraciones, la primera está sacada del sentido común: es el enfermo, y no los sanos, el que necesita los cuidados del médico. Es decir, son los pecadores y no los justos, los que necesita que alguien los llame al arrepentimiento. La segunda aclaración está tomada del profeta Oseas, e indica que el sacrificio sin misericordia no significa nada, haciendo ver a los fariseos que su devoción religiosa carecía de misericordia y por tanto no tenía valor.
El texto nos lleva a cuestionar nuestra práctica de misericordia. Nosotros también hacemos categorías de “puros” e “impuros”, muchas veces en nombre de Dios. Tenemos la tendencia de formar comunidades de élite donde difícilmente le hacemos lugar a aquellos y aquellas que son diferentes, de otra cultura, de otro pensamiento político o de otra clase social. También damos un trato diferente a aquellas personas divorciadas, adictas, o con una orientación sexual diferente.
El Papa Francisco nos llama hoy a celebrar un año jubilar extraordinario, el año santo de la misericordia que comienza en Diciembre. En sus propias palabras: “Un poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo. Necesitamos comprender bien esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso que tiene tanta paciencia” (Ángelus del 17 de marzo de2013).
Si fuéramos auténticos seguidores de Jesús, iríamos a buscar a aquellas personas “impuras” en vez de ser como los fariseos y cerrarnos en nuestro pequeño gueto. Dios no es un dios de rituales y sacrificios, sino un Dios de amor y misericordia.
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