Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
25 Jun 16
Mateo 16-1319
“¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?”
Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas.» Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.» Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.»
Si me tocara volver a Roma, mi primera opción sería visitar un lugar poco frecuentado por las hordas de turistas: la iglesia de San Luis de los Franceses. Entrando a la iglesia, caminaría hasta un rincón oscuro junto al altar mayor, para colocar en un receptáculo puesto ex profeso a un lado de una moneda que permita iluminar, durante varios minutos, el altar lateral izquierdo, donde se encuentra uno de los mayores tesoros del arte religioso universal. “La Vocación de Mateo”.
Su autor fue Michelangelo Merisi, un pintor barroco proveniente del pueblo de Caravaggio, apodo con que lo conocemos hoy. Hombre pendenciero que mereció la cárcel y el exilio, parecería la persona más improbable para captar ese momento deslumbrante, esa experiencia de Dios que lleva a un hombre a cambiar definitivamente de rumbo en la vida.
Igual que Zaqueo, personaje del que poco se sabe después de su conversión, Mateo se ganaba la vida cobrando impuestos para el imperio. Era, por lo tanto odiado por sus compatriotas judíos. El fresco lo muestra, a Mateo, según el relato de los evangelistas, sentado ante una mesa de recaudación, trajeado con vestimentas lujosas, contando, con la ayuda de dos jovencitos, el dinero recaudado. Frente a él en el fresco y casi de espaldas, con el brazo extendido, apuntando con el dedo, Jesús le está diciendo: “Sígueme”. Mateo lo mira incrédulo, se señala a sí mismo, con la pregunta pintada en el rostro: ¿A mí Señor?
En los tres evangelios sinópticos, incluyendo el del mismo Mateo, este episodio es narrado de la forma más escueta posible: “Se levantó y lo siguió”. ¿Por qué quedarme con el escritor antes que con el relato de la vocación de Pedro, uno de los primeros discípulos en ser convocados, cabeza y autoridad de todos ellos, capaz de tomar la voz para declarar que Jesús es el hijo de Dios vivo? ¿Por qué volver un y otra vez al pintor tocado, también, por la gracia, capaz de traducir en pintura un instante estelar en que el mundo se detiene y la persona elegida decide dar un vuelco a su vida: no seguirá contando monedas de oro y plata porque tiene una misión más importante, seguir al maestro y ser un cronista fiel, sin estridencia, sin buscar protagonismo para sí; simplemente para evangelizar, para dar a conocer la buena noticia del Reino de Paz y Justicia a su gente y al mundo, usando un lenguaje y recurriendo a citas que hablen en forma comprensible a su pueblo judío sobre la presencia del Mesías entre ellos.
Gracias a la mediación de un artista genial, ese instante cargado de dramatismo, ese giro que puede darle sentido a toda una vida, puede llegar a conmover al hombre de hoy. Así como la música de Bach o la de Händel, las artes plásticas en creaciones como la de Caravaggio o los murales abstractos del monje coreano Kim En Joong en Francia, permiten a públicos actuales, acercarse a profundas experiencias de Dios.
María Marta Raggio (Chile)
raggio879@gmail.com
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